Cada vez que llueve en Chile, vemos en los noticieros las imágenes de anegamientos, pozas de agua, y pasos bajo nivel inundados, damnificados y problemas de vialidad y más allá de lo que se puede hacer después de un episodio de estas características, es necesario preguntarse por qué ocurre y también si existen herramientas que permitan generar políticas públicas o paliar de cierta manera las consecuencias de estos fenómenos naturales.
Para el profesor Alexis Vásquez, experto en gestión y planificación ambiental y académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, “el diseño de nuestras ciudades no ha sido sensible al agua ni a los ciclos del agua. Por ejemplo, la proporción de superficie impermeable (cemento) de nuestras ciudades genera que tengamos problemas cada vez que llueve. Cuando el Gran Santiago considera tasas de impermeabilización del 80 por ciento es evidente que vamos a tener problemas con el agua, porque si el suelo está sellado pierde la capacidad de infiltración, de actuar como esponja y regular las inundaciones”.
Además, Vásquez asegura que “el desarrollo de infraestructura no ha tenido la velocidad suficiente para alcanzar el desarrollo de la ciudad” y que además no se consideran los espacios claves para el funcionamiento ecosistémico, tal como lo demuestran “la inundación del Río de las Minas en Punta Arenas, o en Copiapó el caso de la Quebrada de Paipote”, ejemplifica el académico, quien asegura que “lo que antes era humedal y que amortiguaba inundaciones está siendo urbanizado, porque es drenado, se deja que se sequen y se construye. Estamos en constante colusión con los procesos naturales” y esto genera crecientes conflictos en los que nuestras ciudades no estarían preparadas para ciertos escenarios, incluso los más comunes.
Un frente típico, lento e intenso
La información manejada por los meteorólogos sobre el último frente de mal tiempo era correcta, a juicio del investigador del Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR)2 de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) Roberto Rondanelli, quien explica que el episodio de este fin de semana “es un temporal típico del fenómeno del Niño. Es una tormenta cálida que está siendo alimentada por vapor de agua que viene desde el Pacífico Central. Es una lengua de agua arrastrada, de este a oeste, que se desplaza desde el trópico y que en su desplazamiento impacta de manera casi perpendicular a la Cordillera de los Andes. De esa forma ocurre la máxima intensidad en precipitaciones”.
En este contexto, para el experto “el problema ha sido la comunicación de esta información. La gente de Meteorología son buenos pronosticadores, pero muchas veces no está demasiado desarrollada la parte de comunicación. Escuché que se pronosticó que caerían entre 50 y 149 mm., así casi con un decimal y sin ninguna explicación de qué es lo que significa ese rango”, indicó.
Respecto de las consecuencias en materia de infraestructura, Rondanelli asegura que “la precipitación fue muy intensa pero en general las inundaciones o salidas del Mapocho requieren de más precipitación y durante más días” y que el hecho de que sólo haya habido desbordes en Providencia pero no en el Canal de San Carlos, por ejemplo, hace pensar “que la precipitación no alcanzó los niveles suficientes para producir un desborde propiamente tal” y que esto tiene que ver con otros factores, lo cual “no quita que haya sido una tormenta muy intensa”, puntualizó Rondanelli.
Además, hizo hincapié en que “la gente tiende a fijarse en los pronósticos cuando están errados, pero no hay ningún reconocimiento cuando los meteorólogos efectivamente indican lo que pasará, como ocurrió en este caso”, cuando el manejo de estas informaciones e incertidumbres es clave para enfrentar eventos tales como un temporal.
Posibles soluciones
Alexis Vásquez indica que es clave, mantener espacios que puedan proveer ciertos servicios ecosistémicos, “porque toda el agua que precipita termina escurriendo, y cuando escurre de forma superficial tenemos problema de cantidad de agua, pero también de calidad. Mientras el agua pasa una mayor cantidad de tiempo en superficie, lavando calles, estacionamientos, se contamina más”.
Su propuesta para evitar que haya problemas con cada lluvia es “considerar en el diseño urbano de nuestras ciudades una mayor proporción de espacios verdes que nos ayuden, por ejemplo, a mitigar el problema de las aguas lluvias. En contraposición a la infraestructura gris como los colectores de agua lluvia, la infraestructura verde, como los canales de drenaje con vegetación a los lados, humedales artificiales, lagunas, cumple varias funciones. No sólo gestiona el agua, sino que también proporciona espacios de recreación, aumenta el valor de las propiedades alrededor, provee de hábitat a ciertas especies, entre otras características”, lo cual permitiría además una mejor absorción por parte de los suelos.