A 43 años de su expulsión del país y de la Universidad de Chile

Alejandro Rojas, el retorno de un mítico presidente de la FECh a la Casa de Bello

Alejandro Rojas, el retorno de un mítico presidente de la FECh
Alejandro Rojas, ex presidente de la FECh 1970-1973.
Alejandro Rojas, ex presidente de la FECh 1970-1973.

Fue uno de los personajes políticos más reconocidos del Partido Comunista (PC) a principio de la década del setenta. Su elección como presidente de la FECh en 1969 marcó el primer triunfo político de la Unidad Popular, y hasta hoy es el único dirigente de la federación que ha sido reelecto tres veces consecutivas, y el único también que fue diputado mientras ostentaba el cargo.

Expulsado de la Universidad de Chile tras el Golpe Militar, Rojas pasó primero a la clandestinidad, para luego en diciembre del mismo año, asilarse en la Embajada de Finlandia y salir al exilio en 1974. Alemania Oriental, Checozlovaquia, y Suiza precedieron su llegada a Canadá, país donde hasta hoy está radicado.

De la odontología y la militancia política, Rojas pasó a la sociología y a la academia. Hace seis años lidera en Vancouver el proyecto “Pensar y Comer Verde en la escuela”, iniciativa que reúne a investigadores, organizaciones no gubernamentales y al Ministerio de Educación Municipal de la Ciudad. Y lo que empezó como un proyecto en solo seis establecimientos, hoy se extiende en 83 de las 118 escuelas públicas de la ciudad, las cuales cuentan con huertas alimentarias orgánicas, con una red de más de cien profesores comprometidos con el proyecto y más de dos mil estudiantes universitarios trabajando en los colegios. Invitado por la Universidad de Chile a contar esta experiencia, Rojas volvió a Chile y la Casa de Bello, animándose a recordar cómo era su vida antes de 1973 y cómo fue después.

-¿Cómo fue que entró a militar al PC y a ser dirigente estudiantil?

Yo estudié en el Manuel de Salas, que era el liceo experimental de la Universidad de Chile en esa época, un colegio muy innovador pedagógicamente, que nos alentó mucho a ser ciudadanos. Había una pedagogía que estimulaba el pensamiento crítico y el debate, y había muchos profesores de izquierda. Entonces, cuando salí del colegio ya tenía un pensamiento de izquierda fuerte. En la Universidad, la Jota era una organización muy vital, muy organizada, muy presente en la vida de los estudiantes y ahí me empezaron a invitar a que militara. Yo era presidente del Centro Deportivo, jugaba voleibol, rugby, era bien deportista, y había organizado unas olimpiadas universitarias, entonces me empezaron a 'pololiar' para que entrara al centro de alumnos, pero a mí me tiraba más el deporte en aquella época.

-¿Y en qué momento se da el cambio?

Después del año '64 cuando Allende estuvo a punto de ganar, dije, 'no, ahora hay que comprometerse'. En la noche de la derrota yo decidí entrar a la Jota.

-¿Qué pasó con usted después del Golpe?

Después de pasar un año en la embajada, salgo finalmente del país y ahí me designaron vicepresidente de la Unión Internacional de Estudiantes en representación de los estudiantes de las federaciones universitarias chilenas. Estuve tres años en Praga durante los que me encargaron de la campaña de derechos humanos en América Latina, visité 60 países, organizamos una manifestación continental de todos los estudiantes europeos en solidaridad con Chile, y bueno, a todas partes había que ir y contar qué estaba pasando. Fueron años muy políticos. Luego entré en un agotamiento absoluto y pedí a las organizaciones que coordinaban la solidaridad con Chile, en ese tiempo a Chile Democrático que estaba en Roma y al propio Partido Comunista en el que yo militaba, que quería recuperar la vida de una persona normal. Así que volví a estudiar y entonces me pidieron que fuera a Ginebra a hacerme cargo del trabajo de presentación de casos a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

-¿Cómo fue la vida en Ginebra?

Ahí estudié sociología. Me licencié de Sociología y Estudios del Desarrollo. Trabajaba como vendedor en el tren, llevaba un carrito ofreciendo té, café, agua, cigarrillos y sándwich. Me recorrí todos los Alpes y me gustó. Ahí volví a ser una persona desconocida.

Ecología y vida académica

Para fines de los años '70 Rojas termina su pregrado en Ginebra y las tensiones con el Comité Central del PC se incrementan a medida que la academia empieza a ocupar un lugar más relevante en su vida. “No estaba muy incómodo con esta dualidad de que se estaba peleando por los derechos humanos en Chile y América Latina, y no decíamos nada sobre lo que pasaba con los derechos humanos en Europa del Este. Y yo viví tres años en Checoslovaquia, entonces dije, 'esto no es aquello por lo que nosotros hemos luchado tanto'.

-Entonces, ¿cómo siguió la historia con el PC?

Yo me retiré del PC en el año 1979. Había un debate en el Comité Central sobre este problema de la democracia y el socialismo, estaba muy inspirado por el eurocomunismo de aquella época, el Partido Comunista italiano estaba abriendo el debate con mucha fuerza, era el partido más grande, el más atractivo, el más fresco, el que a nuestro juicio tenía la mejor comprensión de lo que había pasado en Chile. Me salí el año '79 con una carta de renuncia que decía 'querido compañero Corvalán, me quiero dedicar a la investigación, a la vida académica, me van a seguir interesando los grandes temas sociales, pero me interesa más la pregunta académica'.

-¿Y Corvalán le respondió?

Sí.

-¿Enojado?

Él no estuvo nunca enojado conmigo. Al PC le costaba mucho que se le fueran los dirigentes conocidos, porque producía impacto en la resistencia, pero mi carta era una carta amistosa. 'Yo sigo perteneciendo al ancho campo del socialismo, pero llegaron otras temas, otras cosas, y me parece que el universo ideológico del marxismo leninismo no las han trabajado'. Igual hubo mucha gente que inventó cosas, corrieron muchos rumores de que estaba drogadicto, pero luego pasaron los años y se dieron cuenta que yo nunca hice un ataque público al partido y que siempre manifesté que mi experiencia en la FECh y en el Partido Comunista me llenaba de orgullo, todavía lo digo. Lo que pasa es que la vida me fue llevando a ver otras cosas. 

-¿Y cómo siguió su vida académica?

Después de Ginebra nos fuimos a Canadá donde estaba la familia de mi compañera y ahí yo entré a hacer el master y el doctorado en York University. Seguía trabajando en lo que fuera: hacía aseo de noche en restaurantes, repartí medicinas en las farmacias, vendí boletos para la Asociación de Deportistas Lisiados, de todo. Ya cuando empecé a tener mejor inglés me dieron una ayudantía en la universidad mientras hacía mi master, y después cuando llegué al doctorado me gané una beca. Mi tesis de doctorado terminó siendo sobre la democracia, el socialismo y la ecología. Me di cuenta después de vivir en países socialistas, que había un problema que iba más allá del régimen de propiedades sobre los medios de producción, con ideas de vida industrialista, que eran parecida en los dos lados. El desastre ambiental del capitalismo era peor todavía o igual en los países socialistas. Cuando me di cuenta que el socialismo y el capitalismo por igual estaban destruyendo la naturaleza, quise entender más profundamente eso y mi postdoctorado sobre antropología ecológica.

-Ahora lleva seis años a la cabeza de "Pensar y Comer Verde", lo que parece un nuevo intento por cambiar las cosas. ¿Qué es lo que destaca de esta propuesta?

Este es un experimento de aprendizaje social acerca de cómo trabajar una colaboración entre la universidad y la comunidad, que en este caso son los escuelas y liceos públicos de la ciudad de Vancouver, pero en colaboración con varias organizaciones no gubernamentales defensoras del medio ambiente y de la comida sana, local y sustentable. En Canadá como también en Chile, hay una epidemia con el sobrepeso. La comida es un conector de todos los aspectos de la vida humana y muy en particular de la relación hombre-naturaleza, y nosotros creemos que afectan de manera tan negativa la ecología del ser humano y de las especies que nos rodean, se visualiza muy claramente a través de la comida. Nosotros partimos de la premisa de que si los niños tienen la oportunidad de meter las manos en la tierra, de ver crecer la comida, cosecharla, prepararla, compartirla y compostearla, podrán ver el impacto que esto tiene en su salud y en el medio ambiente, un cambio muy grande se produce en su conciencia. Esa es la premisa fundamental de este proyecto.