El movimiento feminista contra la violencia de género y en pos de una educación no sexista, entre otras demandas, cada vez crece y se extiende por más casas de estudio de todo el país. Este fenómeno, al que se han sumado activamente las estudiantes de distintas unidades de nuestro plantel, ha impulsado una reflexión sobre las relaciones sociales en las distintas esferas de la vida cotidiana, especialmente aquellas marcadas por la jerarquía y el poder.
Por su masiva convocatoria y adhesión, en medio de un contexto mundial donde agrupaciones sociales de otros países han manifestado su repudio a casos de abuso sexual y violación, expertas en materia de género, como la académica del Departamento de Sociología, Silvia Lamadrid, lo califican como el movimiento feminista más importante de la historia de Chile, tras las luchas sociales por alcanzar el derecho a Sufragio concretado en 1949. Un movimiento que se caracteriza por la orgánica estudiantil, “sin articularse en contraposición al liderazgo masculino, sino que como crítica a la violencia de género”, comenta.
Para la académica, quien también es coordinadora del Núcleo de Investigación Género y Sociedad Julieta Kirkwood, no cabe duda que esta movilización generará un cambio en la forma en que las mujeres se perciben a sí mismas, pero también en la autopercepción de los hombres y el trato hacia ellas, levantando muchos desafíos culturales para estas y futuras generaciones.
- ¿Cuáles eran las características de los movimientos precedentes que hacen diferenciarlos del actual?
Al pensar en nuestra historia, el otro gran momento de movilización por los derechos de las mujeres fue el movimiento por el Sufragio. Particularmente en el caso chileno, la lucha por el derecho a voto fue tan larga –comenzando a fines del siglo XIX y recién culmina en 1949– que las organizaciones tomaron expresiones muy diversas, mientras que los procesos políticos en el país fueron cambiando.
Finalmente, las organizaciones que aparecen más claramente encabezando la lucha por el sufragio, combinaban muchas luchas por los derechos sociales. El Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) original o la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF), luchaban por el voto y –sobre todo– la protección a la madre trabajadora.
Por un lado, estaba la instalación de este protagonismo de las mujeres en sus propias organizaciones y, por otro, eran organizaciones con respaldo partidario militante detrás. En general, sus participantes eran adultas, siendo las más destacadas mujeres profesionales. Este fue un movimiento muy articulado a lo largo del país, con diferentes organizaciones representativas. Sin embargo, se articulaban los derechos sociales con los derechos específicos de las mujeres.
Después de conseguir el voto femenino en las elecciones presidenciales y parlamentarias (el voto para las elecciones municipales ya había sido aprobado en 1934), las organizaciones se subsumieron a los partidos y dejó de existir una organización específica femenina hasta los años 80, cuando se organizan agrupaciones de mujeres contra la represión dictatorial.
En ese entonces, se articularon también organizaciones de mujeres pobladoras y, en el fondo, surge el feminismo que –entre otras– lideró Julieta Kirkwood con el Círculo de Estudios de la Mujer. No obstante, la demanda de ese periodo era por recuperar la democracia, dentro de la cual también nace la demanda por la especificidad de las mujeres. Las feministas abogaban, además, por la democracia en el país Y en la casa. A pesar del movimiento previo por el sufragio, las mujeres hasta la dictadura no eran un actor histórico en la política chilena. Si bien las mujeres pobladores tuvieron relevancia, era en primer lugar desde sus carencias de clase.
Más tarde, en los 90 se produce una falta de diálogo de parte del Estado con el movimiento social. Sobrevivieron organizaciones feministas; muchas de sus integrantes eran feministas institucionales vinculadas al Sernam, sin, al mismo tiempo coexiste un campo bastante amplio de numerosas organizaciones autónomas que abogaron por la propia demanda feminista. La noción de equidad y demanda de equidad de género se fue instalando desde el Estado, no desde la sociedad civil, que no era escuchada.
A diferencia de otros episodios similares, la eclosión feminista actual se ha tomado la escena pública y tenido una amplia participación, la cual viene gestándose por lo menos desde 2008 con el denominado “pildorazo”, que contó con 15 mil personas manifestándose en las calles por la posible prohibición de la píldora anticonceptiva, es decir en defensa de la anticoncepción. Ese antecedente marca la presencia masiva en la calle de las demandas feministas. Luego, nacen demandas también ligadas al aborto y el rechazo hacia la violencia contra las mujeres, con consignas como “Ni una menos”. Son los dos grandes temas que se han levantado masivamente.
- Comparativamente con los movimientos de décadas anteriores, son las jóvenes y estudiantes quienes adquieren y ejercen protagonismo social…
Sí, este renacimiento ha estado marcado por las estudiantes. Las mujeres, en tanto actor social, carecemos de un campo político propio, en contraposición a otros movimientos como, por ejemplo, los de tipo territorial ya que al menos ellos tienen físicamente el territorio, o los obreros que poseen el movimiento sindical. Pero las mujeres ¿dónde nos encontramos como comunidad activa? Ese encuentro, precisamente, se ha dado al interior del campo estudiantil.
Desde 2006, comenzaron a aparecer cuestionamientos al orden de género dentro del movimiento estudiantil, de hecho sorprendió que hubiera tantas mujeres voceras. Por su parte, este movimiento sostiene otra mirada de lo social, desde la realidad más cotidiana. Aquí se está cuestionando lo personal y también lo público, y a propósito de los cuestionamientos a los abusos sexuales, se discute cómo es concebida socialmente la educación.
- Una de las demandas centrales de este movimiento es la Educación No Sexista, ¿cómo avanzar y cambiar hacia ese rumbo?
La educación no sexista había sido levantada como consigna previamente por el movimiento estudiantil como la bandera que acompañaba, pero ahora toma el primer lugar. Julieta Kirkwood decía que, a partir de la Revolución Francesa y de los desarrollos democráticos liberales, se hace ostensible que la “ciudadanía” para todos es negada para las mujeres. Esa tensión fue la que fundó el movimiento sufragista.
Hoy, lo que constituye este movimiento es que vivimos en la ficción de buscar una educación igual para todos, pero esa nunca es efectiva, porque vivimos en un modelo educativo que nos enseña que las cosas importantes las han hecho los hombres, por tanto, no tenemos referentes como si los tienen ellos. Desde el comienzo se nos trata diferente: “yo soy tierna, dulce y amorosa, y si bien me puedo preparar para la vida pública, no debo olvidar que el verdadero centro de mi vida es el mundo doméstico y familiar; mientras que los varones son inteligentes, creativos y participantes activos de la vida pública”.
Las demandas de nuestras estudiantes y académicas se orientan hacia dos sentidos: la convivencia, marcada por jerarquías de género que decantan en abusos de tipo sexual, pero también la permanente descalificación y desvalorización de las mujeres. Por otro lado, el qué y cómo enseñamos, con el fin de comprender las diferencias de género, lo que debiera estar instalado en toda la institución, porque el género articula relaciones sociales y es clave para entender la sociedad.
Pienso que la mirada feminista es capaz de cuestionar relaciones de poder de una manera muy intensa, como no lo hacen otros sectores o perspectivas sociales porque involucra tanto lo público como lo privado; se trata, en el fondo, de la capacidad de cuestionar la cotidianeidad y su tejido social, y así tener una mirada mucho más democrática.
- Sobre las 12 medidas anunciadas por el presidente Sebastián Piñera en el marco de la Agenda de Género, las estudiantes han criticado que no contempla la demanda por una educación no sexista, ¿qué le parece y a qué piensa que se deba su falta de inclusión?
En general, lo que Piñera hizo fue un maquillaje. Ve a las mujeres, fundamentalmente, como madres y desde la maternidad pretende brindar los apoyos. Son medidas legales que fingen que la mayoría de las personas estamos en esas particulares condiciones de contratación como trabajadores(as), siendo que muchas personas trabajan a honorarios. No se asume la precariedad del empleo que se vive actualmente entre hombres y mujeres. Por otra parte, efectivamente, no se refiere para nada a la educación no sexista.
Lo más negativo de sus propuestas es la modificación al sistema de salud privada, porque no se cambiará radicalmente. Se mantendrá la lógica de Isapres, un sistema de seguros individuales apenas levemente modificados por el AUGE, por tanto, se obtiene lo que se paga y eso es lo que hay cambiar. La mayoría de la población se atiende por FONASA. Tendría más sentido, entonces, mejorar el sistema público, que es solidario, y no sustentado en la lógica individualista de los seguros de salud.
- ¿Cuáles serán las consecuencias sociales que dejará este movimiento?
Han cambiado y seguirán cambiando las subjetividades de las mujeres y creo que también han cambiado las subjetividades de los hombres. Es decir, el cómo me veo como sujeto está cambiando totalmente; las estudiantes se verán a sí mismas como yo nunca me vi cuando tenía su edad. Ellas poseen una fuerza y demanda, pero además se constituyen como un actor colectivo en un “nosotros(as)”; esta es una transformación muy importante para esta generación, y sin duda cambiará la política como la hemos conocido.