“Ser elegida como miembro de la Academia Chilena de Medicina es un reconocimiento al trabajo de docencia e investigación que hemos hecho en el Idimi respecto de la diabetes en el niño y adolescente. La verdad es que cuando ingresé a la Universidad de Chile ya había grupos que se dedicaban a esto, pero el avance que ha habido en los últimos 20 años en la que creo que hemos un aporte significativo, tanto en el progreso en la investigación, la mejora en los tratamientos y en la formación de especialistas. Hemos formado médicos entrenados en el tratamiento de la diabetes infantojuvenil que hoy se desempeñan a lo largo de todo el país y desarrollamos una línea de generación de nuevos conocimientos. Pero, además, he participado en los consensos nacionales e internacionales para establecer las bases terapéuticas para la diabetes en niños, y eso ha sido muy significativo para mí”, dice la doctora Codner.
De hecho, hace énfasis en lo último: “me tocó participar de la creación de las primeras guías GES 2004 para el tratamiento de la diabetes tipo 1 en niños, pues fue parte de las primeras 25 enfermedades que contaron con esta cobertura, y luego, en su actualización el año 2011. Y volví a participar este año en la redacción de las nuevas guías de práctica clínica; espero que tanto la canasta GES y la Ley Ricarte Soto sean actualizados. He tenido el desafío y el honor de contribuir a las políticas nacionales de salud en mi ámbito, lo que ha sido fundamental en mi carrera”.
Contribución al país
Es así como la doctora Codner recuerda que “cuando escribimos las primeras guías clínicas lo que queríamos era que los pacientes tuvieran acceso a insulina para múltiples dosis y monitoreo de glicemia, y se logró el tratamiento oportuno y precoz con múltiples inyecciones de análogos de insulina y cuatro mediciones diarias de glicemia capilar”. Eso se ha mantenido desde entonces, añade, “pero la verdad es que ese esquema está obsoleto. El tratamiento actual debería ser con un sensor de glicemia intersticial en tiempo real. Además de eso, la evidencia referida a los beneficios de usar bombas automáticas de insulina es demasiado sólida, pero la Ley Ricarte Soto sólo las garantiza a un grupo escaso de pacientes en Chile”.
En ese sentido, saliendo al paso del argumento de los costos de implementar un acceso más amplio a estas formas de terapia, la especialista señala que “hay algunas marcas de equipo de monitoreo continuo de glicemia cuyo valor no es muy diferente al que tendría usar de seis a diez cintas capilares al día. Y la bomba de insulina automática es una inversión con beneficios futuros, porque ahorra gastos posteriores en diálisis o en el tratamiento de complicaciones como la retinopatía diabética. Por lo mismo, pronto en Reino Unido todos los pacientes con diabetes 1 van a acceder a bomba automática, de forma gradual, priorizando seguramente a la población de mayor riesgo, pero todos van a acceder. Ojalá Chile pudiera implementar algo así”.
¿Cómo ha sido el cambio epidemiológico desde que usted inició su línea de investigación hasta ahora?
En términos epidemiológicos ha habido muchos cambios; primero, teniendo en cuenta, pero no se sabe por qué, los países a medida que mejoran sus condiciones económicas, aumenta la prevalencia de diabetes 1, entonces tenemos muchos más casos que hace 20 o 30 años. Pero, además de eso, son personas que están luchando con el sobrepeso, igual que toda la sociedad, entonces hay algunas características del tratamiento que son diferentes. Y, por otra parte, como ha aumentado la diabetes 2 en los jóvenes, tenemos mujeres con esta enfermedad que quedan embarazadas y tienen hijos con algunas características que estamos estudiando que podrían ser condicionantes patológicos.
“Pero, fundamentalmente, el sobrepeso y la obesidad han tenido un rol en las complicaciones de la diabetes, pese al mayor acceso en países desarrollados a una mejor atención médica y a nuevos medicamentos y líneas de tratamiento, así como el sedentarismo en los niños, situación que se agudizó en pandemia. Tenemos un ambiente que en este minuto no está saludable”, señala.
De hecho, añade, debido a la pandemia “hubo un aumento de los casos de diabetes 1 en esa época; pero, además, de casos de pubertad precoz y pubertades rápidamente progresivas, que es un trabajo que estamos haciendo ahora y que ocurrió en diferentes partes del mundo: como los niños y adolescentes se quedaron en la casa, con mayor sedentarismo y un exceso de aporte nutricional, aumentó la pubertad precoz y rápidamente la menarquia”.
Prestigiosa carrera
La doctora Ethel Codner se tituló como médico cirujano en la Pontificia Universidad Católica, hizo su especialidad como pediatra en el Hospital Roberto del Río, campus clínico de la Universidad de Chile; entre 1995 y 1997 realizó su especialización en Endocrinología Infantil en el Instituto de Investigaciones Materno Infantil y su fellowship en Diabetes en la Universidad de California, San Diego, entre 1997 y 1998.
Estuvo a cargo del plan Auge de Diabetes Mellitus tipo 1 del Hospital San Borja y, desde el 2004 a la fecha, es autora responsable o coautora de numerosos proyectos Fondecyt. Además, es coeditora de las Guías 2018 y 2022 ISPAD de Diabetes del Niño y Adolescente.
Pertenece a la Sociedad Latinoamericana de Endocrinología Pediátrica, la Asociación Latinoamericana de Diabetes, Androgen Excess Society, International Society of Pediatric and Adolescent Diabetes, American Diabetes Association, Endocrine Society, la Sociedad Chilena de Endocrinología y Metabolismo, y la Sociedad Chilena de Pediatría. Ha publicado sus investigaciones en diversas publicaciones y revistas científicas internacionales, y en 2021 recibió el Premio Academia Chilena de Medicina para Investigación Médica por sus importantes aportes y proyección clínica de la línea de investigación desarrollada en los efectos de la diabetes sobre la función ovárica durante la adolescencia.