“Si este libro se perdiere”, es una de las frases que aparecen escritas en la última página de "Curso completo de geografía universal antigua y moderna", de M. Letronne que data del año 1837 y que pertenece al Fondo General del Archivo Central Andrés Bello. Es justamente allí, en medio de miles de libros ordenados en estanterías metálicas en un gran salón del primer piso del núcleo patrimonial de la U. de Chile, ubicado en Casa Central, que el equipo liderado por Ariadna Biotti y Tomás Cornejo se encuentra buscando las marcas y huellas de quienes por décadas han revisado los ejemplares allí custodiados, en el marco del proyecto "Rastros lectores".
Boletos del transporte público, poemas de amor y anotaciones son algunas de las cosas que han podido encontrar los investigadores, que por más de un año han ahondado en un ámbito poco explorado en nuestro país: qué marcas dejan los diferentes lectores en los textos, y cómo ello nos lleva a la necesidad de "pensar qué es un libro porque más allá del texto puede ser un objeto de intimidad muy grande, donde se pueden guardar cartas íntimas, donde se conservan cosas que a veces son parte de la vida privada de las personas", explica la experta en la historia del libro y la lectura en Chile, Ariadna Biotti.
"Es tratar de encontrar esa humanidad tras una biblioteca que asume una historia muy institucional", agrega la investigadora sobre esta iniciativa donde están explorando en "rastros de la operación de lectura" de diversas generaciones, a partir de lo cual "estamos tomando conciencia de un objeto que tenemos acá pero que no los habíamos mirado en su totalidad".
Uno de los casos que están trabajando en el proyecto es el de la académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Eliana Dobry, quien donó su biblioteca a la U. de Chile. A partir del estudio de estos materiales en el marco de este proyecto, Biotti y Cornejo han podido revisar sus libros intervenidos: Dobry quitó portadas y pintó primeras páginas a fin de proteger su colección de filosofía marxista en el contexto de la dictadura.
Es así como están ahondando en "cómo muchas veces un libro deja de serlo, como en el caso de los mensajes que están dentro del libro. Ahí deja de ser un libro y pasa a ser una caja para guardar algo. Esa dimensión objetual y material del libro también nos interesa", señaló el investigador Tomás Cornejo.
Los lectores del pasado y los del presente
El Archivo Central Andrés Bello se constituyó como tal el año 1994, pero su historia se comenzó a escribir décadas antes como Biblioteca Central de la Universidad de Chile, motivo por el cual posee libros de diversos orígenes y épocas.
“En general, nuestros lectores son bastante tímidos entonces nos ha costado encontrarlos, porque es gente que no raya sus libros”, explica Ariadna Biotti respecto al trabajo de campo que han venido realizando, a partir de lo cual han concluido que “mientras más colonial es el lector, más escribe sobre el libro como si fuera un ente vivo, a diferencia de los lectores más contemporáneos que tienen una relación más aséptica con los libros. También porque son objetos públicos, entonces se tiene más conciencia de que puede venir otra persona y que su lectura puede intervenir otras”.
Hoy el equipo continúa ahondando en este proyecto en el que participaron estudiantes de la U. de Chile que fueron parte del programa de pasantías en el Archivo Central Andrés Bello, en miras a un encuentro que desarrollarán en abril del próximo año: Rastros Lectores. Seminario interdisciplinario sobre el libro en América Latina, organizado junto al Observatorio del Libro y la Lectura de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones y la Red Latinoamericana de Cultura Gráfica, en el que participarán investigadores de este tema provenientes de Brasil, Argentina y Colombia.
"Tratamos de mirar el archivo en su totalidad. Lo que nos interesa es que estas cosas que parecen muy pequeñas, nos hablan de una colección completa y de cómo se formó porque nosotros tenemos información sobre las colecciones, pero es una información muy fragmentada. Acá nos estamos jugando también por tener fragmentos todavía más pequeños donde puede haber más información de esos trayectos e individualidades de cada ejemplar que forma esa colección a partir de las inscripciones y marcas de lectura propiamente tales y de apropiación" que pueden ser personales o institucionales, como detalló Tomás Cornejo.
En definitiva, finaliza Biotti, este proyecto está impulsando y promoviendo "otra forma de mirar las instituciones. Estamos sobre un mito, el mito del archivo y de la Biblioteca Central que viene del Instituto Nacional. Tenemos este mito republicano y sobre eso queremos ver qué hay de las personas acá y que mundo construyeron con estos libros".