Hacia la reducción del consumo de agua en áreas verdes urbanas en la Región Metropolitana

Hacia la reducción del consumo de agua en áreas verdes en la RM

Las áreas verdes urbanas cumplen un rol fundamental en la calidad de vida de las personas, ya que además de los beneficios que otorgan, tanto a nivel social como ambiental, se les ha reconocido por la capacidad de aumentar la resiliencia y adaptación frente al cambio climático. Sin embargo, la escasez de agua, a consecuencia de las sequías prolongadas, pone en duda la sustentabilidad de estos espacios públicos. En algunas comunas de Santiago, los atributos más valorados de las áreas verdes urbanas son la belleza de los árboles y su sombra; espacios con césped; disponibilidad de infraestructura para niños y niñas y la seguridad. Estos atributos resultan ser tan decisivos para que las personas visiten plazas y parques que, si uno de ellos faltara, el resultado probable es que el uso de dichas áreas disminuiría notablemente. Estos atributos deben, por lo tanto, ser considerados al momento de diseñar nuevos parques sustentables y, por ende, eficientes en el uso del agua.

Las plantas no pueden evitar perder agua al realizar el proceso fundamental de la fotosíntesis. Es así entonces que la evaporación de agua desde el suelo y la transpiración de las plantas sean importantes de cuantificar para saber cuánto regar. Los resultados obtenidos por nuestro equipo de investigación han permitido verificar que para las áreas verdes urbanas de la Región Metropolitana, por cada m2 de pasto deberíamos aplicar 1000 litros de agua al año. En contraste, en 60 especies de árboles urbanos evaluados, se requerirían en promedio, 250 litros de agua por m2 de copa viva por año. Lógicamente, estos valores pueden variar considerablemente desde por ejemplo el pimiento (Schinus molle) que requiere 85 litros de agua para formar 1 kg de materia seca hasta otros árboles de mayor consumo hídrico como el liquidámbar (Liquidambar styraciflua, 224 litros /kg de materia seca), el quillay (Quillaja saponaria, 275 litros/kg) o la palma canaria (Phoenix canariensis, 515 litros/kg). Además, las distintas especies varían su consumo a lo largo del año dependiendo de las condiciones ambientales y de los periodos de receso vegetativo.

Las formas de reducir el consumo de agua en las áreas verdes urbanas no deben olvidar el bienestar social y ambiental que ellas brindan. Por añadidura, la reducción del consumo de agua se debería materializar en una reducción en el costo de mantención de las áreas verdes y como una estrategia general de adaptación al cambio climático. En este contexto, hemos compilado nueve recomendaciones, que estamos convencidos que podrían hacer una contribución sustancial a la reducción del consumo de agua en las áreas verdes urbanas, particularmente aquellas emplazadas en zonas áridas y semiáridas. En primer lugar, es necesaria una adecuada zonificación del área verde distinguiendo sectores con distinto consumo hídrico, lo cual permitirá un riego y consecuentemente un uso del agua más eficiente. La incorporación de materia orgánica al suelo es un segundo factor a considerar, ya que ésta ayuda a mejorar la estructura del suelo, otorgando una mayor capacidad de infiltrar y almacenar agua para las plantas, generando además un medio poroso que permite un mejor desarrollo de las raíces. 

Otra recomendación es el cubrimiento del suelo con una capa consistente de materiales gruesos orgánicos o inorgánicos (e.g. astillas de madera, grava, hojas), las cuales disminuyen la evaporación de agua desde el suelo y atenúan el efecto de las altas temperaturas en el medio edáfico. Adicionalmente, la reducción de la superficie con césped es muy necesaria. Dado el alto consumo de agua de este tipo de cubiertas vegetales, no más de un 12% a 15% de la superficie del área verde debería dedicarse a césped. Estos porcentajes de superficie son considerados adecuados para suplir las necesidades de las personas por este tipo de cubiertas siempre y cuando el área mínima a considerar no sea menor a 50 m2 y concentrándose en una sola zona, para así brindar la gama de beneficios esperados, particularmente recreacionales. Como quinta recomendación sugerimos el uso de especies de pasto más eficientes en el consumo de agua, tales como la bermuda (Cynodon dactylon). También se puede hacer una mezcla de especies, lo cual permitiría un rango de adaptación más amplio brindando una mayor resistencia a condiciones extremas de clima y uso. La optimización de los periodos de riego es otro factor clave.

El uso eficiente del agua en áreas verdes urbanas de la región metropolitana será clave para la sostenibilidad de éstas en el mediano y largo plazo.

En este sentido, los riegos de madrugada o bien nocturnos son los más recomendables al evitar la pérdida de agua por evaporación. Adicionalmente debe existir una clara distinción en los montos de agua a aplicar en los diferentes periodos del año. El regular el riego según la época del año permite evitar la pérdida de cuantiosas cantidades de agua aplicadas en periodos en que no se necesita (por ejemplo, inicios de primavera en contraste con pleno verano). Lo anterior, lleva a nuestra octava recomendación, la cual es el uso de sistemas de riego eficientes. Sin duda, el riego eficiente es una de las medidas de mediano plazo que cobrarán mayor relevancia en el futuro cercano. Sin embargo, la situación actual de los municipios es tremendamente diversa; en términos de infraestructura, recursos financieros, recursos humanos y disponibilidad de agua de riego. Por lo anterior, soluciones únicas no son posibles de recomendar. Por ejemplo, consideraciones sociales y programas de empleo podrían desechar la posibilidad de automatizar los sistemas de riego en algunas municipalidades.

En otras comunas, la automatización del riego ya es una realidad; y no sólo ello, sino que también la gestión remota del riego mediante sensores que monitorean el contenido de agua del suelo en forma contínua. Para aquellos municipios que riegan en forma manual, seguramente la recomendación de mayor efecto corresponde a buscar los mecanismos para regar muy temprano en la mañana o tarde-noche. Finalmente, el uso de aguas grises (provenientes de las tinas de baño, duchas, lavaderos, lavatorios) es una potente solución ya que permitiría el reemplazo de una proporción importante del agua actualmente utilizada (mayoritariamente agua potable en las comunas del Gran Santiago) por un agua que actualmente se gestiona de manera acoplada a las aguas negras (con excretas).  Si pudiéramos reutilizar sólo 50 litros de agua por persona por día en la forma de aguas grises (alrededor de 18 m3 de agua al año) podríamos mantener alrededor de 18 m2 de césped por persona en forma permanente.

Las áreas verdes urbanas cumplen una función primordial en la organización territorial y son trascendentales en la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, para que los múltiples beneficios que éstas proveen se mantengan, se debe lograr que estos espacios sean sustentables de manera que las generaciones futuras puedan disfrutar de los mismos, incluso con más beneficios que los que hoy disfrutamos. La sustentabilidad implica tomar decisiones adecuadas desde la perspectiva económica, urbana, social, ambiental y cultural. En esta columna de opinión no hemos pretendido abordar todos estos aspectos; solamente el consumo de agua, pero se entiende que las áreas verdes deben ser entendidas como sistemas multidimensionales donde confluyen distintas disciplinas y necesidades sociales.

*El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad del autor o autora y no representa necesariamente la visión de la Facultad de Ciencas Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile (CFCN).