A las ocho de la mañana del 4 de septiembre de 1952, Lucy Balvina Echeverría Moreno, de 25 años, se encontraba en un edificio en la Plaza Sotomayor de Valparaíso, frente al monumento Arturo Prat, donde entonces funcionaba la primera zona naval. No se sentía mucho ruido en las calles, pero al lugar comenzaron a entrar miles de mujeres.
Nacida el 16 de febrero de 1927, Lucy se había casado hace tan sólo seis meses y no recuerda muy bien cómo la contactaron para ser vocal de mesa, ya que en esos años “no había tanto teléfono como ahora”. No era una elección cualquiera, sino que por primera vez las mujeres iban a poder elegir al Presidente que gobernaría.
Pero el camino había sido muy largo. Poco más de tres años antes de las elecciones en las que se impuso Carlos Ibáñez del Campo, el 8 de enero de 1949, el Presidente de la época, Gabriel González Videla, firmó la ley N° 9.292, con la cual las mujeres tuvieron derecho a voto en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Este hito permitió la ley de sufragio universal, igualitario y secreto. Antes de eso, las mujeres votaron en las elecciones municipales de 1935, con una muy baja participación, ya que se inscribieron sólo 76 mil mujeres, cifra cercana al 15 por ciento del padrón femenino.
Lucy cuenta que en esos momentos no pensaba nada, pero que no podía dudar. “Habíamos tantas mujeres que cómo íbamos a dudar, cómo lo íbamos a hacer mal. A mí me tocó ser vocal 10 veces y cada vez iban más, porque ya tenían más edad, y porque sabían que era algo positivo y que ellas podían hacerlo. Era importante”.
Del movimiento sufragista a la paridad de género
El próximo 11 de abril comenzará a escribirse la nueva Constitución del país, buscando erradicar la redactada en 1980 durante la dictadura. El 11 del mes en curso se presentaron las listas en donde hay completa paridad entre hombres y mujeres; mientras que en el plebiscito de noviembre pasado votaron 600 mil mujeres más que hombres. No siempre fue así.
El año 1874 se realizó una reforma constitucional para el sufragio universal masculino, lo que terminó con las restricciones de riqueza y se dejó como requisito para tener derechos políticos solamente saber leer, escribir y tener la mayoría de edad. Aunque se consagraba la universalidad, la oligarquía seguía teniendo control porque existían altas tasas de analfabetismo en los sectores populares.
El profesor de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Sergio Grez, explica que “esta reforma constitucional se realizó en términos un tanto ambiguos. Y en el contexto de la campaña presidencial de 1875, el liberal disidente del bando oficialista, Benjamín Vicuña Mackenna, levantó una candidatura alternativa de masas, con manifestaciones multitudinarias, arengas y discursos encendidos muy distintos a los de la época, con los que entusiasmo a las clases populares y a mujeres. Aprovechando la ambigüedad del texto, especialmente en La Serena y Casablanca, grupos de mujeres fueron a inscribirse a los registros electorales”.
No hay registros de que mujeres efectivamente hayan votado en esas elecciones, pero fue el punto de partida de un incipiente movimiento sufragista en el país. Tanto así, que en 1884 el Congreso prohibió expresamente el sufragio femenino. Sin embargo, estos movimientos cobraron fuerza en Europa y Estados Unidos en la década de 1920 y en Chile volvió a discutirse esta reivindicación.
Para la académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Carolina González, uno de los grandes gatillantes de esta discusión fue el decreto Amunategui, el que habilitó a las mujeres para ir a la universidad. En ese contexto, surgen las figuras de Elena Caffarena y Flor Heredia, quiénes fueron las precursoras de los movimientos feministas en el siglo 20, e incluso Caffarena es una de las redactoras del proyecto de ley que entregaba el voto y que buscaba aprobar Pedro Aguirre Cerda, que finalmente muere antes de poder hacerlo.
La profesora González agrega que la aprobación fue un hito “en la medida que el derecho a voto universal es parte de la lucha feminista, no es un regalo de un Presidente, es una lucha larga. Es un logro importante y si hoy las mujeres estamos votando es porque estas mujeres lucharon, no es por otra razón. Entonces, la importancia de la persistencia de cierta lucha, y hoy en el contexto del proceso constituyente, pensar cómo se articulan las feministas cuyas miembras están participando como candidatas a las constituyentes, es una historia interesante de pensar. Si es que las mujeres no son las que se organizan, nadie se va a organizar por y para nosotras”.
El profesor Grez explica que una de las razones por las que a las mujeres no se les daba el derecho a voto era porque podían ser dóciles a la influencia de la Iglesia y porque no tenían pasado político. Lucy Echeverría señala, en esta línea, que el día en que fue vocal de mesa por primera vez, el sector estaba lleno de hombres que, incrédulos, querían ver cómo estaba funcionando todo o si es que iban a poder hacerlo de buena manera.
“Bastante entretención teníamos con hacer bien la pega y cuidarnos, ya que entraban hombres, pero los sacábamos inmediatamente. Querían ver cómo lo íbamos a hacer, pero las mismas mujeres los sacaban. Había un marino nomás (uno en cada mesa) y él estaba calladito”
Lucy fue a votar a las últimas elecciones presidenciales del 2017. Ejerció su derecho 65 años después. “Hoy, a mis 94 años, me gusta la política y elijo a mis candidatos. Creo que sí hubo cambios después de esa primera votación, un poquito. Todo lo que se hizo ese año no fue en vano, tuvimos mujeres senadoras, diputadas y una Presidenta. ¿Qué más se puede pedir?”.