“Es un gran homenaje pero no solamente para mí, sino que también para todos los involucrados: a los actores y actrices, diseñadores y técnicos, que permitieron que se hiciera mi reciente obra y los trabajos que he realizado durante mi carrera. Es un gran premio para el arte”, dice Ramón Griffero, director del Teatro Nacional Chileno de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, tras recibir uno de los premios más importantes de la cultura a nivel nacional.
El reconocimiento otorgado por primera vez en la figura del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, premió la dedicación y la resistencia cultural del dramaturgo en dictadura, y el trabajo realizado en el teatro contemporáneo hasta nuestros días.
El director inició sus estudios de Sociología en la Universidad de Chile en 1971, pero tras el golpe militar, vivió su exilió en un principio en Londres, donde finalizó su carrera en la Universidad de Essex. Luego, en 1978 estudió en el Instituto Nacional del Cine en Bruselas y un año más tarde realizó sus ingresó al Centro de Estudios Teatrales de la Universidad de Lovaina, también en Bélgica. Dirigió y escribió varias obras, gestando su carrera teatral artística que lo llevará a desarrollar el concepto la “Dramaturgia del espacio”.
En 1982 regresó a Chile y tras encontrarse con represión cultural, fundó la compañía Teatro Fin de Siglo y el centro cultural El Trolley, espacio ícono de la resistencia cultural en Chile durante la dictadura militar. Su trabajo artístico en este periodo generó una renovación fundamental tanto de la representación escénica, como de la escritura dramática nacional e iberoamericana. En definitiva, su trabajo es considerado por investigadores escénicos como una de las primeras manifestaciones del teatro post moderno.
Entre sus numerosas obras resaltan su trilogía: Historias de un galpón Abandonado (1984), Cinema- Utoppia (1985) y 99 - La Morgue (1986), primeros montajes de la escena nacional que abordaron temas como el exilio, la existencia de la tortura y de los detenidos desaparecidos, y las disidencias sexuales.
Actualmente se desempeña como director del Teatro Nacional Chileno, cuyo cargo asumió el 2017. Durante su gestión escribió y dirigió La iguana de Alessandra (2018) y ha potenciado la presencia artística y asistencia de público a la Sala Antonio Varas del teatro a través de la implementación del programa “Un teatro para todos”, el cual ha permitido a más de treinta mil espectadores un acercamiento gratuito al arte escénico.
Este 2019 recibió el Premio Nacional de las Artes de la Representación y Audiovisuales, otorgado por el jurado compuesto por los rectores de la Universidad de Chile y de Antofagasta, Ennio Vivaldi y Aliro Bórquez, por los dramaturgos Manuela Infante, Alejandro Sieveking y Ramón López y la investigadora y académica María de la Luz Hurtado.
¿Cómo ha sido recibir este premio?
Ha sido bastante increíble y creo que es parte del impacto del trabajo realizado y del reconocimiento de redes sociales. Este premio reconoce a un teatro de resistencia y también valoriza algo fundamental que es la cultura para el desarrollo de nuestro país. En un principio me postuló Raúl Zurita y Paulina Urrutia, grandes amigos y artistas que tras la nueva modalidad de postulación a cargo del nuevo Ministerio de las Culturas, me brindaron su apoyo junto a otros 950 ciudadanos y creadores nacionales de todas las áreas. Sus firmas mostraron el respaldo del trabajo y resistencia cultural realizado en dictadura, en la pedagogía y en el teatro.
Tras este reconocimiento, ¿tiene algún proyecto en particular?
He estado trabajando en la narrativa y retomé para escribir una novela, pero la verdad es que estos últimos dos años me he enfocado en la dirección del Teatro Nacional Chileno. Estoy dedicado a la gestión del teatro y a su reposicionamiento. Ha sido con mucho esfuerzo para lograr las cifras y la convocatoria de público. A su vez, estos últimos años he estado alternado tres espacios: el pedagógico, el gestor cultural y el creativo, y es creo también una de las razones del premio, esta transversalidad profesional.
La resistencia cultural en dictadura fue uno de los aspectos valorados por el jurado. Creó el espacio alternativo llamado El Trolley tras su retorno en Chile en 1982, ¿cómo fue la recepción del público? ¿Cómo fue esa experiencia?
Se abrió un espacio clandestino a través de la figura de El Trolley, el cual nació para financiar obras teatrales y expresiones de arte. Surgió como el primer espacio colectivo con libertad y sin censura. Empezaron a tocar músicos como Los Prisioneros, Javiera Parra, Electrodomésticos, toda una generación que no tenía espacios para presentar su trabajo artístico. También hubo danza y proyección de videograbaciones, expresiones varias que nos hicieron resistir en contra de la dictadura y también renovó la representación artística de los lenguajes. Eso evidentemente generó una gran convocatoria generacional en El Trolley y por lo tanto tuvo una recepción enorme para la época.
¿Recuerda algún momento en particular en El Trolley?
Ahí se presentaron las primeras obras de detenidos y desaparecidos, de las disidencias sexuales. Aparece una nueva poética del espacio, ya no es convencional sino de un constante hacer. Todo lo que iba sucediendo en El Trolley era algo importante, bajo los estados de sitio teníamos la amenaza de la represión, la llegada de buses cuando se llevaban a la gente detenida en la noche. Tuvimos que ir a la Vicaría de la Solidaridad a denunciar, es decir, uno resistió pero también hubo que enfrentar a los organismos de represión. Destaco mucho la valentía y el coraje artístico de todas las personas y artistas que participaron en El Trolley porque era un riesgo. Este era el único espacio que no estaba intervenido por los militares, nos queríamos manifestar de forma honesta y directa, no había otra alternativa. Este espacio de resistencia era el centro donde la cultura chilena se hacía valer.
Una de las razones del premio también se debió a su trabajo en el teatro contemporáneo, ¿cómo lo definiría hoy?
Hay un surgimiento de una escritura dramática que aborda temáticas de hoy con otras propuestas de dirección. Yo creo que antes el arte se manifestaba a través de los partidos políticos, hoy en día los partidos no hablan del universo, de la vida, el amor o la muerte. Los puntos de vista artísticos se han potenciado enormemente: hay una relación que se manifiesta ya no a través del arte político sino más bien a través de la política del arte. Es una escena viva, bella y con interesantes nuevas propuestas.