Rodrigo tiene 43 años y ha vivido toda su vida, al igual que su madre de 62 en el cité de Blas Cañas 445 en Santiago Centro. En este cité, que data del año 1916, residen 94 habitantes en 27 viviendas, donde se encuentra una gran cantidad de migrantes en dinámicas de subarriendo, en un contexto de tensión por el avance inmobiliario del barrio.
“Antiguamente aquí se celebraban fiestas, pascuas, años nuevos, el 18, el mes de María, se hacían elecciones de reinas, se hacían varias actividades”, rememora Rodrigo aludiendo a algunas de las diferencias que hay con la infancia que él vivió el cité. Pero este no es el único cambio que han vivido.
Blas Cañas 445 es uno de los más de 800 cité y pasajes que se encuentran en Santiago Centro, en donde viven más de 40 mil personas. Utilizando grandes extensiones de terreno en un contexto de especulación inmobiliaria y crecimiento constante de las edificaciones en altura, los cité han vivido una trayectoria de la mano de la historia social y política del país.
Como plantea Gonzalo Arze, académico e investigador de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), estas tensiones se hacen más patentes desde el año ´89 en adelante, “donde se consolida el modelo de la ciudad neoliberal”, donde no sólo los cité son exponentes de este proceso: lo son también los denominados “guetos verticales” de Estación Central y el desarrollo inmobiliario en el eje Santa Isabel y en San Miguel, como plantea el académico.
Es así como hoy “la pregunta que nos formulamos es qué es lo que sucede con estos cité que están emplazados dentro de una trama de estructura urbana que a través del tiempo se va transformando, y cada vez con mayor velocidad”. Es por eso que, señala el académico, desde la FAU están investigando “cómo estas presiones inmobiliarias, esta nueva forma de hacer ciudad, la nueva forma en cómo la sociedad estructura mentalmente su hábitat, hace que el cité quede relegado como un elemento del pasado, de museo, histórico que en muchos casos no tiene mucho valor”.
Es justamente sobre este tema en el que están trabajando también estudiantes de diferentes disciplinas de la U. de Chile a partir de la ONG Observatorio Cité (Ciudades integradas al territorio), quienes bajo metodologías participativas se encuentran en un proyecto Fondart con los habitantes de seis cité.
El equipo, que diseñó el juego Villápolis en la Villa Olímpica, busca posicionar “el tema del derecho a la ciudad, que consideramos no es tan tratado en profundidad por la academia”, como plantea Catalina Loren, integrante de la ONG.
El proyecto Fondart que están realizando, y en el que participa el profesor Arze, apunta -a partir de talleres para niños, encuentros, conversatorios, y entrevistas de historias de vida, entre otros dispositivos- al rescate del patrimonio oculto como sinónimo del patrimonio inmaterial, en el entendido de que “patrimonio arquitectónico es que el que no está oculto y el inmaterial es el que no está siendo rescatado”, según Loren.
Es así como el trabajo de esta entidad que nació el año pasado, está marcado por la impronta de las metodologías participativas ya que, como detalló Ignacio Arce, integrante de la ONG, “no queremos que esto quede como registro. La idea es entregar todo este conocimiento que viene de las mismas comunidades y que a ellos les sirva para apreciar de una forma distinta el valor que tienen al habitar en espacios como estos”.
Las amenazas y las ausencias de la política pública
Los cité y pasajes se ven expuestos hoy a amenazas externas e internas. Desde el primer caso están los instrumentos normativos regulatorios, que muchas veces no están bien definidos. “Nosotros hemos criticado fuertemente lo que es el plan regulador porque creemos que es un instrumento que mira solo parcialmente una realidad y no hace énfasis en lo que es la imagen urbana”, explicó el profesor Arze.
Por otro lado, está la presión económica que tiene que ver con la especulación del suelo, además del fenómeno de la gentrificación.
Desde el punto de vista normativo, agrega Ignacio Arce, “la misma condición patrimonial que adquieran los cité en este nivel se torna en una autoamenaza, en la medida que la institucionalidad es tan árida que a veces no les entrega ayuda, sino más límites a los habitantes de este ambiente urbano”; todo esto, especialmente en el caso de querer hacer cambios y reparaciones.
A nivel interno, la gran amenaza es el deterioro. A esto se suman los procesos sociales, como la migración, donde la población que ha llegado a Chile se ha instalado en condiciones complejas vinculadas al subarriendo, a problemas de instalaciones eléctricas, y hacinamiento, tal como lo evidenció un estudio de la fundación Techo que plantea que el 28 por ciento de inmigrantes en Santiago viven hacinados.
Otro tema no menor, destaca el profesor Arze, es la participación dado que hoy “vemos que hay una casi nula intervención en cuanto a la toma de decisiones sobre el territorio por parte de sus habitantes”.
Es así como los integrantes de la ONG defienden plenamente un paradigma completamente diferente al que propone la institucionalidad formal: “hacer ciudad para la gente y con la gente”, en este caso, reconociendo “el valor histórico, social y urbano que concentra una estructura tan particular como el cité, no solo como un conjunto de vivienda en progreso de deterioro, sino donde se desarrollan prácticas sociales que tienen un valor particular, que necesitan ser reconocidas, y que están vigentes”, como es la relación en torno a los espacios comunes, como plantea Loren.
En definitiva, concluye el profesor Arze, es necesario entender y posicionar la idea de que “el cité no debe ser analizado como un elemento particular, aislado, separado de la ciudad. Es necesario visualizar la tipología arquitectónica urbana del cité como un sistema, porque desde esa perspectiva nosotros vamos a poder identificar las reales oportunidades que tienen para poder sobrevivir en este momento”.