¿Cuál es el lugar de Pablo González Casanova en el pensamiento crítico latinoamericano?
Es un lugar destacadísimo, pues González Casanova contribuyó al desarrollo de un pensamiento crítico que pensó alternativas emancipadoras para las sociedades latinoamericanas en un período de radicalización política como fueron los años sesenta. En esa coyuntura revolucionaria, marcada por el reciente triunfo de la Revolución Cubana, contribuyó con elaboraciones teóricas que permitieron avanzar en las formas estructurales que asume la desigualdad en América Latina, como la teoría del colonialismo interno, elaborada en un diálogo productivo con el pensamiento anticolonialista de África y el Caribe. Con esa teoría don Pablo nos decía que el colonialismo también era un problema que afectaba a nuestras repúblicas y que se expresaba en una relación de opresión que afectaba especialmente a los pueblos indígenas.
Este tipo de propuestas surgen de las tramas intelectuales, activistas y de los movimientos de la época, incluido un naciente movimiento indígena continental en los años setenta, un período que marcó el desarrollo de este movimiento hasta hoy y que se expresa en la enorme influencia del concepto de “colonialismo interno” en estos circuitos y que don Pablo formuló por primera vez en un artículo de 1963.
Pero en su extensa obra destacan también otros aportes, como el tema de los sistemas políticos y la democracia, así como la construcción y funcionamiento del Estado en América Latina. Por último, algo no menor son sus trabajos sobre la educación superior pública, la defensa de la autonomía universitaria y la crítica a la neoliberalización de la educación, en la que fue pionera y cultivó hasta sus últimos días. Todo esto acompañado de una práctica política desde un rol de intelectual crítico y público, que lo llevó a intervenir en debates públicos, a participar de manera activa en la resistencia al autoritarismo del PRI en México y a expresar su adhesión a distintas causas, especialmente la de los derechos de los pueblos indígenas. Fue incluso mediador en las negociaciones de paz entre el EZLN y el gobierno mexicano durante los primeros dos años de insurrección guerrillera en el estado de Chiapas. Todas estas características explican la enorme trascendencia de su figura y el que hoy esté siendo reconocido de manera transversal por todos los sectores políticos, siendo él un furibundo hombre de izquierda, por organizaciones y movimientos sociales, así como por el mundo universitario que reconoce su labor democratizante de estas instituciones.
¿Cómo se vincula su trabajo con el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos?
Como parte de una bibliografía fundamental sobre los temas anteriormente señalados, especialmente la cuestión del Estado y de la democracia. En mi caso personal, don Pablo ha sido uno de los autores fundamentales de mis seminarios, especialmente el que dicto sobre “Pensamiento anticolonialista en América Latina y el Caribe”, donde leemos una selección importante de uno de sus libros más influyentes: Sociología de la explotación, donde se incluye la teoría del colonialismo interno. También constituye una referencia fundamental de mis investigaciones. Lo más interesante, es que a lo largo de los años, yo diría más de 15, hemos referido sistemáticamente su figura y leído esta parte de su obra, por lo que es parte del acervo con el cual las y los estudiantes de nuestros programas de magíster y doctorado formulan sus marcos teóricos e investigaciones.
¿Cuáles son sus mayores aportes conceptuales, su legado teórico?
Creo sin temor a equivocarme que el concepto de “colonialismo interno” es una de sus grandes formulaciones, con enorme potencial explicativo y también de resignificación, por lo cual sigue siendo un concepto poderoso para interpretar el tipo sociedades y de desarrollo capitalista que se ha producido en una región del planeta profundamente marcada por un hecho colonial que no es sólo pasado sino también presente. De esta forma, don Pablo nos dice que el colonialismo interno es un fenómeno estructural, que constituye un tipo de opresión particular en el que la explotación de clase se imbrica con cuestiones como el racismo y la inferiorización cultural de aquellos pueblos que viven una situación colonial en el presente, como es el caso de los pueblos indígenas. Esto se vincula a su vez con el concepto de democracia tan complejo que él trabaja, en el que tanto la dimensión política como la social van de la mano. Una sociedad afectada por el colonialismo interno ve también comprometida su democracia, nos dice don Pablo.
¿Cuál fue su relación con Chile y el Cono Sur?
Tengo pocos antecedentes de vínculos específicos, aunque como latinoamericanista e internacionalista que era, estuvo siempre presente en el apoyo a los proyectos emancipadores de este lado del continente, así como expresando solidaridad en momentos de represión política. Apoyó redes de intelectuales críticos en Chile y las luchas de los pueblos indígenas, retengo también en la retina una foto suya en un homenaje a Salvador Allende realizado en México el año 2008, porque don Pablo elogió y reivindicó, cada vez que podía, la experiencia socialista democrática chilena. Tal vez incidió en la respuesta tan entusiasta que nos dio el 2010 a una invitación que le hicimos para venir a Chile en el marco de las XI Jornadas de Estudiantes de Postgrado que se realizarían en enero de 2011, que como su nombre lo indica, es un evento organizado por estudiantes, lo cual lo motivó mucho, pues me señaló en esa oportunidad por correo electrónico y de manera telefónica que estaba feliz de que lo invitaran los estudiantes. Lamentablemente la visita no se pudo concretar porque tuvo que concentrarse en el tratamiento contra un cáncer que lo afectaba y que luego pudo sortear, pero esos intercambios hablaban mucho de los intereses de don Pablo, a esas alturas rozando los 90 años, dedicado a la escritura y al activismo político, moviéndose poco fuera de México pero dispuesto a recorrer miles de kilómetros para reunirse con estudiantes de la Universidad de Chile.