Históricamente y a nivel planetario, el mundo del trabajo ha experimentado importantes cambios y transformaciones, siendo uno de los más recientes y que ha despertado mayor preocupación entre los(as) trabajadores(as) el de la automatización del trabajo. En Chile, este fenómeno social no es nuevo, sin embargo, a raíz de la huelga desarrollada por 17 mil trabajadores asociados al sindicato interempresas Líder de Walmart, durante seis días, el tema ha alcanzado notoriedad en la palestra noticiosa.
Los efectos del excesivo uso de máquinas o robots en la vida cotidiana de las personas ha inspirado a diversas películas como Inteligencia Artificial, WALL-E o la clásica Blade Runner, planteando la inquietud de cómo sería el planeta con su inmersión y cuánto ayudarían o no a los humanos. Las sociedades actuales no están lejos de eso, de hecho en nuestro país –de manera creciente– se han introducido máquinas en faenas mineras, cajeros de autoservicio en supermercados o máquinas contestadoras en servicios de call center, por solo mencionar algunos ejemplos, pero la automatización del trabajo viene –incluso– de mucho antes.
Desde el siglo XX han ocurrido varios ciclos de automatización, uno en los años 20 y otro en los 70, aproximadamente, como recuerda Andrés Gómez, académico y director del Depto. de Antropología. La relación trabajadores versus máquinas trajo consigo expresiones de sabotaje a la industria en Cataluña e Italia con los llamados “luditas” a principios de ese siglo, dada la industrialización del Mediterráneo, que fue problemático de resolver.
Originalmente, el ludismo fue un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo XIX que protestaron contra las nuevas máquinas que destruían el empleo. Su reacción se debió a que las máquinas de hilar o telares industriales amenazaron con reemplazar a los artesanos con trabajadoras menos cualificadas y que cobraban salarios más bajos, dejándolos sin trabajo.
Chile también ha experimentado olas de tecnologización laboral, especialmente durante la década del 2000. El académico del Depto. de Sociología, Giorgio Boccardo, relata que después de la crisis económica de 2008, muchos sectores productivos como la banca, minería y retail, sumados a los hospitales clínicos y oficinas iniciaron procesos de introducción intensiva de nuevas tecnologías.
Durante 2013, “la banca chilena empezó a ralentizar su crecimiento de fuerza de trabajo y en 2018 se perdieron más de 800 trabajos en el mundo bancario. En Chile se ha asumido, a mi juicio de forma equivocada, que este fenómeno es inevitable, a lo cual hay que adaptarse, cuando la evidencia internacional dice que los resultados positivos para un país dependen fundamentalmente de la participación activa del Estado en estos procesos, así como también de los actores de la sociedad civil y sindicatos”, describe.
El caso de Walmart y sus repercusiones
La jornada del pasado 15 de julio estuvo marcada por el término de la huelga en Walmart. Tras retomar las conversaciones con la empresa la organización sindical llegó a un acuerdo, logrando un reajuste real de hasta un 5,1%, y que todos los trabajadores afectados por la multifuncionalidad y pasaron a nuevas funciones, tendrán un reajuste adicional de 3,5%.
Más allá de su caso, Giorgio Boccardo explica que las demandas de fondo de sus trabajadores se basaron en, fundamentalmente, mejoras salariales y un fenómeno que tampoco es nuevo en la industria chilena: la polifuncionalidad. Walmart ha cambiado su modelo de organización del proceso de trabajo desde un formato en el cual cada trabajador(a) desempeñaba una función específica pero que, en el marco de la automatización y sumado a la introducción de Cornershop y servicios de delivery, el giro en general del supermercado ha variado.
Walmart ha apostado hacia la polifuncionalidad de parte importante de sus trabajadores(as) presentes en supermercados. “Lo que termina produciendo esto es una mayor intensidad del trabajo, lo cual en el contexto chileno –considerando la gran cantidad de horas trabajadas en una jornada regular (8), sumado a las horas extras que muchos realizan y al tiempo perdido en transportarte– provocará consecuencias en la salud laboral de trabajadores y trabajadoras”, argumenta Giorgio Boccardo quien es uno de los fundadores de la Red de Expertos por el Futuro del Trabajo, junto al diputado (RD) Giorgio Jackson.
Actualmente y de cara al futuro, muchos(as) trabajadores(as) ya no serán requeridos(as) para labores como atención al cliente como ya ha ocurrido en la banca, donde ya han cerrado oficinas. En lo que refiere al retail, “más de un millón de trabajadores depende o trabaja en ese rubro, dentro de una fuerza laboral que está en torno a los 8 millones, la cual está constituida por un gran número de mujeres y, por tanto, la automatización traería como efecto negativo mayor control e intensidad del trabajo”, augura el sociólogo.
¿La guerra de las máquinas?
Cuando en una empresa u organización se introduce el uso de maquinaria, la vida cotidiana de los(as) empleados(as) se transforma más allá de sus labores, tareas o funciones específicas desarrolladas durante larga data. Uno de los mayores cambios es la reconstrucción de la organización social de los trabajadores(as), “es decir quiénes trabajan con quiénes y cómo se reordenan sus procesos. Entonces, suele ocurrir que la implantación de nueva tecnología disminuye la interacción con otros(as), rompiendo los tejidos sociales”, explica Gloria Zavala, académica del Depto. de Psicología.
¿Cómo se realizará el trabajo próximamente? ¿Qué nuevas labores se desarrollarán? ¿Quién será mi jefe(a)? Son algunas de las interrogantes que emergen entre los(as) trabajadores, fragmentando el trabajo grupal y llevando al aislamiento de las personas. Muchos(as) trabajadores(as) quedan descalificados(as) laboralmente y son desplazados(as) de sus puestos y del mercado. En este sentido, si las empresas hacen una implantación de nueva tecnología, debiesen recalificar a los(as) trabajadores(as) en función de las nuevas actividades a realizar”, argumenta la experta en Psicología Organizacional.
No obstante, lo que tiende a ocurrir es, precisamente, lo contrario sumado a la desvinculación laboral. Las personas quedan a la deriva a causa de la automatización, generando una gran inseguridad contractual y transformándose en un riesgo psicosocial en un contexto ya marcado por una precariedad laboral.
Por otro lado, una vez que ya esté implantada la tecnología se produce una menor interacción con las jefaturas y es que el control lo empieza a ejercer la máquina. “Tampoco existe una plena claridad respecto de con quién hablar cuando haya, dificultades, crisis, obstáculos o problemas”, ejemplifica Gloria Zavala.
Según el académico Andrés Gómez, es peligroso oponer a máquinas con trabajadores(as), por eso lo importante es entender que “el(la) trabajador(a) en tanto empleado(a) no es una especie de cálculo. Esto lo planteaba Marx en su momento, y tiene que ver con que la fuerza de trabajo se vende por horas-producto (la cantidad de horas trabajadas respecto de lo que produce). Al pensarlo así ese cálculo, el empleado(a) si se ve amenazado(a) por la automatización”.
En medio de esta relación, cabe preguntarse quién se está llevando el plusvalor del trabajo maquinario, la respuesta es clara y evidente: son los empresarios quienes más usufructúan sus réditos económicos. Para paliar sus efectos negativos, en algunos países se han instaurado impuestos sindicales a la producción de máquinas. “Con ese impuesto se traspasa una cantidad recursos económicos a la reconversión de trabajadores en obreros, quienes luego se vuelven supervisores de las máquinas para que funcionen bien”, relata Gómez. El problema para el docente son los traspasos de labores, ya que los últimos ocurridos han sido un desastre a nivel local, especialmente al interior de la minería, donde la gente tardó una generación o dos en reconvertirse.
Proyecciones de la “maquinaria laboral”
Frente a la cada vez más diversificada automatización del trabajo mundial, el profesor Andrés Gómez comenta que en Chile se puede desarrollar de manera ostensiva y expansiva. Trabajos que en otros lugares son ejecutados por máquinas, “aquí todavía se realizan manualmente con una explotación directa de la mano de obra, la cual se ha encarecido y, por consiguiente, la máquina brinda una respuesta a eso, pero también a la necesidad de movilización de grandes cantidades de esfuerzo y trabajo”, comenta.
Sin embargo, subyace un problema de fondo que con o sin la venida de una “revolución tecnológica” no ha sido resuelto y es el de la legislación laboral vigente. “Nosotros somos un ejemplo extremo de flexibilidad laboral, por tanto lo único que puede ocurrir si seguimos teniéndola es que haya más precarización. Al respecto, la presencia de máquinas lo único que producirá será una mayor precarización de las condiciones laborales”, critica Zavala. Si la legislación garantizara más derechos y protección, las labores de sus empleados(as) no se verían amenazadas por las máquinas.
Al interior de las organizaciones falta una mirada más orgánica respecto de la estructuración de las tareas y la recalificación. Es decir, si se mantiene a un(a) empleado(a) trabajando se le debe proporcionar otro puesto y, por el contrario, si se le desvincula debe contar con otra calificación para no quedar fuera del mercado. “Los cambios organizacionales requieren de procesos de Gestión del cambio planificado, incluyendo a todos los grupos de interés (accionistas y trabajadores), y desarrollando una gestión del cambio interdisciplinaria, con psicólogos, periodistas e ingenieros, entre otros(as)”, recalca la psicóloga.
Las políticas públicas, en tanto, tampoco están reflejando los cambios en materia laboral y de no ser por manifestaciones como las encabezadas por trabajadores(as) de la empresa Walmart, la automatización laboral no sería tratada socialmente pese a que se viene desarrollando hace ya larga data en Chile y el mundo.
Por un lado el Estado y por otro el mundo empresarial, todos los actores tienen responsabilidad en llevar a cabo un proceso de automatización que no afecte considerablemente la vida cotidiana ni mucho menos decante en un despido masivo. Giorgio Boccardo refuerza que tanto el uso concreto que los empresarios le dan a la tecnología como la forma en que ellos organizan su trabajo tiene un solo propósito: aumentar la intensidad del trabajo y, por tanto, las utilidades.
“Aquí lo que se requiere son acciones a mediano y largo plazo apalancadas desde el Estado, con políticas que trasciendan a un gobierno de turno porque los resultados se verán en 10 años más”, anticipa Boccardo. A su vez, las universidades también deben hacerse parte de este proceso a través de la educación, y es que para apostar por una formación de trabajadores(as) con las nuevas habilidades requeridas por el mercado se tendría que reformar la educación técnica, secundaria y universitaria.
Según Boccardo, la evidencia comparada indica que la clave en los procesos de automatización es una virtuosa combinación de un Estado emprendedor e innovador capaz de convocar a buena parte del capital humano que está llegando, como doctores(as) –considerando también que no hay capacidad en las universidades para darles trabajo a todos(as)– y crear centros de investigación, junto al rol activo de instituciones públicas e instituciones educativas. “La mayoría de las innovaciones que utilizamos hoy en día, entendidas como la utilización de las nuevas tecnologías, fueron iniciativas estatales con universidades”, puntualiza.