Alfredo Jaar:

"Hoy una imagen de dolor no sobrevive al mar de consumismo en el cual vivimos"

Alfredo Jaar: "Hoy una imagen de dolor no sobrevive"

Alfredo Jaar (1956), artista, arquitecto, cineasta, emigró de Chile a comienzos de los '80, aunque viene de visita por algunas semanas dos o tres veces al año. Jaar vive en Nueva York, Estados Unidos, y dice que desde el exterior los chilenos están muy curiosos tratando de comprender qué ha pasado con el segundo periodo de la Presidenta Michelle Bachelet. “Teníamos una imagen de ella de su primer gobierno y la verdad es que estamos tratando de entender qué ha ocurrido, qué ha provocado estos cambios o estas nuevas leyes que están saliendo”, dice en referencia al debate que se ha generado en torno a las propuestas antidelincuencia y la llamada “ley mordaza”. Para el artista, la política es un elemento clave en la vida de las sociedades, que trata de abordar a través de toda su obra.

Siempre has dicho que todo el arte es político. ¿Crees que el arte se está moviendo en ese sentido en Chile hoy?

-Efectivamente. Cuando digo que todo arte es político es porque pienso que no se puede crear nada que de alguna manera no contenga una concepción del mundo. Y esa concepción del mundo que uno crea en ese objeto, en esa idea, en ese libro, esa película, esa obra de arte, contiene una manera de pensar el mundo, contiene una ideología política. No hay duda. Y lo que está pasando en Chile con la gente joven es en realidad un fenómeno mundial. Porque la política ha fallado, no sólo en Chile sino que en todas partes del mundo. Hay una gran desilusión con el cuerpo político en todos los países en general, por un lado, y por otro lado se ha consolidado, se ha descubierto que el mundo del arte, el mundo de la cultura, es el último espacio libre que nos queda. Por lo tanto, es en ese espacio donde se abre una brecha para, justamente, hacer otro tipo de política, que en el fondo consiste en crear modelos de pensar el mundo.

¿Y crees que eso está activo en las nuevas generaciones chilenas?

-No en todos, pero sí me doy cuenta de que está activo y con razón, porque hay mucho de qué hablar, justamente porque la política en Chile ha fallado. Pero como te digo: es un fenómeno absolutamente mundial. Ahora, tienes que entender una cosa, que la sociedad en general está presionando a las nuevas generaciones a participar plenamente del sistema capitalista, es decir, hacer dinero. Ser ingeniero, ser banquero. Y esa presión viene no solamente de la sociedad, sino que de las familias. Es la presión del mercado.

Uno también podría decir que actualmente las galerías de arte son espacios de elite que están demasiado desvinculados de lo que pasa en la sociedad, pero por otro lado todavía habría ciertos espacios de resistencia.

-Potencialmente todos los espacios de arte y cultura son espacios de resistencia. Todo está en el programa de aquellos espacios. Algunas galerías efectivamente son más resistentes que otras, a algunas galerías les interesa más insertarse en el circuito mercantil y simplemente ofrecer decoración a una cierta clase social en Chile. Otras ofrecen un programa donde efectivamente quieren ofrecer su espacio como uno de resistencia para que los artistas planteen ideas y traten de hacer sentido del mundo en que les tocó vivir.

En ese sentido, ¿cómo evalúas el rol que ha tenido el Estado en la promoción del arte y la cultura desde la llegada de la democracia?

-Eso hace una gran desilusión. La verdad es que cuando tú ves el estado de las instituciones culturales en Chile, realmente no entiendes, porque Chile ha logrado un desarrollo económico casi inigualado en América Latina, pero cuando tú vas a Buenos Aires, o a Sao Paulo, o incluso a Lima, ves instituciones que están mucho más protegidas y apoyadas no solamente por el Estado, sino que por el empresariado en general. Las instituciones culturales chilenas son totalmente huérfanas, tanto del empresariado como del Estado. Y eso es algo que realmente no tiene sentido. Cada amigo mío que yo envío a Santiago a visitar, vuelve y no puede entender la precariedad de las instituciones en Chile. El estado lamentable en que se encuentra el museo de Bellas Artes o el Museo de Arte Contemporáneo es absolutamente vergonzoso. Hay un desfase total entre la economía chilena comparada con las economías del resto de América Latina y el estado de nuestras instituciones culturales.

Cuando hay panoramas de crisis política como la que tenemos hoy en Chile, ¿qué rol piensas que le queda a los intelectuales, sobre todo a los vinculados a la producción cultural?

-Es un rol fundamental. Yo creo que el artista e intelectual juega muchos papeles, porque tiene el privilegio de que justamente funciona en un espacio de libertad que nuestras sociedades todavía nos ofrecen. Pero ese privilegio viene con una responsabilidad, que es comprometerse con la realidad, con el contexto en el cual vive, y participar del debate democrático en torno a los grandes temas de la sociedad. Y creo que la voz de los intelectuales es fundamental, porque es una voz libre, es una voz que no tiene que ser necesariamente partidaria, que viene del intelecto, del sentido común, de la creatividad.

Te has definido como un “fanático de la información”. Actualmente sucede que es demasiado lo que circula, el ruido, la sobreinformación. ¿Cómo controla uno todo lo que está recibiendo constantemente, este bombardeo?

-Es un gran desafío y un verdadero trabajo. Y la verdad es que la mayoría de la gente no hace ese trabajo, por lo que consume información de manera consciente en una medida muy menor y de manera inconsciente en una medida mucho mayor. Y sufrimos todos de ese consumo, porque la mayoría es más desinformación que información; porque la información está descontextualizada, ofrecida desde un punto de vista totalmente ideológico, y por lo tanto la gente se alimenta de una cantidad enorme de información que le afecta cómo ve el mundo y no está consciente de que su visión del mundo está siendo afectada por estos medios de comunicación. Eso es una tragedia.

Y con tanta información, tanto conocimiento, ¿crees que hoy es posible conmover al público, sobre todo desde el arte?

-Absolutamente, pero hay que contextualizar. Hoy día una imagen de dolor no sobrevive al mar de consumismo en el cual vivimos. Cuando nos cuentan historias, primero están descontextualizadas, no nos explican por qué ocurrió, qué es lo que tenemos nosotros que ver con esta historia. Y está perdida en un mar de consumismo, publicidades, entretenimientos escapistas. Por lo tanto, es muy difícil que estas imágenes nos conmuevan.

De todas formas, hay trabajos de arte que sí logran tener un impacto más masivo. Estoy pensando en tu trabajo fotográfico sobre el genocidio de Ruanda, por ejemplo.

-La verdad es que se dio la circunstancia de que no había artistas que habían tenido este interés sobre Ruanda y por lo tanto yo era la única voz que trataba de decir “por favor, miren esto, cómo es posible que haya ocurrido”. Hice lo que pude y por eso es que algunos componentes del proyecto sobre el genocidio ruandés no eran dentro del mundo del arte, sino que eran proyectos públicos, porque yo quería llegar a una audiencia mayor. Pero en realidad esa ha sido mi estrategia siempre; yo divido mi trabajo en tres partes iguales, solamente un tercio de mi práctica es en lo que llamamos el mundo del arte. El otro tercio son intervenciones públicas, son proyectos fuera del mundo del arte. Finalmente, el otro tercio es en la academia; enseño, doy conferencias, dirijo seminarios, workshops, talleres, en todas partes del mundo.

En tu trabajo te han movido problemáticas que te han obsesionado un poco. Un tiempo fue la dictadura chilena, después Ruanda. ¿Qué temáticas estás trabajando hoy en día, qué fenómenos mundiales te están impactando?

-El fenómeno de las mal llamadas crisis de inmigración que se están viviendo en Europa es un tema que me interesa últimamente. Hice un par de obras sobre eso y estoy preparando una tercera mucho más grande que se va a presentar este verano en Suiza. Hay miles de preguntas sobre la identidad de Europa, hay movimientos prácticamente fascistas de reacción anti inmigrantes. En fin, están pasando muchas cosas, y como yo trabajo mucho en Europa me pareció natural reaccionar a esto.