Discurso del Rector Luis Riveros, en funeral de Carlos Martínez Sotomayor

Cumplo con el penoso deber de despedir los restos mortales de don Carlos Martínez Sotomayor a nombre de la Universidad de Chile, de su comunidad, especialmente a nombre del cuerpo académico y directivo de la Institución, que hoy día expresa, con su bandera ondeando a media asta, el profundo dolor que le ha causado la partida de uno de sus hijos predilectos.

La partida de nuestro colega, amigo, académico, embajador y miembro actual del Consejo Universitario constituye una pérdida que la Universidad lamenta. Pero el nuestro es un lamento que responde su ejemplo, sus virtudes, su condición para expresar tristeza enorme, pero también el deseo de que siga prodigando su aporte a la Universidad por siempre, como lo han hecho y lo harán siempre los grandes hombres y mujeres nuestros.

Carlos Martínez vino desde tierras copiapinas. Fue un estudiante destacado del Internado Nacional Barros Arana, acogido por la mano generosa del Estado que a tantos como a él, hijo de una esforzada familia clase media, le brindó la oportunidad no sólo de aprovechar las múltiples posibilidades, sino que le dio la igualación de condiciones por medio de una educación adecuada que le permitió llegar a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Fue allí un alumno destacado, discípulo del profesor y rector don Juvenal Hernández, de quien sería su ayudante y uno de los colaboradores jóvenes más cercanos. Pronto expresaría su interés por la carrera académica y por el ejercicio en la enseñanza superior. Su desempeño como académico de la Universidad de Chile estuvo primero en la Escuela de Economía y posteriormente en la Escuela de Derecho y más tarde en el Instituto de Estudios Internacionales, donde mantenía una jornada en la temática de diplomacia. Su enorme experiencia en el campo internacional, a través de una carrera que inició muy joven como Ministro y que le llevó a importantes cargos diplomáticos y en agencias internacionales, le permitió allegar contribuciones importantes al trabajo de creación y docencia.

Como representante de S. E. el Presidente de la República en el Consejo Universitario cumplió un rol de extraordinaria importancia. Su criterio equilibrado, su inspiración profundamente universitaria, su amor enorme por la Universidad de Chile, su palabra fácil y consecuente, todo colaboro para que hiciera de su papel uno destacado siempre en defensa de los intereses de la Universidad. Fue par el rector un apoyo indispensable. Su inspiración fue siempre relevante, siempre necesaria en momentos difíciles. Más de alguna vez me recordó cómo Juvenal Hernández había enfrentado situaciones delicadas, y cómo había logrado sortearlas con una gran capacidad para escuchar, lograr acuerdos, crear consensos y, por sobretodo, creer infinitamente en la Universidad de Chile. Siempre me aconsejó llevar a delante a la Universidad por la vía del diálogo, del encuentro, del debate esclarecedor.

Tuve también la oportunidad de compartir con él como miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, la cual ha presidido con talento y gran disposición. Él ocupaba el sillón dejado por don Juvenal Hernández, y yo el legado por Roberto Munizaga. Decíamos que ambos habíamos tenido la suerte de haber sucedido en la Academia a dos grandes educadores, defensores acérrimos de la educación pública, e hijos distinguidos de nuestra Universidad.

Recibió en 1998 la Medalla Juvenal Hernández Jaque, distinción máxima que otorga la Universidad de Chile a académicos de la Institución. Recuerdo su emoción, su enorme entusiasmo cuando recibió la noticia. Expresó en su discurso la enorme honra que sentía, hizo recuerdos del rector Juvenal Hernández, y expresó su compromiso de por siempre con la Institución. Varias veces nos encontramos en la propia Corporación Juvenal Hernández, y comentamos acerca del significado de su concepto de entrega a la Universidad y sus tareas, y nos lamentábamos de que hoy día cada vez menos se tiña el corazón con el sentido universitario profundo al estar entregada la educación superior a un esquema simplista de compra y venta de conocimientos y títulos.

Expresé en la oportunidad de entrega de la Medalla distintiva que "además de sus dotes de ser humano magnífico y enriquecedor, están también las de padre de familia, creador y escritor, activo defensor de la Universidad en todos sus campos. Pero más allá, Carlos Martínez fue el discípulo, el hombre cercano, el ayudante, el colaborador, el amigo de intergeneración de Juvenal Hernández Jaque. Heredó no sólo su sillón en la Academia sino también su visión y su compromiso con esta centenaria casa y con su futuro. Junto a este homenaje merecido y sincero de su Universidad, vaya también el deseo del rector, y de las autoridades de la Corporación, por que el ejemplo de Carlos Martínez se haga carne en la defensa de nuestra Institución, en la defensa de sus ideales y misión, en la defensa de su excelencia y de que se nos permita que sirvamos a Chile, como Chile quiere, y como Bello se comprometió: con entrega, con decisión, con pasión incontenible por el conocimiento nuevo y por la formación de miles de jóvenes que deberán seguir construyendo la huella infinita de nuestra historia".

Quiero ratificar en este momento penoso esas palabras que expresé en su presencia, y que le emocionaron visiblemente. Hablé con él, por última vez, el día 13 de febrero recién pasado, cuando le invité a participar en una sesión extraordinaria del Consejo Universitario. Me contó de su enfermedad, me expresó su esperanza, pero me habló mucho más de lo importante que era aquel Consejo y de cómo yo podía disponer de él para lo que fuera, especialmente en conexión con los nuevos estatutos y su trámite. Hizo bromas, mostró tranquilidad. Creo que sabía muy bien lo que le estaba pasando, y me dio una última lección de valor, de decisión, de entrega, de consecuencia como hombre íntegro, pleno, realizado en su vida, y lleno de valores humanistas.

Querido Carlos: Te vamos a echar de menos, mientras deambulas por los nuevos orientes, sabremos siempre escuchar tu voz inconfundible, apreciar en la memoria tu mirada sincera, sentir tu corazón que seguirá palpitando fuerte y bellamente para todos quienes, como tú, hemos abrazado los principios más queridos en defensa del ideal humanista y de la educación.

Querido Carlos Martínez Sotomayor: profesor, amigo, embajador, nuestro saludo fraternal a tu viuda y abnegada compañera, junto a todos tus seres queridos. Nosotros universitarios, no olvidaremos tu gesta, tu aporte, tu ejemplo, tu entrega. A descansar Carlos: con solemne tristeza te deseo paz, con aquella frase que tantas veces me dijiste cuánto te gustaba como expresión de tu ideal: una Universidad de Chile para Chile.

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