El profesor Mateo Valero, director del Barcelona Supercomputing Center y pionero en supercomputación a nivel mundial, estuvo de visita en nuestro país para recibir el máximo reconocimiento académico que otorga la Universidad de Chile: el título de Doctor Honoris Causa. Además, participó en la Conferencia Latinoamericana de Computación de Alto Rendimiento (CARLA 2024), cuyos anfitriones fueron el Laboratorio Nacional de Computación de Alto Rendimiento (NLHPC) y el Centro de Modelamiento Matemático (CMM), donde compartió su visión sobre el futuro de la supercomputación y la inteligencia artificial. "Sin la supercomputación, la inteligencia artificial estaría en su invierno polar", dice.
El catedrático de Arquitectura de Computadores en la Universidad Politécnica de Cataluña ha publicado más de 700 artículos y ha recibido numerosos premios, incluyendo el Premio Eckert-Mauchly y el Seymour Cray de la IEEE. Es Doctor Honoris Causa por 12 universidades y miembro de múltiples academias científicas. Su labor se ha enfocado en el desarrollo de procesadores y supercomputadores de altas prestaciones, así como en fomentar la colaboración científica internacional.
Conversamos con el profesor Valero sobre su relación con Chile, los avances en supercomputación y los desafíos de la colaboración científica entre América Latina y Europa. "Necesitamos fomentar proyectos conjuntos y una inversión sostenida en ciencia y tecnología entre América Latina y Europa", asegura el académico.
- ¿Cuál fue la razón principal de su visita a Chile?
Vine a participar en el Conferencia CARLA 2024, que reúne a investigadores latinoamericanos en supercomputación. He asistido en ediciones anteriores en Buenos Aires y Cartagena de Indias. Cuando me dijeron que este año sería en Chile, no lo dudé. Además, me siento muy honrado porque la comunidad decidió establecer un premio que lleva mi nombre, destinado a personas que han colaborado en fortalecer la relación entre Latinoamérica y Europa en este campo.
Por otra parte, recibí la grata sorpresa de que la Universidad de Chile decidió otorgarme el título de Doctor Honoris Causa. Es un honor enorme que agradezco profundamente.
- Usted tiene una relación estrecha con Chile. ¿Cómo se ha dado ese vínculo?
Sí, desde hace muchos años tengo una conexión especial con Chile. En 1995 vine por un proyecto europeo que instaló aquí una máquina de 16 procesadores. Además, un colega chileno, Tomás Lang, que desgraciadamente falleció hace seis años, fue muy importante en mi carrera. Él estudió en esta universidad y trabajamos juntos en Barcelona. Fue mi mentor y me enseñó muchísimo, no solo en lo técnico sino en la forma de abordar la investigación con pasión y dedicación.
- En su charla mencionó el impacto de la inteligencia artificial en la supercomputación. ¿Cómo ha cambiado este campo con el auge de la IA?
La supercomputación ha evolucionado enormemente. Gracias a los avances tecnológicos, hemos podido reducir el tamaño de los transistores a niveles nanométricos. Esto ha permitido construir procesadores más rápidos y eficientes.
La inteligencia artificial, especialmente el aprendizaje automático y las redes neuronales, ha resurgido gracias a la disponibilidad de grandes volúmenes de datos y la potencia de cálculo de los supercomputadores. Ahora, IA y supercomputación están en una relación simbiótica. La IA necesita de la supercomputación para procesar y analizar enormes cantidades de información, y la supercomputación se beneficia de la IA para optimizar sus propios procesos y diseño de hardware.
- ¿Cuál cree que es el mayor desafío en la colaboración científica entre América Latina y Europa?
El desafío principal es fomentar proyectos conjuntos y una inversión sostenida en ciencia y tecnología. He trabajado mucho para promover la colaboración entre ambas regiones, creando redes como la Red Iberoamericana de Supercomputación. Sin embargo, es fundamental que los gobiernos inviertan más en investigación y desarrollo. Necesitamos infraestructuras compartidas, como supercomputadores, que permitan a los investigadores latinoamericanos participar en proyectos de alto nivel y aportar soluciones a problemas globales.
- Ha sido pionero en arquitectura de computadores y cuenta con múltiples reconocimientos. ¿Cuál considera su mayor contribución al campo?
Más que mis logros individuales, me enorgullece haber formado y trabajado con gente más inteligente que yo. He dirigido a 58 doctorandos y nuestra "familia" académica supera las mil personas en todo el mundo. Juntos, hemos contribuido a hacer procesadores y supercomputadores más rápidos y eficientes.
Si tuviera que destacar una contribución, sería mi convicción de que las arquitecturas vectoriales, que algunos pensaban obsoletas, seguirían siendo relevantes. Defendí que en 25 años serían fundamentales, y efectivamente, hoy son la base de los supercomputadores de altas prestaciones.
- Mirando al futuro, ¿cómo ve el desarrollo de la computación cuántica y su relación con la supercomputación y la IA?
La computación cuántica aún está en una etapa temprana, en lo que llamamos su "invierno polar". Aunque hay avances, aún enfrenta grandes desafíos de ingeniería, como la creación y control de los qubits a gran escala. Sin embargo, cuando madure, podrá resolver problemas que hoy son intratables incluso para los supercomputadores más potentes.
La inteligencia artificial y la supercomputación clásica seguirán siendo esenciales. Es probable que en el futuro veamos una integración de estas tecnologías, donde la IA ayude en el desarrollo de la computación cuántica y viceversa.
- Algunos científicos muestran preocupación por los posibles riesgos de la IA. ¿Cuál es su postura al respecto?
Toda tecnología poderosa tiene un doble filo. La IA ofrece enormes beneficios, pero también puede ser mal utilizada si no se regula adecuadamente. Es fundamental establecer marcos éticos y de transparencia, asegurando que los algoritmos sean justos y libres de sesgos. La trazabilidad y la responsabilidad en el diseño y aplicación de la IA son fundamentales para evitar daños y construir confianza en estas tecnologías.
- ¿Qué mensaje le gustaría entregar a Chile y al mundo en estas temáticas?
La ciencia es el mejor instrumento que tiene la humanidad para hacer un mundo feliz. Si fomentamos la colaboración entre países e instituciones, podemos crear un tejido social más fuerte que prevenga conflictos y atrocidades. Animo a los jóvenes a dedicarse a la ciencia, no para hacerse ricos, sino para contribuir al bienestar global. He decidido no ser rico, pero intento ser feliz, y creo que la ciencia ofrece esa oportunidad de realización personal y colectiva.
- Finalmente, ¿cómo recibió la noticia de ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Chile?
Fue una sorpresa y una alegría inmensa. Es un honor que llevaré con mucho orgullo y responsabilidad. La Universidad de Chile es una institución de gran prestigio y tradición, y formar parte de su comunidad académica es un privilegio. Espero seguir colaborando estrechamente con ustedes y contribuir al desarrollo de la ciencia y la tecnología en Chile y América Latina.