"La Universidad es el concepto de una comunidad consagrada a la creación, el desarrollo y la trasmisión del conocimiento. Es un espacio en que la sociedad se representa, se refleja y se proyecta en el modo fundamental de la reflexión, del pensamiento". (P. Oyarzun, 1997)
Nuestra Universidad actualmente parecería que sufre síntomas de parálisis funcional. Está altamente burocratizada y sometida a presiones corporativas y político-partidistas, con normas legales y administrativas que solo tienden a controlar agregando más y más restricciones.
La participación y los derechos políticos de la comunidad universitaria están definidos y regulados por la elite intelectual quienes consagran que la comunidad universitaria no es homologable ni equivalente a la comunidad política de la polis.
Es dable pensar positivamente que la participación de la comunidad en la democracia universitaria tiene incidencia en la formación ciudadana de los estudiantes adhiriendo en sí un valor para la propia institución en el proceso formativo de un ciudadano integral. Un estudiante o un funcionario están en igualdad de condiciones respecto a un académico, en tener una visión acerca de qué es lo bueno para la sociedad y no se justifica la exclusión de los primeros en decisiones de esta naturaleza bajo pretexto de carecer de conocimientos técnicos y/o "ser aves de paso".
El aporte de los miembros de la comunidad en el gobierno universitario nos permitiría que distintas perspectivas y sensibilidades tengan cabida en las decisiones relativas a los fines generales que persiguen nuestra institución, quizás con muy buenos resultados.
Actualmente la diversidad de pensamientos de los individuos que buscan independencia de participación en la constante problemática de la sociedad debiera ser la "cátedra magistral" que la Universidad de Chile dicte en sus aulas y aplique es su gobernanza.