Soledad Burgos, académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, destaca por su trayectoria orientada a la cooperación con comunidades en las cuales ha buscado potenciar una mayor cercanía desde la academia. “Queremos continuar cultivando relaciones con la comunidad de la forma en que lo hemos hecho ahora, de manera respetuosa y horizontal”, afirma.
Desde el estallido social y la pandemia, a través de asambleas territoriales en la comuna de Independencia, Burgos estableció un importante vínculo con vecinas y vecinos en torno a la exploración de las condicionantes de la salud barrial y estrategias comunitarias para su cuidado. Esta experiencia, comenta, fue clave para postular junto a su equipo el proyecto que más tarde sería ganador del Fondo Valentín Letelier.
La iniciativa apoyada por la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones tiene como objetivo contribuir a la reflexión-acción y politización de los cuidados comunitarios desde los saberes y prácticas de los distintos actores territoriales y universitarios, articulados en la comuna de Independencia. De esta forma, buscan construir una línea de formación popular orientada a la acción con vecinos/as para ampliar los marcos y enfoques de lo que habitualmente se reconoce como cuidado en la vida y salud de las personas. Burgos se aventuró en este desafío que relata a continuación.
- ¿Cuál es el origen de este proyecto que vincula a la Universidad con las comunidades?
La antesala previa de esta iniciativa se gesta desde la revuelta social y en el período de pandemia, la primera muy importante para poder develarnos en sectores de la comunidad y entender que los integrantes de la colectividad universitaria somos personas que estamos interesadas y deseosas de construir otros mundos posibles.
Como antecedente, en la Facultad de Medicina de la Universidad se hicieron muchos cabildos desde el 2019 y hasta un poquito antes de la pandemia, en que se generaron muchas iniciativas a nivel nacional de encuentros, en donde se discutió sobre salud, naturaleza, territorio y otras muchísimas temáticas. En estas reuniones tuvimos la posibilidad de acercarnos como académicos a intercambios muy interesantes con la comunidad, en instancias de colaboración, solidaridad y apoyo mutuo en asambleas territoriales de Independencia.
Por primera vez, se concretaba algo que tenía que ver con una mirada mucho más horizontal de relacionarse con organizaciones, no de una forma vertical de académicos que “van a contarles cosas a la gente sobre cómo cuidarse”, sino que fue un acercamiento horizontal.
- ¿Cómo comienza su trabajo con las comunidades?
Siempre me he relacionado con proyectos de extensión. Para mí son muy importantes, pues son una forma de establecer una relación temprana con organizaciones sociales que quieren trabajar la investigación y la docencia desde otras lógicas.
Entonces, desde el programa en el que estoy en la actualidad, llamado “Salud y comunidad”, y desde la Escuela de Salud Pública, he podido ir fortaleciendo esa línea de trabajo, siempre muy vinculada al quehacer, a los saberes y las prácticas de organizaciones que están defendiendo y luchando por derechos humanos, derechos sustantivos, derechos al territorio y a tomar decisiones. Esa es la síntesis respecto a los Fondos Valentín Letelier y a los proyectos de extensión en general.
- ¿Qué papel desempeñan las organizaciones en este proyecto?
La impronta del proyecto es que viene desde las organizaciones que están involucradas políticamente, no en lo partidario, sino que con una mirada respecto de las cosas que le ocurren a los vecinos y a las vecinas que siempre tienen una mirada más allá. En este sentido, coloca por delante el tema de la justicia, de la equidad de género, de las formas alternativas para ir construyendo salud. Por esto, se denomina “Politizando los cuidados”. La idea no es ir a atender con lógicas asistenciales, sino que poner en debate las temáticas que interesan desde la base comunitaria y que le aportan a las organizaciones.
- ¿Cuáles son los avances logrados a través de este proyecto?
En primer lugar, la misión de la Universidad de Chile y la Escuela de Salud Pública es la vinculación con el territorio. Hay un mandato de responsabilidad colectiva en hacerse parte de situaciones que ocurren en el propio territorio y construir desde ahí, ser un actor más. Este es el desafío y resultado del proyecto, darle cuerpo a la idea de que el conocimiento se construye entre muchos personajes involucrados que están fuera y dentro de la academia.
Lo segundo es el fortalecimiento de las redes. Cuando la Universidad se ausenta de estos espacios solo hay pérdida, se merman los espacios para que los estudiantes, docentes y las comunidades puedan aprender, ya que a través de estos proyectos se van estrechando lazos.
Por último, las organizaciones tienen un conocimiento muy importante que lo construyen con sus vecinos y vecinas, pero muchas veces no llega a concretarse, de darle una forma para que puedan reproducir o replicar con sus comunidades, entonces la interacción con académicos y estudiantes va cimentando ese conocimiento.
- ¿En qué parte de su proceso va el proyecto?
En este momento terminamos el trabajo del primer semestre, donde se llevaron a cabo tres talleres que tenían varias sesiones. El primero fue el taller de “Memoria de objetos y mujeres”, luego el de “Higiene postural y cuidado”, y -por último- se realizó el taller de autoconocimiento denominado “Liberar la vida”. El primer bloque estuvo enteramente destinado a mujeres y a diversidad sexual, que era algo que en el papel no teníamos definido como grupo objetivo, pero efectivamente desde la comunidad todo es mucho más diverso. Estos cumplieron su propósito en el sentido de reunir a las personas que, de alguna manera, tenían una necesidad de activarse en redes de trabajo dentro de la propia población, dentro de la comunidad, de desarrollar reflexiones profundas respecto de los temas.
- ¿Qué marca deja hasta ahora este proyecto en la comunidad de Juan Antonio Ríos?
El taller de higiene postural continúa hasta ahora. Nosotros como parte del proyecto llegamos hasta cierta instancia, pero este cobró vida propia. Probablemente, va a ser un taller que la población misma adopte como suyo, ya que los vecinos y vecinas movilizan esos saberes, están ahí y viven allí. Permite que las personas se conozcan y crear lazos de confianza que nadie quiere romper luego que se terminan estas iniciativas.
- ¿Cree que este vínculo pueda seguir fortaleciéndose a futuro?
La Universidad es un actor más dentro del territorio y las organizaciones. Después de estos años -desde el 2019 hasta ahora- nos reconocen como un personaje más que contribuye, que aporta. Queremos continuar cultivando relaciones con la comunidad de la forma en que lo hemos hecho ahora, de manera respetuosa y horizontal.