Con gran orgullo, la Universidad de Chile celebra el reciente reconocimiento a una de sus destacadas egresadas, la talentosa artista chilena Cecilia Vicuña, quien ha sido distinguida con el prestigioso Premio Nacional de Artes Plásticas. La travesía artística de Vicuña, marcada por su singularidad y profundidad conceptual, ha dejado una huella imborrable en el panorama cultural no solo de Chile, sino también a nivel internacional. En esta entrevista, Cecilia nos brinda la oportunidad de sumergirnos en su universo creativo, explorando las raíces de su inspiración, las resonancias de su formación en la Universidad de Chile y su perspectiva única, que ha cautivado a críticos y amantes del arte por igual.
Desde sus días como estudiante en la Casa de Bello hasta su consagración como una de las figuras más influyentes en las artes plásticas contemporáneas, la historia de Cecilia Vicuña se entrelaza con la esencia misma de la Universidad de Chile. Los hilos narrativos que han tejido su carrera, las experiencia que han moldeado su visión artística y sus vínculos con nuestro plantel son algunas de las preguntas que responde la Premio Nacional de Artes Plásticas 2023 a Prensa Uchile.
- ¿Cómo ha influido su formación en la Universidad de Chile en su desarrollo como artista?
La Universidad de Chile ha influido en todo, porque yo pertenezco a una familia de varias generaciones que se educaron en la Universidad de Chile. Entonces, la influencia de la Universidad en mi familia data, que yo sepa, desde la época de mis abuelos. Entonces, mi familia nunca se imaginó otra universidad más que la Universidad de Chile.
Entonces, yo creo que la Universidad de Chile era como EL lugar donde se acogía el librepensamiento, donde se acogía -dos generaciones antes que yo- el pensamiento no religioso. Entonces, eso creó en mi familia un ambiente de mucha libertad, mucha flexibilidad y mucha apertura hacia las ideas, de pasión, de amor por el conocimiento. Todo el círculo donde yo crecí, eran casas repletas de libros y de arte. Entonces, la universidad y la cultura de mi familia estaban entrevesadas, intensamente ligadas.
- Fue una ceremonia muy emocionante cuando vino a la Universidad a recibir la distinción Doctorado Honoris Causa.
Yo lloré ese día. Porque para mí, ese premio no era para mí, era para esta línea de pensamiento y de creación. Porque yo creo que la creación, para que sea plena tradicionalmente, siempre se ha transmitido en linajes que vienen, que no son necesariamente linajes biológicos, sino linajes de sensibilidad, de amor, de pasión. El premio me emocionó muchísimo por eso, porque para mí se estaban premiando a mis abuelos, a mis tías, todos ya muertos. Porque sin esa creación yo no sería la persona que soy. Me acuerdo de ser chiquitita, gateando en el taller de mi abuelita, que era escultora. Entonces, eso, yo creo, como se decía antes, uno lo mama.
- Se impregnó de ese conocimiento desde muy pequeña...
Exacto. Yo creo que el conocimiento más importante, que es el conocimiento a través del arte y la poesía, no es un conocimiento intelectual solamente, sino que es mucho más profundo que eso, porque es intelectual y visceral, racional e irracional, es de todas las dimensiones. Es lo que se llama un modo de sentir, un modo de ser. Eso yo lo viví en mi familia, un modo de ser en el arte, vivir en el arte.
- Ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas es un logro destacado ¿Qué significado tiene para usted este reconocimiento a su carrera artística?
Bueno, esa idea de la carrera artística es una idea foránea al arte, pero también a la creación y a los artistas. Yo nunca he estado en una carrera. Yo he estado en una investigación, en una exploración, en un viaje interior. Entonces, en ese sentido, el premio es un premio a la aventura de ese viaje interior. Por eso es muy emocionante, porque el valor de un modo de sentir es lo único que nos puede llevar hacia otra cultura, a otra realidad que no sea tan deshumanizante y brutal como lo que estamos viviendo ahora.
Estamos en un momento de genocidio y de ecocidio. No hay otros nombres para nombrarlo. Estamos matando todo lo que vive. Estamos matando las lenguas, las culturas, los pueblos. Es algo monstruoso. Y eso es posible porque se ha privilegiado una sola forma de conocimiento, que es la forma, digamos, de lo mensurable y de lo racional. Y eso es solamente una dimensión de lo humano. No es ni la mejor, ni la principal, es solamente una.
- Su obra se caracteriza por su relación con la naturaleza y la política ¿Cómo ve que el arte puede ser una herramienta para abordar temas socioambientales importantes en la actualidad?
Precisamente siguiendo ese sentido, que no solamente es una idea, sino que es también un sentimiento y una rabia, un amor y una lucidez, es decir, un sentimiento de una complejidad radiante que hace que uno se indigne frente a la destrucción del mar, por ejemplo, frente a la muerte de los ríos. Yo creo que, a partir de esa indignación, que es una indignación llena de amor, no una indignación destructiva, -es muy diferente la rabia que viene del amor-, por ejemplo, en el mundo del pensamiento budista, los grandes budas son muy furiosos, pero furiosos frente a la injusticia, furiosos frente a la destrucción, no los unos contra los otros, es muy diferente. Una rabia amorosa, una rabia que tiene conciencia de mantenerse en todo lo que sea, unir, en todo lo que sea transformar.
- La interconexión entre lenguaje, arte y activismo es evidente en su obra ¿De qué forma el arte puede provocar reflexiones y cambios en la sociedad?
Bueno, la respuesta a esa pregunta tiene que venir de parte de la sociedad. El artista o la artista puede ir a ese estado, desde el cual uno ve lo posible, el potencial de transformación. Entonces, es desde ahí que el arte y el activismo pueden servir, porque primero uno tiene que abrirse a ese servicio, porque es un servicio.
El arte ha existido por millones de años. Cada vez se encuentran testimonios más antiguos, de hace 100.000 años, 300.000 años. Entonces, la perspectiva de lo que es la humanidad y de lo que es el arte está cambiando en este momento. Porque antes se pensaba que el arte más antiguo tenía 30.000 años y ahora ya sabemos que no. Ahora, por ejemplo, se han encontrado testimonios de proto-humanos, o sea, seres que todavía parecían monos y ya hacían arte, ya hacían signos. Entonces, eso cambia todo. Y esa capacidad de que el arte participe como una fuerza transformadora tiene que ser mutua. Es decir, la sociedad tiene que ver al arte así para que el arte pueda efectivamente tener esa fuerza.
Antes del Golpe, era así. Chile naturalmente, como cultura criolla, mestiza, había creado esa posibilidad. Yo me acuerdo, por ejemplo, de las ferias de arte, miles y miles de personas, y cómo se mostraba ahí el arte más elevado de Chile y el arte más popular y humilde, todo junto.
- ¿El Golpe de Estado vino a eliminar esa rica realidad cultural y social?
A matar por completo, porque la cultura popular fue borrada y solamente ha sido tolerada la cultura de elite. Entonces, los artistas ahora están aislados. Eso es muy terrible para la sociedad y para los artistas.
- ¿Qué podemos hacer para que vuelva a ser así?
Tiene que haber una voluntad, como te decía, mutua. Desde la educación, los educadores artistas tienen un rol fundamental. Las instituciones deben invitar a los artistas y los artistas ofrecerse, acercarse a la educación, eso sería una forma. Antiguamente los artistas, por ejemplo, tenían participación en los medios de comunicación de masas. Ahora los medios de comunicación de masas están exclusivamente en manos de las fuerzas del poder económico.
Yo crecí en un país donde la televisión era solamente universitaria. Yo tuve dos programas de televisión a los 20 años. Ese era otro Chile, pero para que Chile vuelva a ser así, un espacio de creación, tiene que haber esa voluntad desde muchas partes de la sociedad. Y sentirnos con derecho a ser nosotros mismos. Se extrajo el derecho a ser nosotros mismos.
- ¿Qué le diría a las niñas y niños curiosos que serán nuestros próximos artistas?
Que no acepten límites impuestos por la sociedad ni por el entorno. El único límite es el límite de la imaginación. Y la imaginación, por definición, es ilimitada, infinita.