El Grupo de Trabajo Internacional, IWG por su sigla en inglés, está compuesto por 46 expertos provenientes de 17 países de todo el mundo –entre los que se cuenta la investigadora de nuestro plantel-, incluido un representante de Alzheimer Europe, y tiene como objetivo proponer criterios clínicos y biológicos para el diagnóstico de esta enfermedad. Es dirigido por los doctores Bruno Dubois y Nicolas Villain, del Hôpital universitaire Pitié-Salpêtrière-Sorbonne Université, de París; Howard Feldman, de la Universidad de California, San Diego y Giovanni Frisoni, del Hôpitaux Universitaires de Genève, Suiza.
Recientemente, publicaron en JAMA Neurology un “position paper” que revisa la evidencia disponible sobre el papel e influencia de los biomarcadores en el diagnóstico y definición de esta patología. En sus recomendaciones, el IWG adopta una posición sobre los “Criterios revisados para el diagnóstico y la estadificación de la enfermedad de Alzheimer”, destacando que una definición puramente biológica que amplíe el diagnóstico de esta patología a personas cognitivamente normales pero con presencia de alguno de estos biomarcadores podría dar lugar a falsos positivos y a que las personas vivan con esa etiqueta de enfermedad de Alzheimer sin desarrollar ningún síntoma, lo que podría tener efectos negativos en su salud mental.
En ese sentido, la doctora Slachevsky explica que las recomendaciones que se presentan en la publicación “enfatizan que el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer debe basarse principalmente en una evaluación clínica, con el respaldo de los biomarcadores. Lo que se señala está en línea con la posición actual del Alzheimer Europe, que está en contra de las pruebas rutinarias de biomarcadores con fines de diagnóstico en individuos sin ningún síntoma cognitivo, porque etiquetar a las personas que dan positivo en esos test puede tener consecuencias psicológicas negativas enormes”.
De hecho, agrega, “detectar presencia de amiloides o de proteína Tau, por ejemplo, pero en ausencia de manifestaciones clínicas, constituye efectivamente un riesgo, pero ni siquiera tan significativo. Si uno ve los estudios en personas mayores de 80 años un porcentaje muy importante tiene elevados estos biomarcadores, pero no quiere decir que tengan Alzheimer o que lo vayan a tener a la larga”.
Y aclara: “Para mí hay una analogía muy buena: durante mucho tiempo se consideró que tener alto el antígeno prostático era un factor de riesgo predictor de desarrollar cáncer de próstata, y en base a ello se operó a muchas personas. Pero la evidencia ha mostrado que operar en base sólo a ese antecedente no ha salvado vidas y, por el contrario, ha causado muchas disfunciones urinarias y sexuales en hombres de diferentes edades, con consecuencias bastante nefastas. Entonces, el debate es acerca de cómo se define una enfermedad, y para hacerlo sólo en base a criterios biológicos, como son los biomarcadores, hay que tener una certeza extrema de que eso va a llevar a manifestaciones clínicas, pero eso no es posible en el caso de los biomarcadores para Alzheimer”. Incluso, agrega que las investigaciones señalan que en sujetos mayores de 65 años el tener estos biomarcadores positivos representan un riesgo solamente 1,7 veces mayor de tener Alzheimer que las personas negativas a acumulación de amiloides; “o sea, tampoco es un riesgo tan grande. Otros datos añaden que seis años después de que a una persona se le detecte este biomarcador, solamente el 17% desarrolla la enfermedad”.
Lo que sí hay que considerar, puntualiza la doctora Slachevsky, es que hay dos situaciones en que la presencia de biomarcadores sí representa un mayor riesgo de manifestar esta patología, como “es el caso de las personas que tengan mutaciones genéticas autosómicas dominantes vinculadas al Alzheimer, así como también las personas con síndrome de Down; en ese sentido, el estudio propone la categoría de “Enfermedad de Alzheimer presintomática” para quienes tengan estos perfiles”.
Por eso, enfatiza la académica, “actualmente no es posible diagnosticar Alzheimer sólo en base a la presencia de biomarcadores, en ausencia de síntomas clínicos, o predecir si una persona va a desarrollarla. Pueden sí ser útiles en el caso de personas que empiezan a desarrollar trastornos cognitivos, una queja de memoria; eso requiere hacer estudios más cuidadosos, y en ellos los biomarcadores podrían ayudar a predecir con más certeza las posibilidades de evolución hacia este tipo de demencia”.