Santa Cruz, periodista y licenciado en Ciencias Sociales, –quien también es profesor de los ramos Estudios Latinoamericanos en comunicación y ha impartido diversos electivos sobre revistas (de cine, deportivas y femeninas)– retrata en su libro Un periodismo cortesano. Prensa y sociedad en el Chile del siglo XXI cómo la prensa nacional se convirtió en una empresa permeada por la hegemonía de los grandes conglomerados que inhabilitan la pluralidad de voces, expresiones y pensamiento crítico.
En su libro, usted hace un recorrido por el periodismo chileno y su sociedad, ¿cuál es la importancia de tener presente la historia del periodismo chileno al momento de estudiar o ejercer este oficio?
Es muy importante por una razón. Lo que intento explicar en el libro es que el periodismo se ha hecho antes de muy diversas maneras a lo largo de la historia. Por eso, cuando uno estudia periodismo, tiene que conocer el campo, su historia y su presente. Debemos entender cómo funciona, qué actores hay, cómo está organizado, qué lógica tiene y de dónde viene todo eso, porque la historia no es un conjunto de momentos que empiecen y terminen en sí mismos. La gente no lo ve así, y se utiliza la frase de 'esto está superado', como si esto no nunca más pudiese ocurrir. Pero cuando se analizan los fenómenos históricos, justamente se descubre lo contrario: que la historia es un conjunto de procesos. Es una cosa en movimiento, no es estática ni congelada, pues tiene rupturas y continuidades.
Tengo la sensación de que los jóvenes se preguntan qué conexión tiene la historia con su realidad particular, cuál es la relación con ellos. Yo lo grafico como sacar del freezer una cosa congelada, mostrarla en clases, para después 'guardarlo' nuevamente. Eso es no entender que la historia es parte de nosotros o que nosotros somos parte de esa historia. Como dice Gramsci, la historia ha dejado huellas en nosotros, aunque uno no lo perciba. Por ello, si queremos hablar del periodismo del siglo XXI en Chile, tenemos que mirar hacia atrás y ver cómo llegamos a esto. Si uno no mira hacia atrás, no puede mirar para adelante y sólo vivirá el presente. El problema de eso, es que se comienzan a naturalizar las cosas.
Con esta audiencia nómade y dispersa, que usted caracteriza en el libro de tener esta subjetividad neoliberal, ¿cómo cree usted que el periodismo puede conectar con ellos y ellas sin perder calidad en el contenido?
Es muy difícil, porque esta subjetividad neoliberal es una manera de ser, no solo de pensar. Es una manera de vivir que está enmarcada en un conjunto de principios de la visión de mundo liberal. Esta concibe, por ejemplo, que la sociedad esté compuesta por individuos e individuas y que ellos sean la sumatoria de eso. Y eso es absolutamente discutible. Hay muchas otras visiones de mundo, y las hubo en el siglo XX, que considera a la sociedad como la articulación dentro de las comunidades. Pero esta subjetividad se ha impuesto por diversas razones de carácter histórico, como lo es la caída del bloque soviético, el fin de la Guerra Fría, la forma en que Chile sale de la dictadura con la llamada transición pactada, etc.
Aquí, lo predominante es la heterogeneidad y la fragmentación y eso ha repercutido en la forma de hacer periodismo. Eso lo vemos en los nichos de mercado y en las audiencias segmentadas. Entonces no es una tarea fácil, pues quien debe poder dar una mirada global es el periodista. Ser capaz de articular y conectar las cosas. Hay que tener en cuenta el siguiente principio; que todo es más que la suma de sus partes, y que la sociedad no es una sumatoria de individuos e individuas. El periodista debe estar buscando sentidos, el sentido de las cosas.
Ese es uno de los llamados que hace usted en su libro, ¿que los periodistas tienen que buscarle el sentido a las cosas?
Sí, lo que uno le pediría a los periodistas es encontrarle el sentido a las cosas, pero más allá de lo evidente. No conformarme con la primera explicación que le dan. Preguntar siempre el por qué, el para qué, a quién le interesa esto, a quién beneficia y a quién perjudica. Hay que llenarse de preguntas. Hay una pérdida de lo crítico, de ser capaz de analizar lo que se dice y lo que ocurre. No se trata de pelear, cortar al entrevistado o cuestionar todo lo que está diciendo. Raquel Correa es una gran modelo de cómo es hacer una entrevista crítica.
En su libro se entiende que hay una falta de cuestionamiento en general. Incluso a nivel social.
Sí, claro. Todo se da por hecho. Todo es obvio. Todas las cosas son porque sí. Eso es naturalizar las cosas. Si yo me pregunto, por ejemplo, por el orden económico del país o el orden de la previsión social, la respuesta es 'bueno, porque así es nomás'. La fragmentación, la no mirada de la totalidad y los procesos históricos, facilita que se consolide ese estatuto de la naturalización de las cosas.
Usted ejerció periodismo, ¿cómo vivenció las transformaciones sociales y el cambio tanto de la audiencia como en los contenidos?
Lo ejercí muy poco, dos veces en la vida. Me titulé en enero del 73, y trabajé en periodismo hasta el 11 de septiembre, un poquito antes que empezaran a sonar los bandos militares. Yo trabajé en la revista Punto Final. Y en los 90 escribí columnas en la revista deportiva Don Balón. Recuerdo que en el gobierno de la Unidad Popular, toda la sociedad se activó en torno a los grandes problemas del país. El periodismo de entonces se incorporaba al debate y a la solución de esa crisis. Era una vida muy intensa, en la que te sientes participando en algo importante, en algo que va a cambiar el país. Tu subjetividad la subordinadas absolutamente. La individualidad y tus intereses pasan a segundo término porque había algo más importante. Por eso, las formas de hacer periodismo también eran distintas. No digo que esto haya sido bueno, pero en ese entonces se sentía un nivel de cercanía con el medio en que se trabajaba y con sus ideas.
Según su libro, el periodismo se ejerce de una forma bastante monótona y siempre respondiendo a los poderes, ¿de qué forma se puede evitar seguir esta lógica instalada y cambiar un poco el rumbo del oficio?
No se puede hacer de una manera individual. Ahí es cuando la tecnología te permite desarrollar un espacio o encontrar alternativas. En el libro más o menos explico que el campo periodístico es una especie de pirámide, en la que hay una cúpula. De ahí vienen una serie de capas, en las cuales se pueden ir desarrollando otros tipos de iniciativas, ya sea páginas webs, diarios u otros campos de comunicaciones. Pienso que ahí se puede generar un proceso. Pero no es fácil y puede demorar varias décadas, porque hay que transformar la estructura del campo.
La dictadura eliminó casi todo el campo periodístico y este después no volvió a restituirse. Y lo que quedó, se le instaló un eje que es el de mercado. Hoy, como dice Bourdie, ya no se pelea por el famoso golpe periodístico, se pelea por la primicia. El periodismo del siglo XX no era así. Pero ya no se puede restituir el pasado. Lo que hay que hacer es imaginar y pensar un futuro, un nuevo periodismo, y buscar la manera de cambiarlo colectivamente. Se podría ir introduciendo cambios graduales o tener una instancia como una Asamblea Constituyente. Esto podría ser una buena ocasión para remodelar la estructura del campo.