Escribir desde el cuerpo, abrir los ojos y mirarse. De eso se trata el libro Imágenes del Cuerpo IM/Propio, recién lanzado por el Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina, CEGECAL, de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. El volumen reúne textos escritos por mujeres y diversidades de distintos colectivos a lo largo de Chile, las cuales ejercen la escritura a partir de sus cuerpos.
En formato de e-book, la publicación es de libre acceso y forma parte de la colección Lelikelen (abrir los ojos en mapudungún). En su realización participaron profesoras y estudiantes de CEGEGAL y del Diplomado de Estética, Feminismo y Crítica del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La compilación estuvo a cargo de la académica del Centro, Kemy Oyarzún, con la edición de Loreto Contreras, colaboradora del Centro Interseccional de Género.
La actividad dio inicio al segundo semestre de los postgrados que imparte CEGECAL, señaló su directora, Darcie Doll, al saludar al panel de invitadas, compuesto por Kemy Oyarzún, la escritora y Premio Nacional de Literatura, Diamela Eltit, y la profesora Patricia Espinosa, directora del Diplomado PUC. Moderó la coordinadora del Magíster del Centro en Estudios de Género y Cultura, Mención en Humanidades, Margarita Iglesias.
En su introducción, la historiadora se refirió a los 50 años del Golpe civil militar de 1973, específicamente a la violencia política y sexual ejercida sobre los cuerpos de las mujeres. La tortura se aplicó incluso a menores de edad y embarazadas, subrayó. “La historia nunca olvida”, enfatizó, “hay hechos que son irrefutables y la violencia sexual no es una leyenda urbana”, dijo, aludiendo a las desafortunadas palabras de la diputada Gloria Naveillán.
Patricia Espinosa, por su parte, señala en el prólogo del libro: “Una diversidad de mujeres se aproxima a su cuerpa, la lee, toca, siente, disfruta, experimenta sensaciones, algunas por primera vez conscientes de este territorio propio al que se le ha negado el derecho a goce. Esta diversidad de mujeres, trabajadoras, asalariadas y no asalariadas, de edades y clases diversas, pertenecientes y no pertenecientes a espacios académicos. El resultado es este volumen, con mínimas firmas autorales en cada texto, porque se trata precisamente de una voz colectiva, diferenciada en sus matices, pero que no desea asumir una identidad sino materializar el agenciamiento de voces. La comunidad, de tal modo, se vuelve un eje de estas escrituras”.
Para Kemy Oyarzún, en tanto, “este trabajo tuvo que ver con algo que para mí es clave: enseñar tiene que ver con escuchar. Escuchar estos relatos sin guía en que cada una se encontró a solas con su cuerpo. ¿Son 50, 500 o 5 mil años?”, se preguntó.
“Mi cuerpo es fuente de placer y tortura/ Mi cuerpo es un refugio frente a lo que me incomoda, pero también es un espacio que me incomoda/ Mi cuerpo es desgarro y es amor, es tristeza y lugar de mi vejez y de lo vivido/Mi cuerpo hoy es un desafío, un lugar de encuentro, de reconciliación y de aprendizaje...”, escribió una mujer del Colectiva por la Defensa de la Semilla”. La autora pertenece a un colectivo de trabajadoras agrícolas, quienes produjeron sus textos al interior de los denominados “Feminarios” o talleres de formación feminista dictados por Oyarzún.
Diamela Eltit fue más allá y dijo que, históricamente, los cuerpos de las mujeres han estado sometidos a las hegemonías del pensamiento dominante. “El cuerpo es y siempre ha sido una trama política”, afirmó, añadiendo que “por ahora esa política pertenece a la hegemonía neoliberal, en la cual las mujeres pierden su calidad de ciudadanas para transformarse en categorías económicas”.
Eso es lo que se trata de romper en el libro, dijo, “estos cuerpos nunca podrían calzar con el cuerpo hegemónico, que no es verificable sobre las carnes de estas mujeres”.