Hace tiempo que Gracia Barrios había dejado el mundo de los seres comunes y corrientes. Su cuerpo menudo y frágil continuaba las rutinas mundanas, pero su mente estaba en otro lugar, alejada ya de los problemas y los sufrimientos de una realidad que se había vuelto cada día más monstruosa e incierta. “Mi mamá es como una niña, pero es una persona bastante feliz también. Por suerte, no se da cuenta de lo que pasa, porque mi mamá era muy temerosa, así que ahora estaría aterrorizada”, decía recién hace dos semanas su única hija, la también artista Concepción Balmes Barrios, en entrevista con la revista Palabra Pública.
La pintora de 95 años padecía hace bastante tiempo de un Alzheimer que la mantenía recluida en su casa de Ñuñoa y con los pinceles colgados. “Ella mira mucho sus cuadros, los contempla. Es extraño, es como que desde la lógica no sabe lo que ocurre, pero desde el sentir, ella sí sabe. Su percepción sutil funciona plenamente, y creo que eso es lo que le da paz. Tiene una conexión curiosa, distinta, es más bien como estar en otra dimensión, en otro estado de las cosas”, reflexionaba Concepción.
Con esa misma paz, la Premio Nacional de Artes Plásticas 2011, falleció hoy jueves, a las 14.40 horas, rodeada de su pequeño núcleo familiar. A su lado, por supuesto, su hija le dio el último adiós. “Hace una semana que ella estaba muy delicada, con una neumonía que simplemente no superó. Estamos tranquilos, porque se fue rodeada de amor como siempre lo estuvo”, dice la artista. Sus restos serán velados en una ceremonia íntima y luego trasladados, este sábado 30 de mayo al cementerio de la playa El Totoral (El Quisco), donde ya descansa el pintor José Balmes, fallecido en 2016.
Desde que ambos se conocieran en las aulas de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, a mediados de los años '40, las vidas de Gracias Barrios Rivadeneira y José Balmes Parramón se hicieron prácticamente inseparables. Al pintor le gustaba contar que los primeros y tímidos cortejos que emprendiera fue pidiéndole prestada la goma de borrar en clases, a esta joven de nariz aguileña y talentosa mano, que vivió desde niña estimulada en la creación artística por sus padres, el reconocido escritor y Premio Nacional de Literatura Eduardo Barrios y la pianista Carmen Rivadeneira.
Claro, mientras a los 12 años José Balmes, llegaba a Chile escapando de la guerra civil española a bordo del famoso Winnipeg, que gestionara Pablo Neruda, Gracia ya plasmaba en sus primeros cuadros la vida del campo, sus veranos en Lagunillas junto al río, los árboles, la fruta y todo lo que la rodeaba. “Mi papá creía que uno aprendía más en contacto con la tierra, con la gente del campo, que estando en la ciudad y perdíamos colegio, recién después del 21 de mayo volvíamos a Santiago para empezar las clases y él encontraba eso mucho más provechoso y yo creía totalmente en su escuela natural y lo aprovechaba al máximo”, contaba en el programa Off the records, la propia Gracia Barrios sobre su privilegiada infancia cultivada en lo sensible.
El camino del arte y derechamente de la pintura era el natural para Gracia, quien siendo adolescente tomó cursos con el pintor Carlos Isamitt y luego como alumna de Bellas Artes, desarrolló la técnica bajo el alero de Augusto Eguiluz, Carlos Pedraza y Pablo Burchard.
Sin embargo ya a fines de los '40 y siendo parte del Grupo de Estudiantes Plásticos, abogó por un mejoramiento y actualización de la educación artística del país. Junto a Balmes y los artistas Alberto Pérez y Eduardo Martínez Bonati formó el Grupo Signo, que impulsó el desarrollo de una pintura abstracta, expresiva y gestual alejada del academicismo de la época. Juntos y con el apoyo del crítico de arte José Moreno Galván -quien fue uno de los artífices del Museo de la Solidaridad- se transformaron en los seguidores naturales del informalismo europeo, haciendo exposiciones en España y Francia. En Chile el grupo fue más allá, al plantear la necesidad de que el arte tuviese un rol político dentro del tejido social.
Corrían los años '60 y ya el matrimonio de pintores exhibía públicamente su apoyo a las transformaciones sociales que vivía el país, primero trabajando juntos en pos de la Reforma Universitaria y luego en el triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular. De esos años convulsos y políticos son dos de los óleos más emblemáticos de Gracia Barrios: "América no invoco tu nombre en vano" (1970), que es parte de la colección del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), y donde se ve aparecer claramente la escena de una marcha, de una multitud recortada, en la que los cuerpos de hombres y mujeres con rostros anónimos se abalanzan decididos hacia el futuro; y otra tela, "Sin título"(1971), parte de la misma serie, en la que la artista reproduce el mapa del mundo hecha sólo con rostros humanos en colores blancos, negro y azules.
En su condición de comprometidos militantes de izquierda, los Balmes Barrios junto a su hija, debieron salir exiliados del país tras el golpe de Estado de 1973. Se refugiaron en Francia, donde se establecieron por una década, sin dejar nunca de lado la carrera artística. A pesar de que Balmes ya tenía un puesto como académico de en la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne, lo cierto es que la añoranza por Chile fue mayor. Sobre todo, de parte de Gracia, quien siempre sintió nostalgia de la cordillera, el mar y su gente, escenas de esa infancia que nunca dejó de pintar.
El apego a la patria se reflejaba en sus cuadros cada vez más abstractos, pero donde siempre estuvo presente el ser humano. “Gracia fue siempre una pintora, dueña de una sensibilidad muy grande. Sus obras de los '50 y '60 son de una extraordinaria finura, un interés matérico muy interesante, con una relación muy fuerte entre textura y color”, dice el artista y director del MAC, Francisco Brugnoli. “Ella fue además una gran profesora, una persona dulce, de la que nunca escuché hablar irónicamente de nadie. Creo que Gracia es una de esas artistas memorables que siempre va a estar presente en nuestra historia y que hoy cuando la historia de Chile se fragiliza, su obra va a trascender”, agrega Brugnoli.
En el exilio y junto a otros tres artistas chilenos Guillermo Núñez, José García y José Martínez, los Balmes-Barrios se mantienen activos realizando exposiciones y murales en apoyo a la resistencia del Chile contra la dictadura de Pinochet. Finalmente la pareja regresa a Chile en 1986, periodo en el que Gracia se integra a hacer clases en la U. Católica y luego en la Finis Terrae.
Tras la vuelta a la democracia en los años '90, el compromiso político se atenúa y la artista se vuelca en una pintura cada vez más abstracta y reflexiva. “Con la Gachi, como le decíamos nosotros, formábamos parte de un grupo de pintores que apoyábamos el gobierno de la Unidad Popular, era ella como cinco años mayor que yo y siempre se comportó como una mamá con nosotros y ese tono maternal siempre se reflejó en su pintura”, comenta el pintor y Premio Nacional de Arte, Guillermo Núñez. “A todos el golpe nos tocó muy fuerte y claro que hay una diferencia entre su obra de antes y después que regresan del exilio. El tiempo de la UP era una posibilidad, algo tangible que estábamos construyendo y eso se quebró, a la vuelta hay una utopía pero cada vez menos clara, entonces su pintura se vuelve más abstracta, abandona un poco la figuración y se acerca más a la obra de Pepe (Balmes)”, dice el artista.
Aunque bebieron de lo que cada uno hacía, compartiendo el mismo taller y maratónicas tardes de trabajo, la obra de Gracia Barrios y José Balmes no se mezcló; fueron más bien en rieles paralelos, acompañándose, estimulándose, pero siempre diferenciándose de lo que cada uno era como individuo. Para Francisco Brugnoli, la obra de Gracia sin duda caló fondo en la tradición pictórica de Chile. “Yo creo que la pintora era Gracia, Balmes fue un gran dibujante, que desplegó en la tela una expresión gráfica de una forma que fue inédita en Chile, pero creo que de la pareja, la pintora y la dueña de una sensibilidad excepcional era ella y por eso quedará inscrita legítimamente como una de las mejores pintoras del arte chileno”.