Revista Mapocho: los discursos de incorporación a la Facultad de Filosofía y Humanidades

Discursos de incorporación a la Facultad de Filosofía y Humanidades

El nuevo edificio que hoy alberga a la Facultad de Filosofía y Humanidades, aparte de una necesidad física, se entendió, por parte de la Iniciativa Bicentenario como una forma de reparar el daño profundo que la dictadura infligió a la comunidad universitaria y, en particular, a esta Facultad.

Dada esa circunstancia, en el acto de inauguración de las nuevas instalaciones, el entonces decano Carlos Ruiz Schneider recurrió a un texto de su propia autoría, junto con Alan Martin, académico del Departamento de Filosofía, que recoge discursos de incorporación a la Facultad de personajes relevantes en su historia, los que ofrecen definiciones fundamentales del sentido y quehacer de la Facultad, donde la educación juega un rol central.

Como lo afirma Ruiz, “el objetivo es profundizar nuestro conocimiento sobre un momento relevante en la construcción de la Universidad de Chile, mediados del siglo XIX, y de lo que ella significa para la historia nacional, a través de figuras destacadas de la Facultad de Filosofía y Humanidades que dejaron su visión sobre la educación en sus discursos de incorporación a la Facultad, y con ello contribuyeron a la construcción de la República”.

Todo esto ocurría en la víspera del cincuentenario del Golpe Militar. Por eso Ruiz Schneider señalaba que recoger estas reflexiones y “rastrear sobre las capas más antiguas de nuestras instituciones es avanzar en comprender lo que los quiebres históricos transforman. Una vía de comprensión del actual devenir histórico es volver la mirada a momentos y procesos que están en la génesis de lo que cambió en Chile luego de la dictadura militar”.

La relevancia de este trabajo y el valor de los discursos recogidos, hizo que el documento completo fuera recogido por la edición 93 de la Revista Mapocho, ofreciendo una ampliación de públicos y alcances significativos.

Los siguientes son algunos pequeños fragmentos seleccionados, con la intención, nada de oculta, de que se visiten las páginas de Mapocho, para su lectura completa: 

Un primer discurso relevante nos lleva  a Ignacio Domeyko y el propio Andrés Bello. En su reseña, Ruiz comenta y cita:

“Aunque las concepciones básicas de ambos autores nos hacen sospechar algunas discrepancias, Bello defiende también, por ejemplo, la centralidad del valor del orden, como producto de la educación. Pero, por sobre todo, ambos convergen en que no todos los niños, y sobre todo los jóvenes, pueden recibir igual educación y que esta tiene que adecuarse a la condición social de los educandos.

“En términos de estas ideas, sostiene Domeyko que, partiendo de los conceptos esbozados sobre la instrucción pública, observaremos desde luego que habiendo en Chile como en todas las naciones del mundo dos clases (no hablo de las clases privilegiadas, porque aquí no las hay ni las debe haber) que son:

La clase pobre que vive del trabajo mecánico de sus manos y a la cual, ni el tiempo, ni el retiro en que vive, ni sus hábitos, costumbres y ocupaciones permiten tomar parte efectiva en los negocios públicos, aunque la Constitución les diese facultad para esto.

La clase que desde la infancia se destina para formar el Cuerpo Gubernativo de la República, y que por esto influye directamente en todo lo que puede suceder de bueno o de malo a la nación.

La instrucción pública debe también dividirse en dos ramos que son: Instrucción primaria, para la primera clase. Instrucción Superior para la segunda clase.

Otro discurso considerado en este trabajo nos pone de cara a Bello y una notable pregunta: “¿Quién prendió en la Europa esclavizada las primeras centellas de la libertad civil? ¿No fueron las letras? ¿No fue la herencia intelectual de Grecia y Roma, reclamada, después de una larga época de oscuridad por el espíritu humano?

En esta Universidad, la sección de filosofía y humanidades, tiene la cualidad de pulir las costumbres y afinar el lenguaje, haciéndolo un vehículo fiel, hermoso, diáfano de las ideas; nos pone en contacto, por medio del estudio de otros idiomas, vivos y muertos, con la antigüedad y con las naciones más civilizadas cultas y libres de nuestros días. Forma la primera disciplina del ser intelectual y moral, expone las leyes eternas de la inteligencia a fin de dirigir y afirmar sus pasos, y desenvuelve los pliegues profundos del corazón para preservarlos de extravíos funestos, para establecer sobre sólidas bases los derechos y deberes del hombre.

Otra reflexión que proponen Ruiz y Martin, nos lleva al discurso de Gregorio Víctor Amunátegui, que consideran “probablemente más interesante para nuestro propósito. Su punto de partida es que la Facultad tiene como objeto...la formación no de jurisconsultos, o de teólogos, o de ingenieros, sino de ciudadanos[...] se propone el adelantamiento no de la ciencia o de una profesión [...] sino el adelantamiento de la ciencia de la vida [...] difundir por el país y aclimatar en él las ideas jenerales sobre toda materia, que son el honor y la propiedad del género humano [...]en una palabra debe enseñar a pensar y enseguida expresar el pensamiento con esa forma que da a las ideas una vida durable”

Sólo tres ejemplos de un documento que en sus más de 30 páginas nos lleva a reconocer  ideas y repensar paradigmas. O, como dice Carlos Ruiz Schneider, “queremos contribuir a incitar a nuestros y nuestras estudiantes y académicos, a interesarse y estudiar en profundidad la historia de nuestra Facultad y el significado de su trabajo intelectual, en la perspectiva de una reflexión sobre nuestras tareas actuales”.