Oriunda de la comuna de Vicuña, ubicada en la Región de Coquimbo, Mistral nace en una época convulsa, de grandes transformaciones sociales, políticas, culturales y educacionales, comenta la académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Leonora Reyes.
Hitos como la Cuestión Social, caracterizada por la extrema desigualdad, carestía y situación de marginalidad de amplios sectores sociales, el despoblamiento forzado del pueblo mapuche después de la ocupación de La Araucanía, la migración desde las zonas salitreras a la capital, el descrédito del régimen oligárquico, el avance del Estado Docente, la creación del Instituto Pedagógico (1899), la progresiva aparición en la escena pública de los primeros nombres de mujeres tituladas de la universidad, así como escritoras, artistas y profesionales, y la feminización de la profesión docente marcan el contexto de crecimiento de la reconocida literata”
De acuerdo a la coordinadora del Área de Investigación Patrimonial del Archivo Central Andrés Bello, Ariadna Biotti, Mistral nace “en un país igual pero distinto al nuestro, analfabeto, económicamente muchísimo más empobrecido que el actual, pero muy digno y con valores anclados a las costumbres, al amor por la tierra, al sentido de pertenencia, al arraigo a las raíces, a la sabiduría de la gente mayor, a las creencias y valores cristianos universales, los que van más allá de lo puramente confesional”, explica.
Finalizado su último año de primaria en Vicuña, Mistral comenzó a inmiscuirse en la lectura y, de acuerdo al texto de José Santos González, Comienzos de Gabriela Mistral, “de día hace clases a los niños y de noche instruye a trabajadores en lectura, escritura y aritmética”. Su vínculo con la literatura es cada vez más íntimo y se convierte en una asidua lectora. Años más tarde, colaboró con versos y prosas en la prensa y fue nombrada inspectora del Liceo de Niñas de La Serena a los 18 años.
En 1904, se desempeña por primera vez en el aula como ayudante en la Escuela de La Compañía Baja y luego toma rumbo a La Cantera para desempeñarse como profesora. Sin embargo, y según indica Leonora Reyes, en su afán de regularizar sus estudios en la Escuela Normal de La Serena, se rechaza su solicitud debido al revuelo provocado por sus escritos publicados en la prensa local en el seno de una sociedad conservadora.
No obstante, el progreso de Mistral no se detuvo y continuó forjando su propio camino gracias al impulso de algunas amistades. Según comenta Reyes, rinde un examen de solvencia en la Escuela Normal N°1, ubicada en Compañía en Santiago y cuentan que lo hizo “en verso”. Posterior a este hito, ejerce como profesora en Barrancas.
Su amigo Pedro Aguirre Cerda le ayuda para que asuma la Dirección del Liceo de Temuco y fuera profesora de Castellano. Pese a la evidente calidad de su trabajo, personalidades como Amanda Labarca, le reprochan no haber estudiado formalmente para ser profesora de educación media.
Estas barreras fueron las que Mistral tuvo que superar a pesar de su elogiada prosa y destacada pluma, que ya lograba publicaciones en importantes ediciones de la época. Sumado a esto, ya recogía en esa época todo su aprendizaje y ejercicio docente que practicó desde los 14 años.
Para Leonora Reyes, “la formación de su conciencia natural, social, política y educativa va a ir consolidando su convicción y aportes como pedagoga y pensadora”. En esto, la académica recalca “su entorno natural; su entorno social y cultural, visto en la precariedad material social de los pueblos indígenas y mestizos nortinos; su entorno político y la desigualdad; su entorno educativo y las muchas demostraciones de autoritarismo pedagógico de la época, utilitarismo como fin educativo, la verticalidad y la falta de diálogo, la exclusión, el rechazo y la discriminación; y su experiencia individual vista en el maltrato escolar y la discriminación por su personalidad”. Finalmente, “todo esto alimenta una necesidad, buscar en la comunidad la irradiación de un buen vivir”. Para Mistral, “la docencia es el camino”, plantea Reyes.
En esa línea, y destacando el planteamiento educativo de Mistral, la historiadora mexicana Oresta López, integrante del Programa de Historia del Colegio de San Luis (COLSAN) de México y partícipe del Laboratorio de Investigación: Género, Interculturalidad y Derechos Humanos, plantea la educación mistraliana como una “pedagogía desde la comunalidad”.
Para la académica, Gabriela Mistral se convirtió en la voz de las maestras y maestros en diálogos diversos con grandes públicos. “Hacía una interpretación propia de las pedagogías y discutía con los modelos urbanos, algunos señalados como pedantescos y rebasados para la época. No le importa disentir de otros intelectuales, se suma a la búsqueda de modelos latinoamericanos propios, cuestionando la copia de modelos europeos”.
En cada lugar al que llega Mistral en esa época “prepara reflexiones que convoquen a mejorar la educación en cada país, a fortalecer principios democráticos y transformadores que incluyan a los menos favorecidos, especialmente a los niños de América. Es una educadora permanente, original y poeta. Su voz podía hacer críticas a sistemas y también ofrecer cantos sencillos para los niños”, señala López.
Convertida ya en un referente nacional e internacional en educación, en 1921 Mistral es designada como directora y profesora de Castellano en el Liceo N°6 de Niñas. Según Leonora Reyes, “dolida por la campaña en su contra, y la invitación del ministro mexicano José Vasconcelos, Mistral migra a México a integrarse a las labores de democratización social y educacional del gobierno socialista. Esta invitación es la que transforma el destino de la poetisa que, finalmente, decide trasladarse hasta la conocida “primera revolución obrera”.
Según la historiadora mexicana Oresta López, Mistral llega en 1922 para sumarse a una experiencia de escuela granja en la ruralidad prevaleciente aún en la ciudad de México. “Ahí es donde puede pensar en construcción a futuro y acompañar a educadores mexicanos que deseaban generar un modelo de educación rural, que fortaleciera a las comunidades en vínculos con la revolución y sus reformas. Gabriela recuperó mucho de su infancia del Elqui, los saberes rurales aprendidos en la huerta de su casa y las lecturas de su autodidactismo. Este encuentro de los vínculos comunitarios mexicanos y elquianos son fundamentales para la pedagogía mistraliana, para incorporar a los niños campesinos en la obra de reivindicación del nuevo modelo educativo rural”.
Gabriela Mistral y la Universidad de Chile
Gracias a la trascendencia de su paso por México, conocido por las autoridades de ese entonces en Chile, el año 1923 la Universidad de Chile, a través de su Rector Gregorio Amunátegui, propone al Consejo de Instrucción Primaria otorgar el título de Profesora de Castellano a Gabriela Mistral, hito que se concreta gracias a los antecedentes ya conocidos en la época.
En esa línea, y gracias al compromiso de los trabajadores del Archivo Central Andrés Bello por preservar el vínculo histórico de la Premio Nobel con la Universidad de Chile, el año 2015 se inaugura la Sala Museo Gabriela Mistral, espacio cultural que honra y releva la figura de la destacada poetisa. En ese esfuerzo por conocer la relación de la también Premio Nacional de Literatura con la Universidad de Chile, el equipo documentó tres hitos concluyentes: la concesión del título de Profesora de Castellano en 1923, la distinción del grado de Doctor Honoris Causa en 1954 y el velatorio de sus restos en el Salón de Honor de la Casa Central.
Para la encargada de difusión de la Sala Museo Gabriela Mistral de la Universidad de Chile, Zoila Schrojel, en relación a la concesión de su título como profesora de Estado “se ha tratado de continuar la huella de dicho documento, pero -hasta el momento- solo tenemos las actas del Consejo de Instrucción Pública para dar cuenta de su entrega y recepción por parte de Gabriela Mistral, quien para ese entonces se hallaba en México colaborando en la reforma educacional de dicho país. En ese sentido, por un lado, tenemos el registro de la sesión del Boletín del Consejo de Instrucción Pública del 26 de marzo de 1923, en el que, a propuesta del Rector de ese entonces, Gregorio Amunátegui, por unanimidad del consejo, se le concede el título de profesora de Estado”.
En relación a este y otros documentos originales, como los manuscritos de “Sonetos de la Muerte” de Mistral, disponibles en el Archivo Central Andrés Bello, Ariadna Biotti destaca que “el documento es un tesoro para nosotros. Por ello y por el legado de Mistral, nos sentimos en la responsabilidad de difundir el pensamiento de la maestra. Nuestra Sala Museo lleva el nombre de ella como un acto de homenaje a su vida y es una invitación a pensar y pensarse en el contexto de las problemáticas socioculturales actuales”.
Concluye, además, que la Universidad “es y debe ser siempre una instancia donde la crítica y la autocrítica prevalezcan como valores que nos hacen avanzar en la búsqueda constante de nuevos saberes, de nuevas perspectivas de conocimiento capaces de aportar a la construcción de una sociedad más libre y justa”.
Para finalizar, Oresta López agrega que la relevancia actual de Gabriela Mistral es fundamental "para potenciar la crítica al neoliberalismo en la educación, que ha impulsado una privatización y comercialización global de la educación, dejando a la educación pública en crisis". A esto, releva que la voz de Gabriela "tiene vigencia para colocar los derechos de las mujeres, de la diversidad sexual y de la necesidad de escuelas incluyentes para los más desfavorecidos. Del mismo modo siguen teniendo fuerza sus discursos sobre la pacificación y el respeto a los derechos culturales de los pueblos indígenas latinoamericanos y del mundo".