La energía es considerada uno de los recursos fundamentales para el desarrollo socioeconómico de todas las comunidades, pero en Chile existen casi 20.000 viviendas sin acceso a electricidad. En 2017, el Instituto Nacional de Estadísticas registró que el 22,6% de los hogares urbanos gastan excesivamente en energía, mientras que el 16,9% limita su gasto para cubrir otras necesidades básicas. Asimismo, informes de 2016 y 2019 de la Encuesta CASEN indican que un 66% de las casas chilenas no posee estándares mínimos de aislación térmica, por lo que un 21% de las personas ha declarado pasar frío durante el invierno.
Frente a este escenario que demanda concientizar a la población sobre la importancia de usar la energía de manera eficiente y sostenible, desde 1988 cada 5 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Eficiencia Energética. La fecha busca contribuir con la optimización de los procesos de producción, potenciar el uso de fuentes renovables y fomentar el consumo responsable, entre otros aspectos relevantes que también forman parte del trabajo impulsado por la Red de Pobreza Energética (RedPE) de la Universidad de Chile.
Para la directora de Investigación de la VID, Silvia Núñez, resulta fundamental que la Casa de Bello forme parte de esta discusión. “Desde hace algunos años diversos especialistas vienen trabajando en torno al concepto de pobreza energética a partir de una mirada transdisciplinar y que atiende la realidad del territorio nacional. El uso eficiente de la energía también es una manera de combatir las desigualdades que se presentan al respecto en nuestra sociedad, por lo que valoramos la generación de conocimiento integral y situado en la realidad, lo que permite incidir en las políticas públicas del país con evidencia científico-académica”.
Eficiencia energética: un gran desafío para Chile
Las políticas públicas internaciones de eficiencia energética han estado operando desde la crisis del petróleo de los años 70. En Chile se comenzaron a tomar acciones de mayor magnitud en el año 2000, con la implementación de la Reglamentación Térmica que continuó con su segunda etapa en 2007 para contar con viviendas más eficientes y mejorar su aislación térmica. En tanto, en 2014 se inició la discusión sobre la Ley de Eficiencia Energética, cuyo objetivo es establecer estándares mínimos en edificación, transporte, ciudades inteligentes, sectores productivos, educación y capacitación.
De acuerdo con la investigadora de la RedPE, Paz Araya, aún queda mucho por avanzar en esta materia, pues “la eficiencia energética ha sido desplazada por otras agendas en las políticas públicas sobre energía, a pesar de instalarse como el área con mayor potencial para reducir las emisiones de CO2 y mejorar la confiabilidad, seguridad e independencia de los suministros energéticos, además de sus beneficios económicos”.
Por su parte, la gerenta del Instituto Forestal de Los Ríos, Alejandra Schueftan, destaca la Política Energética Nacional que propone una visión del sector energético al 2050 y también la Estrategia de Transición Energética Residencial. “Esta visión obedece a un enfoque sistémico, que busca lograr y mantener la confiabilidad de todo el sistema energético, al mismo tiempo que se cumple con criterios de sostenibilidad e inclusión y se contribuye a la competitividad de la economía del país. No obstante, hay desafíos pendientes como aprobar la Ley de Biocombustibles Sólidos y aprobar la Ley de Energía Distrital, que permitirían avanzar en el desarrollo tecnológico para un uso sustentable de los combustibles derivados de la madera y sistemas más eficientes de calefacción”, destacó.
En cuanto al debate de incentivar la transición hacia energías renovables, el director del Centro de Excelencia en Geotermia de los Andes (CEGA) U. de Chile e integrante de RedPE y la Red Transdisciplinaria ENEAS, Diego Morata, señaló que el país tiene un enorme potencial en energía geotérmica. “Se trata de una fuente limpia, renovable y distribuida a lo largo de todo el país, que nos permitiría generar electricidad de manera eficiente y totalmente sustentable, junto con aprovechar lo que se llama el uso directo de la geotermia. Es decir, utilizarla directamente proveyendo calor para calefaccionar recintos, e implementarse en el sector productivo y en invernaderos de zonas con climas poco propicios para el cultivo de hortalizas y vegetales”.
Actualmente el CEGA se encuentra desarrollando proyectos piloto encaminados a dar a conocer las características geológicas de los recursos geotermales, con el fin de promover un uso sustentable en la generación de electricidad. También se está trabajando en iniciativas con financiamiento de gobiernos regionales y el Ministerio de Energía, para instalar bombas de calor geotérmicas en el sur de Chile reemplazando la leña en salas de clase, e implementar invernaderos en Aysén y Los Ríos para el cultivo de hortalizas.
El Profesor Morata agregó que “estos estudios y proyectos demuestran que la implementación de la geotermia, dentro de una matriz energética sustentable, es una realidad que necesita ser analizada desde otra perspectiva y no solamente con la calculadora de la rentabilidad económica cortoplacista en la mano. Existe la capacidad para construir pequeñas plantas de generación y cogeneración geotérmica en el sur de Chile. Sólo se necesita la voluntad política de hacerse cargo que esa fuente de energía, lo que permitiría una independencia energética importante y daría seguridad y estabilidad a nuestra matriz eléctrica”
Crisis sanitaria y brechas en el acceso a energía de calidad
Durante la crisis sanitaria se han evidenciado carencias relacionadas con la pobreza energética que enfrentan los hogares, como mala calidad de la vivienda, sistemas de calefacción ineficientes, escasez de agua para mantener una higiene adecuada y contaminación intradomiciliaria y atmosférica, entre otros problemas.
De acuerdo con RedPE, la falta de acceso a la energía y a tecnologías de calidad en pandemia tienden a aumentar los niveles de estrés, disminuyendo la calidad de vida de las personas. Esto podría explicarse porque a pesar de que el 99,7% de los hogares chilenos están conectados a una fuente de electricidad, en 2018 la Encuesta CASEN reconoció que un 18,1% de las viviendas se ubican en comunas cuyas interrupciones eléctricas fueron de más de una hora en promedio al año. Por otro lado, también se han comprobado desigualdades de género, ya que durante el periodo de confinamiento la OMS ha registrado que el 60% de las muertes por contaminación intradomiciliaria corresponden a mujeres, niños y niñas.
Paz Araya enfatizó que “en este contexto, las familias que están estudiando y/o trabajando desde casa, se han visto obligadas a hacerse cargo de los gastos operacionales en energía que eran cubiertos por colegios y empleadores. Con el confinamiento se ha visibilizado aún más la experiencia de vivir en viviendas ineficientes, frías y contaminadas durante los meses de invierno. Por tanto, se debe mejorar la regulación para las nuevas construcciones, extender la certificación de forma obligatoria para casas a la venta y en arriendo, y encargarse del reacondicionamiento térmico de los más de 3 millones de hogares construidos con aislación insuficiente”.
Alejandra Schueftan también se refirió al respecto, señalando que la pandemia puede exacerbar la situación de pobreza energética. “Al aumentar la permanencia en los hogares y con ello el consumo de leña, existe una mayor exposición a agentes contaminantes. La leña se usa de manera transversal en todos los niveles de ingreso, superando el 90% de las viviendas en la mayoría de las ciudades, especialmente en la zona sur. Además, diversos estudios señalan que pasar largos periodos en viviendas frías y húmedas es negativo para la salud física y mental de las personas, y aumenta la vulnerabilidad del sistema respiratorio, por lo que el efecto de Covid-19 podría agudizarse”, indicó.