Ubicada en la isla Rey Jorge la Base Eduardo Frei Montalva es una de las tres principales puertas de entrada a la Antártica. En 1959, el Tratado Antártico acordó promover la cooperación internacional para la investigación científica como destino de ese continente. Desde entonces, los/as científicos/as han llegado en cantidades cada vez más grandes y con necesidades cada vez más complejas.
Actualmente, el 51% de los países firmantes del tratado accede desde Chile o Argentina, ya sea por vía aérea o marítima, realizando su primera detención, en la mayoría de los casos, en esta base chilena, debido a su localización y porque cuenta con pista de aterrizaje operativa todo el año. Como consecuencia, la base debe soportar una carga y organización logística significativa, lo que sitúa a Chile en una posición trascendental para el funcionamiento del Continente Antártico.
A lo largo del siglo XX, la arquitectura en la Antártica estuvo más bien enfocada a su funcionalidad práctica que tenía por objeto fundamentalmente resguardar a sus ocupantes del clima extremo. Por ello, las construcciones por mucho tiempo fueron materia de ingenieros/as, pero ahora está atrayendo a arquitectos/as diseñadores/as que quieren trasladar la estética, la eficiencia, la durabilidad y sustentabilidad a la zona más fría del planeta.
En esa línea, un equipo de investigadores/as y académicos/as de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, Claudia Torres, Laura Gallardo y Carlos Lange y de la Universidad Técnica Federico Santa María, Sandro Maino, implementan un proyecto FONDART 2021, denominado “Arquitectura Antártica y el confinamiento blanco. Análisis arquitectónico y antropológico de la cultura y formas de habitar en la Base Aérea Eduardo Frei M. 1969-2020”.
Para la académica, arquitecta e investigadora responsable del proyecto, Claudia Torres “el valor patrimonial de la Base Aérea Eduardo Frei M, está en la construcción histórica de un poblado en condiciones climáticas extremas, que surge en formato de colonización con campamentos de las Fuerzas Armadas (Bases), para ampliarse a instalaciones de dominio territorial y soberanía integrando a civiles y familias que en comunidad habitaron un asentamiento con espacios arquitectónicos básicos que fueron diseñados para desarrollar actividades familiares, sociales y laborales”.
Asimismo, explica que, si bien el Estado de Chile llegó a la Antártica en 1947, esta Base se implementó en 1969 consolidándose en 1980 al construirse el “Aeródromo Teniente Rodolfo Marsh” y posteriormente, como efecto del Conflicto por el Beagle entre Chile- Argentina, se incorporaron viviendas familiares en el año 1984, conformándose el poblado chileno más austral del país. “En Villa las Estrellas, durante más de 30 años, cohabitaron de forma armónica, familias, investigadores, fuerzas armadas y civiles, en espacios compartidos y de cotidianidad generado una ‘cultura chileno-antártica’”.
Sin embargo, señala la especialista, hoy la Base Aérea Eduardo Frei Montalva presenta serios problemas técnicos de conservación arquitectónica. Producto de esta situación, el año 2018 se evacuó a todas las familias de “Villa las Estrellas”, quedando esta zona abandonada y en condición de ruina arquitectónica. Se ha descontinuado la idea de “poblado”, volviendo a conformarse como un “campamento” al igual que sucede en otras Bases Antárticas.
Ante esta situación, y con el claro interés de proyectar una base que pueda responder a la demanda nacional e internacional el equipo investigativo desarrollará un estudio arquitectónico que además considera la relevancia estratégica en términos ecológicos de la Antártica, teniendo ésta la reserva de agua dulce más grande del planeta. Esta riqueza natural patrimonial se ha visto fuertemente afectada por el cambio climático, por lo que el equipo busca además conjugar su propuesta con el cuidado ambiental mediante una acción controlada y sustentable de las actividades humanas, tal como se establece en los documentos generados a partir del Tratado Antártico.
Características de la arquitectura de la Base Eduardo Frei Montalva
A nivel geográfico, la Base está emplazada estratégicamente, cruzando la Península Fildes entre el Mar de Drake y el Estrecho de Bransfield, señala la arquitecta Claudia Torres y agrega que “a escala urbana presenta una organización de volúmenes dispersos, propio de un crecimiento en etapas y sin una planificación estratégica. Es decir, se conforma básicamente por el equipamiento institucional de la Armada, la FACH y el INACH, también por “Villa las Estrellas” que le da al conjunto la condición de poblado.
“La arquitectura es representativa de las lógicas del diseño modular de los últimos 30 años del siglo XX, con volúmenes de posicionamiento inorgánico sin espacios vinculantes entre ellos. Las edificaciones de poca altura son herméticas y de características materiales y morfológicas diseñadas para lograr contener condiciones aceptables de confort térmico. En el poblado, se habita “dentro” de los espacios arquitectónicos o “fuera” de ellos, exponiéndose de forma directa a las adversas condiciones climáticas”, puntualiza la experta.
Para los/as investigadores/as, tras la experiencia mundial de la vida en confinamiento debido a la pandemia del COVID-19, consideran que la base Eduardo Frei Montalva “constituye un paradigma del confinamiento, donde las condiciones extremas del emplazamiento y medio ambiente no sólo conlleva el aislamiento del resto del país, la falta de acceso a equipamiento y servicios, sino que también, diferentes niveles de reclusión interior y limitaciones en los desplazamientos y funciones cotidianas, producto de las bajas temperatura, el viento y la nieve, lo que se puede comprender como un ‘confinamiento blanco’.
Esta condición será incorporada al estudio y al trabajo interdisciplinarios que realizará este equipo, que, junto con valorar la Base Eduardo Frei Montalva como un lugar estratégico para el planeta, también lo visualiza como parte del patrimonio natural, científico y arquitectónico de Chile.