En el ámbito de la sociología, Elizabeth Jelin se ha posicionado como una destacada figura cuyo trabajo ha iluminado los rincones más oscuros de la sociedad contemporánea. Originaria de Argentina, la especialista de 81 años ha dedicado su carrera a explorar las complejas interacciones humanas y las disparidades que afectan a las comunidades en todo el mundo.
Jelin se ha destacado por su enfoque en la investigación interdisciplinaria. Sus estudios han abordado temas cruciales como los movimientos sociales, los derechos humanos, la represión política y sus memorias, la desigualdad de género, la discriminación racial y las tensiones socioeconómicas, ofreciendo una visión crítica y profunda de estos problemas que afectan a la sociedad actual.
Elizabeth Jelin fue una de las expositoras invitadas al Seminario Internacional “Chile a 50 años del golpe de Estado: Derechos humanos, Memoria y Democracia”, convocado por la Universidad de Chile. La actividad que cerró la ex presidenta Michelle Bachelet, se enmarca en la Semana por el Nunca Más, que ha organizado el plantel por el cincuentenario del golpe de Estado.
¿Cuáles considera que han sido los principales avances y desafíos en el ámbito de los derechos humanos en América Latina en el último tiempo?
Claro que hubo avances si uno mira que estuvimos con regímenes dictatoriales y niveles de terrorismo de Estado que no conocíamos. Ahora llevamos en la Argentina 40 años, en Chile un poco menos, en Uruguay, en distintos lugares, años de regímenes constitucionales con democracias formales, o sea, en términos institucionales eso es un cambio muy significativo. En cuanto a institucionalidad democrática, hubo una transición de un régimen dictatorial a un régimen constitucional, de eso no hay ninguna duda. Pero podemos hacer una larga lista de cuestiones políticas, sociales, culturales y económicas en donde hay muchos debes, muchas falencias y muchas discriminaciones, muchas subordinaciones y muy poca igualdad.
Y en cuanto a la reparación social, ¿es posible aquello?
¿Qué quiere decir reparación? En estos últimos 40 años hubo una expansión de una idea de que hay que compensar, hay que reparar los daños y los sufrimientos. Entonces ha habido en distintos países, de distintas maneras, una visión de que hay que hacer algo por las víctimas.
Y estas reparaciones muchas veces son económicas. También depende de cómo se define quién es víctima, porque víctimas fuimos todos. Entonces, ¿qué quiere decir ser víctima? ¿Víctima quiere decir haber sufrido una vejación en el cuerpo? ¿Víctima significa ser familiar de alguien? O sea, son todas convenciones y discusiones -que las hubo- y se ha pensado en reparaciones o ayudas de carácter individual. O sea, Chile fue uno de los primeros países que, por ejemplo, le dio facilidades al retorno de los exiliados y exiliadas. Esa es una reparación, si requieres una ayuda para seguir viviendo, para poder afrontar las dificultades específicas ligadas a la vejación sufrida. Esas son compensaciones económicas, son becas de estudio, son servicios de salud, de salud mental. Esas son, si se quiere, reparaciones individuales o familiares.
En Perú fue muy difícil trabajar de esta manera porque fueron comunidades enteras que sufrieron; o en Colombia, donde hubo tantos desplazamientos de poblaciones completas, ¿se va a hacer una reparación persona por persona, se va a hacer una reparación de una reconstrucción de un pueblo arrasado? O sea, el tema de reparación no es un tema fácil y en distintos lugares se ha afrontado de distintas maneras.
Depende de cada realidad…
A mí me gusta analizar los temas de luchas por las memorias y por las reivindicaciones ligadas con el pasado en escenarios específicos, en escenarios que son históricos. El pasado se reactualiza, como se puede ver en los estallidos en Chile cuando decían “no son 30 pesos, son 30 años”. Ahí, el pasado es usado y significado, se le da sentido en función de luchas del presente. La memoria no es pasado, es presente.
Usted ha investigado y escrito extensamente sobre memoria y justicia en contextos de transiciones democráticas. ¿Cómo ve el papel de la memoria colectiva en la preservación de los derechos humanos y la construcción de la democracia, frente a, por ejemplo, la presencia de discursos negacionistas?
Esto tiene que ver con los conflictos de hoy y se traen cuestiones del pasado en función de las posturas de los conflictos actuales. Para ponerlo de manera bastante extrema y heterodoxa en relación con las fuerzas progresistas, el negacionismo nos importa por quiénes son los negacionistas. Usan este argumento en función de la lucha política de hoy. Hay una parte que no es negacionista, sino que es reivindicativa: “porque Pinochet hizo muy bien lo que hizo porque había que acabar con tal cosa”, dicen. Ahí no hay un negacionismo, ahí hay reivindicación. En otros casos, se dice: “ustedes son los más exagerados de la Argentina, no fueron 30 mil los desaparecidos, eso es una mentira”.
Estamos en un momento histórico donde lo que llamamos fake news o posverdad, los argumentos que se usan en las luchas políticas, pocas veces están basados en una información positiva de lo que realmente ocurrió. Entonces, ¿por qué en relación con la dictadura vamos a esperar cosas diferentes de lo que está pasando en los otros campos?
La desinformación permea todas las áreas…
Creo que estamos en un momento muy difícil, en un momento en el cual las fuerzas reaccionarias, las fuerzas anti progreso, las fuerzas individualistas, son importantes en los escenarios políticos y los conflictos, las luchas vinculadas con el pasado dictatorial siguen un patrón bastante parecido o análogo al de las otras cuestiones. Pero esto no solo pasa en relación a la dictadura, esto está pasando en relación a cualquier tema que vamos a tomar: bienestar, o el tema de género, los derechos de las comunidades originarias y los pueblos originarios, de temas de la naturaleza, el cuidado del medio ambiente, o el cambio climático. Estos son todos temas donde hay un patrón sistemático de negación. Entonces, bueno, estamos en un momento muy difícil políticamente en todos nuestros países.
¿Cómo ve el avance de la ultraderecha?
Bueno, en Argentina tuvimos elecciones primarias hace dos semanas y el que más votos sacó es un señor que no se puede creer (Javier Milei) que nunca imaginamos que podía aparecer un candidato de ese estilo. Y bueno, en Italia tenemos a Meloni, y tuvimos a Bolsonaro en Brasil, y tuvimos a Trump en Estados Unidos.
Ante este escenario, uno de los primeros temores es el del feminismo y la pérdida de los derechos de las mujeres.
Creo que hay muchos peligros, pero hay muchos avances. Creo que, en el caso específico de los derechos de género y derechos de las mujeres, de las diversidades sexuales, están en peligro porque hubo avances. Y cualquier conquista hay que cuidarla porque siempre va a haber fuerzas que van a querer volver atrás, no solo con esta cuestión de conservadurismo, sino con una noción de restauración de un orden perdido.
Que las mujeres vuelvan a estar en subordinación, digamos.
No sé si hemos salido de eso. O sea, una cosa es el movimiento feminista y la movilización de las mujeres; y la fiesta, la sororidad. Cuando digo fiesta es el encontrarse, el estar juntas en la comunidad. O sea que, en una visión más tradicional, las mujeres estábamos o estaban muy en su hogar, con poca posibilidad de conformar comunidad con otras mujeres que no fueran la mamá, la hermana, la cuñada. Entonces todo eso está. Ahora, cuando miramos los logros y las transformaciones en la vida de la gente, ¿cuánta transformación hubo? ¿Disminuyó la violencia intrafamiliar? No. La discriminación en el empleo continúa; la paridad en los puestos públicos sigue siendo una ambición y no está. Entonces una cosa es el movimiento y se ha logrado mucho, y otra es que queda mucho camino por recorrer y no va a ser sencillo porque hay fuerzas que están oponiéndose a cualquier avance y a cualquier paso hacia mayor igualdad.
¿Qué claves debemos considerar para instalar la importancia de la memoria y los derechos humanos en las nuevas generaciones?
Soy muy criticada en lo que voy a decir, pero una noción amplia de derechos humanos, no tengo la menor duda que es importante tenerla, que debería venir junto con una noción fuerte de responsabilidad. O sea que hay derechos, pero los derechos de ciudadanía también implican la responsabilidad de la ciudadanía. Entonces, bueno, ¿cómo combinar derechos y responsabilidades? ¿Cómo lograr que los y las jóvenes, las niñas y niños, puedan incorporar una noción de pertenencia a una comunidad social y política? Y aquí Chile es un caso muy especial, donde una de las grandes victorias de la dictadura chilena ha sido la instauración de un individualismo extremo comparado con otros lados, o sea, el nivel de individualismo en la subjetividad, en la manera como la gente piensa y se siente y se incorpora es muy fuerte en Chile, mucho más fuerte que en otros lados, más fuerte que en Uruguay o que en la Argentina, donde el comunitarismo tiene todavía más vigencia. Entonces, una cuestión es si a los niños y niñas les vamos a estar enseñando derechos humanos individuales, también enseñémosles responsabilidades colectivas. Ese es un punto.
El otro punto es cuál es la relación entre memoria y derechos humanos. Memoria del pasado reciente de la dictadura. Y ahí hay un gran signo de pregunta. Los estudios de memoria que yo hice me hacen dudar mucho sobre la relación entre memoria de las dictaduras y memoria de los sufrimientos y democracia. O sea, yo no tengo nada que me pueda decir que la memoria de la dictadura y del sufrimiento es bueno para construir democracia.
El sentido común, es eso, “hay que, hay que, hay que, hay que recordar”. Yo lo que digo es que no existe o no debería existir, yo no veo la urgencia de que tengamos un deber de memoria.
Lo que sí, ciertamente, y me parece importantísimo resaltar, es que tenemos que tener el derecho a la memoria, o sea, tenemos que tener el acompañamiento y el espacio -y aquí es importante los museos, las conmemoraciones y todo lo demás- para quien quiere recordar, que tenga el espacio para hacerlo, que no haya censuras y que haya acompañamiento e inclusive financiamiento del derecho a la memoria, como hay financiamiento para otros derechos. Entonces: derecho a la memoria, sí, deber de memoria, gran signo de pregunta, más bien diría “no”.
Y agrego un tercer elemento importante, muy importante en el plano individual para mí, el derecho al silencio. Si hay alguien que fue víctima y que no quiere, no puede contar lo que le pasó, tiene que tener el derecho a no hablar, a silenciar. O a contar y compartir en los espacios que la persona elija y no que le digan “contá cómo te violaron, contá cómo te torturaron”, ¡Me parece un espanto! La persona elabora los traumas y los sufrimientos que tuvo de la mejor manera que puede y tenemos que respetar esa posibilidad.
Entonces, ¿qué es lo que importa de las memorias? Importan las memorias vivas, la que son incorporadas en las luchas del presente, en la actividad del presente, y no necesariamente solo como rememoración de un pasado que no está incorporado en la vida.
¿Y para las nuevas generaciones?
La dictadura y lo que ocurrió en la dictadura les puede venir bien si en su manera de incorporar o de elaborar o de luchar por sus derechos hoy, ven una continuidad. O sea, lo que importa aquí tiene que ver con la noción de una memoria viva: que los recuerdos del pasado sirven en las luchas de hoy. No es una memoria cristalizada. Esto de recordar para no repetir. No se repite la historia, en sus detalles. ¡Nunca más van a volver a pasar! Podrán pasar cosas horribles, pero de esa manera no volverán a pasar.