La historia de Chile tiene importantes hitos que están en estrecha relación con su condición telúrica y por lo mismo han definido la noción geográfica del país. Grandes terremotos (1570, 1647, 1751, 1835, 1906, 1939, 1960, 1985, 2010, entre muchos otros) han determinado el traslado y/o reconfiguración de ciudades de esta tierra, han redefinido políticas públicas, han creado nuevas normativas, han aportado importantes avances tecnológicos, han movido la brújula política, han orientado el saber científico a nivel internacional, han concebido nociones de salud pública, entre muchos otros importantes efectos y logros, más allá de la tragedia en sí que significa el desastre. Podemos decir que los terremotos son una pieza clave de la identidad nacional y no en vano Chile es uno de los referentes más importantes en materia de estudios sísmicos y materias afines (riesgo sísmico, producción de datos sismológicos, ingeniería civil, ingeniería antisísmica, etc.).
Somos un territorio que se ha sabido definir y comprender en torno a esta condición telúrica, sumado a otras que son igualmente relevantes a la hora de enfrentar su propio devenir; a la sismicidad se le suma la extensa presencia de riesgos volcánicos, la ocurrencia sistemática de episodios de inundaciones, sequías, tsunamis, incendios forestales, entre otros. La historia política y cultural de Chile no se disocia de estos eventos ni tampoco de la manera en que los hemos sabido sobrellevar a través del tiempo, y eso es algo que como sociedad debemos saber leer y valorar en su amplio sentido.
Lamentablemente, la efemérides este 2020 de los 10 años el 27 de febrero y los 60 años en el mes de mayo, la tendremos que conmemorar observando con pavor las decisiones que se han tomado últimamente en materia de educación pública, las que se han alejado del significado que tiene conocer los procesos geohistóricos que nos han ayudado a ser lo que somos como país, menospreciando el aporte de la historia y la geografía de Chile.
La reducción de horas de enseñanza de estas asignaturas es definitivamente una mala señal. Y la gota que colmó el vaso fue la reciente omisión de la prueba de selección universitaria en historia, geografía y educación cívica, a la que le ha seguido el ignominioso anuncio de una nueva prueba de ingreso a la universidad que omitiría definitivamente el examen de los conocimientos en estas áreas, según ha declarado recientemente la directora del Demre. Dejar de formar ciudadanos integrales parece ser una decisión de Estado que no solo cuenta con el amparo de las autoridades de turno, sino peor aun, también con el aval de las instituciones que orientan los intereses formativos de las y los futuros profesionales del país.
En estas fechas tan significativas para la historia cultural del país, no podemos omitir el virtuoso círculo que hermana la comprensión de la historia a través de la geografía y viceversa, para, a partir de aquello, saber enfrentar sobretodo los desafíos venideros que van de la mano de aspectos tan relevantes para el futuro cercano de nuestra sociedad, como la adaptación al cambio climático, la reducción del riesgo de desastres, la debida comprensión de los objetivos de desarrollo sostenible, los desafíos en el adecuado uso de los recursos naturales, la necesidad de enfrentar la escasez hídrica, hacerle frente a la brutal contaminación ambiental, explorar el uso de energías alternativas, comprender el valor y aporte de habitar un país sísmico, interpretar debidamente las nuevas formas de convivencia y valoración de los territorios en su diversidad natural y cultural, entre muchos otros desafíos que sabemos son claves para país.
Este mes de febrero y el próximo mes de mayo debieran hacernos reflexionar debidamente y permitirnos recapacitar sobre la importancia que tiene el conocimiento de la geografía y de la historia de esta tierra, para de una buena vez hacernos cargo del potencial y tremendo aporte que Chile puede hacer a la sociedad en su conjunto a partir de la puesta en valor de su patrimonio histórico y geográfico asociado a su condición telúrica.
Los terremotos en Chile nos han enseñado mucho más que el desastre y eso solo nosotros como sociedad podemos hacerlo; en ello, la historia y la geografía son piezas clave que debemos rescatar y valorar debidamente en la formación de ciudadanas y ciudadanos integrales, así como de profesionales comprometidos con el futuro del país.