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Seguridad y ciudadanía: ¿A más cárcel, menos delitos?

Seguridad y ciudadanía: ¿A más cárcel, menos delitos?
Según investigaciones, Latinoamérica se ha vuelto la nueva zona de encierro masivo del planeta, lo cual converge con una crisis de seguridad muy mediática y una atmósfera política susceptible al populismo punitivo. Pero, ¿cómo está realmente Chile en materia de delincuencia y criminalidad?
Según investigaciones, Latinoamérica se ha vuelto la nueva zona de encierro masivo del planeta, lo cual converge con una crisis de seguridad muy mediática y una atmósfera política susceptible al populismo punitivo. Pero, ¿cómo está realmente Chile en materia de delincuencia y criminalidad?
Isabella Castillo, Magíster en Criminología y Gestión de la Seguridad Ciudadana Uchile y Directora de Proyecto Reinserción, ha visto de cerca las condiciones en las que viven presos y presas caracterizadas por el hacinamiento y la falta de servicios básicos.
Isabella Castillo, Magíster en Criminología y Gestión de la Seguridad Ciudadana Uchile y Directora de Proyecto Reinserción, ha visto de cerca las condiciones en las que viven presos y presas caracterizadas por el hacinamiento y la falta de servicios básicos.
"En la cárcel genera una ‘escuela del crimen’, y por lo tanto la ‘escuela de la violencia’ tanto dentro del entorno penitenciario como cuando las personas vuelven a la libertad hacia su entorno comunitario" explica Víctor Vigas, Magíster en Hábitat Residencial Uchile.
"En la cárcel genera una ‘escuela del crimen’, y por lo tanto la ‘escuela de la violencia’ tanto dentro del entorno penitenciario como cuando las personas vuelven a la libertad hacia su entorno comunitario" explica Víctor Vigas, Magíster en Hábitat Residencial Uchile.
Para la académica de la Facultad de Gobierno Uchile, Olga Espinoza, "la política de castigo -como fórmula principal de política pública- en principio se vende como una alternativa dura, severa, que muestra firmeza pero extremadamente costosa".
Para la académica de la Facultad de Gobierno Uchile, Olga Espinoza, "la política de castigo -como fórmula principal de política pública- en principio se vende como una alternativa dura, severa, que muestra firmeza pero extremadamente costosa".
"Se piensa que llevar a más personas que han cometido delitos a la cárcel nos va a liberar de los riesgos, del miedo y de la inseguridad que se vive en las calles. Pero creo que eso lleva a pauperizar las condiciones y la democracia en el país" señala Viviana Soto, académica de Facso Uchile.
"Se piensa que llevar a más personas que han cometido delitos a la cárcel nos va a liberar de los riesgos, del miedo y de la inseguridad que se vive en las calles. Pero creo que eso lleva a pauperizar las condiciones y la democracia en el país" señala Viviana Soto, académica de Facso Uchile.

Radiografía de un sistema penitenciario desbordado

Chile tiene una de las tasas de personas privadas de libertad más altas de Sudamérica. La red carcelaria en el país funciona con un 40% más de población para la que originalmente fue diseñada, impidiendo brindar estándares mínimos de derechos humanos, lo cual se ve reflejado en las bajas condiciones de habitabilidad, problemas de segregación, de higiene y de hacinamiento.

Lo que algunos expertos han denominado como la fiebre por encarcelar que azota Latinoamérica, ha llevado a la región a ser la nueva zona de encierro masivo del planeta, lo cual converge con una crisis de seguridad muy mediática y una atmósfera política susceptible al populismo punitivo. Pero, hablemos de cifras y evidencia científica. ¿Cómo está realmente Chile en materia de delincuencia y criminalidad? Sobre esto nos detalla Olga Espinoza, académica del Departamento de Estudios Políticos de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.

“Por un lado sí es necesario reconocer que en Chile hemos comenzado a observar en el último tiempo mayor incursión de delitos y además mayor gravedad en la comisión de ciertos delitos, sobre todo a partir del uso de más armas, por ejemplo. No obstante, si bien es cierto que nos comparamos respecto de un escenario anterior, al observar el contexto nacional con el resto de América Latina somos un país que tiene condiciones de más seguridad en términos generales”, señala la académica.

Y profundiza: “Cuando uno observa el tema comparativo, el indicador que normalmente se utiliza es el de la tasa de homicidios. Es decir, cuántas personas son víctimas de homicidio por cada 100.000 habitantes. Y esta es una tasa que en América Latina suele ser bastante alta con varios países que pueden llegar a alcanzar más de 50 puntos por cada 100.000 habitantes. Chile en términos generales tiene una cifra que va del 3,5 o 4 puntos. Lo que sí ocurre hoy, es que el nivel de percepción de inseguridad es mucho más alto de lo que uno observa en términos de la victimización real que se identifica en datos objetivos”.

Efectivamente, tal como menciona la profesora Espinoza, hoy el miedo al delito no va de la mano con las posibilidades reales de ser víctima de uno. Así mismo lo señala la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) publicada en 2024 por el Instituto Nacional de Estadística en colaboración con la Subsecretaría de Prevención del Delito. En el informe, las instituciones señalan que a lo largo del territorio nacional, un 87,7% de las personas percibe un aumento de la delincuencia en el país durante los últimos doce meses, mientras que un 76,4% considera que ha aumentado en su comuna y un 54,3% en su barrio. En cambio, la victimización alcanzó un 21,7%, indicador que se mantuvo estable en relación con 2022 y que se mantiene dentro de los más bajos de los últimos 20 años.

El fenómeno del miedo al delito se nutre por múltiples factores, y no solamente se debe por haber sido víctima de uno. Paz Ciudadana, a partir de sus índices que produce año a año, ha advertido que un nuevo tipo de criminalidad estaría incidiendo en la inseguridad de la población, que considera la presencia del crimen organizado, la tasa de homicidios y el aumento de la violencia en los delitos. 

Otros estudios e investigadores/as apuntan al tratamiento que hacen los medios de comunicación sobre la actividad delictiva; a factores ambientales en los espacios públicos que producen temor en la ciudadanía; al aumento de la desconfianza en los vecinos; y la configuración misma de la ciudad, que al marginar a ciertos grupos de la población genera miedo cuando vemos personas distintas a nosotros.

¿A quiénes se encierra en Chile y cuáles son las condiciones de dicho encarcelamiento?

Estamos hablando de una población privada de libertad que ha ido en aumento, con más de 55 mil personas privadas de libertad, donde el 89% de ellos son hombres y el 11% son mujeres. Además, el 64% de las personas están condenadas en el país y un 36% de personas están imputadas en el país. Tenemos a niños, madres, jóvenes y personas adultas privadas de libertad que circulan en los recintos penitenciarios. Hablamos de 120 madres embarazadas y madres con hijos menores de 2 años que están en la cárcel a partir del Decreto 518 del Reglamento Penitenciario en el país. Estamos hablando de jóvenes, de 5.200 jóvenes que han estado privados de libertad a través de diversos regímenes ya sea el régimen cerrado semiabierto y el de la internación”.

Quien comenta es Viviana Soto, académica del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales U. de Chile e integrante del Grupo de Estudio Pedagogía en contextos de encierro punitivo y protección Uchile. Tal como detalla la especialista de nuestro plantel, la población penal de nuestro país está colapsada y cada vez llega más gente a las cárceles. 

Este aumento exponencial se ve reflejado en las precarias condiciones en las que viven presos y presas. Una experiencia que ha observado de cerca Isabella Castillo, Magíster en Criminología y Gestión de la Seguridad Ciudadana U. de Chile.

“Las características principales están en el hacinamiento y diversas condiciones difíciles. Por ejemplo, no todas las cárceles tienen agua caliente, no todas las cárceles tienen agua derechamente. El tema de la alimentación es otro problema, en el caso de las mujeres la higiene menstrual se hace muy compleja de llevar a cabo, y así podríamos seguir. Entonces, es una paradoja que nos dice que, en la teoría, tenemos que respetar los derechos y la dignidad humana, pero en la práctica es muy difícil porque hay mucha gente. Entonces, si no hay los suficientes recursos e infraestructuras para entregarles las condiciones de vida mínimas, sino que también hay poco para entregarle algún tipo de intervención. Eso hace que una de las características en temas de oferta programática para lograr la reinserción sea bastante limitante. No todas las personas que ingresan a la cárcel, pueden acceder a un tipo o un plan de intervención para lograr la reinserción”.

Desde su trabajo como Directora de Proyecto Reinserción, agrupación estudiantil que nace al alero de un curso de Ingeniería Industrial en la Universidad de Chile y que cumple diez años en 2025, Isabella ha visto cómo el encarcelamiento afecta en distintas dimensiones a la vida de personas presas. A nivel psicológico, dado el aislamiento que se vive dentro de las cárceles; en el ámbito social y familiar, al estar alejados de sus círculos y redes de apoyo; y en el plano económico, probablemente uno de los más difíciles de sortear producto de la constante estigmatización y discriminación. 

La cárcel como una escuela de la violencia dentro y fuera de los muros

A esto se suman los altos niveles de violencia e inseguridad que se instala al interior de los muros, y que puede traer graves consecuencias para quienes están privados de libertad como quienes trabajan en dichos recintos. Así lo explica Víctor Vigas, Magíster en Hábitat Residencial U. de Chile y funcionario del Departamento de Infraestructura de Gendarmería de Chile:

La situación de prevalecer te lleva a tener una lucha siempre presente entre las personas y ahí quienes tienen un mayor grado de fuerza, generan medidas de coerción respecto de las otras personas y a partir de aquello, quienes son cohesionados por decirlo tienen que aplicar esta respuesta violenta. Por lo tanto, se tienen que ganar su espacio a medida de la fuerza, no hay muchas otras formas en cuanto obtener seguridad y lograr un espacio de privilegio dentro de la cárcel. Y se genera esto que se denomina la ‘escuela del crimen’, y por lo tanto la ‘escuela de la violencia’ tanto dentro del entorno penitenciario como cuando las personas vuelven a la libertad hacia su entorno comunitario”. 

Junto a dichas consecuencias, la tendencia a que el sistema castigue a un grupo y no a otros tiene un efecto que excede a las personas presas. La academia lo llama carceralidad: es la extensión del castigo hacia las familias y comunidades, por ejemplo, a través de la discriminación y la desconfianza. 

¿A qué responden las ganas de encarcelar? 

Para la profesora Espinoza, quien también es integrante de la Sociedad Chilena de Criminología (Sochicrim), el uso masivo de la cárcel responde a una lógica punitivista instalada en nuestro país y que va en sintonía con el resto de América Latina y el mundo: “Lo que sucede es que la política de castigo -como fórmula principal de política pública- en principio se vende como una alternativa dura, severa, que muestra firmeza y eso ya atrae expectativas positivas. Pero, por otro lado, se transmite como una propuesta fácil, simple, con poca conciencia de las implicancias complejas que esta tiene. Porque una política altamente represiva y simplemente represiva es extremadamente costosa, y lo peor es que ni siquiera es necesariamente eficiente en la reducción de la victimización, en la reducción del delito o en la mejora de la percepción de inseguridad”.

La idea que alimenta este populismo es que la sociedad está en peligro y la única forma de protegerla es mediante mayor represión y dureza en la ejecución de penas de cárcel. Sin embargo, no hay evidencia de que más cárcel reduzca la delincuencia, menos en las condiciones que existen en Chile. De hecho, diversas investigaciones desde la criminología, la ciencia política y las ciencias sociales muestran que las políticas de encarcelamiento empeoran los escenarios delictivos. Entonces, ¿podemos decir que a más cárcel, hay menos delincuencia? Responde la profesora Soto: 

“Yo creo que no, yo creo que ese es el grave problema en el cual se piensa hoy día la cárcel. Se piensa que llevar a más personas que han cometido delitos a la cárcel nos va a liberar de los riesgos, del miedo y de la inseguridad que se vive en las calles. Yo creo que es un círculo vicioso que lleva justamente a pauperizar las condiciones y la democracia en el país. Encerrar a todos es olvidar las condiciones de desigualdad y las trayectorias por las cuales las personas han cometido estos delitos”. Para la académica de Facso Uchile, esto revela un círculo vicioso de vulneración, de abandono, de discriminación, de ausencia familiar afectiva importante y que tiene repercusiones en la salud mental de las personas.

Si quieres saber más al respecto, te invitamos a revisar el capítulo 167 de Universidad de Chile Podcast. Ya disponible en Spotify, Tantaku, Apple Podcast y YouTube.