Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia Presentación Reedición de la Historia General de Chile de Diego Barros Arana.

Como estudiantes de la historia nacional, todos nos hicimos asiduos visitantes de los gloriosos tomos originales de la obra de don Diego Barros Arana. En su estilo riguroso y exhaustivo el historiador chileno por excelencia proporcionaba a menudo el marco global que se necesitaba para entrar en mayor detalle en aspectos que interesaban, cualquiera fuera el tópico de nuestra investigación. Fue en el viejo y querido edificio de la biblioteca del Instituto Pedagógico o en las salas de la Biblioteca Nacional donde tantos y tantas nos refugiábamos con asiduo entusiasmo en las páginas del viejo libro, revelador de tantas ideas, de tanta sabiduría, de tanto espíritu constructor del conocimiento de nuestro pasado. Ver hoy día esa obra, reproducida por Editorial Universitaria, en un formato distinto, pero conteniendo ese mismo espíritu original que impregnó su autor, constituye una enorme satisfacción. Y más aún precedida por la introducción de un ilustre y destacado historiador chileno, el profesor Sergio Villalobos, que le da el marco propicio a una investigación de esta envergadura. Nuevas generaciones seguirán así disponiendo de esta obra de don Diego en toda las bibliotecas, para sí incorporar más conocimiento de la historia patria en su formación, cualquier que sea el ámbito para entusiasmar a mucho sobre las necesidades de conocer más sobre nuestro pasado.

Álvaro Jara, un ilustre profesor de historia económica, siempre decía, medio en serio, medio en broma, que lo bueno que tenía la obra de Encina era que ella contenía mucha reproducción de los propios textos de Barros Arana. Siempre nos incitó a estudiar estos últimos puesto que también creía que en esta obra formidable se contenía una gran cantidad de información sobre la economía chilena, que era al menos inspiradora para una búsqueda sistemática en nuestro pasado económico y poder así entender el transito difícil que ha tenido siempre Chile en el curso de su historia, pero especialmente desde fines del siglo XIX hasta fines del siglo XX.

Para Álvaro Jara, Barros Arana fue la inspiración de muchos otros que han llenado de orgullo a nuestra academia por su aporte fundamental para la comprensión de nuestra historia. Barros Arana fue un ilustre Rector de la Universidad de Chile, a quien le correspondió en gran medida consolidar la gigantesca transformación realizada por Ignacio Domeyko, al incorporar la docencia de pregrado a la universidad, la formación profesional, que antes se realizaba en el Instituto Nacional. Ese fue un salto de grandes proporciones que en cierta medida contradecía la visión de universidad que sustentara el propio Andrés Bello, nuestro fundador.

Barros Arana ejerció la rectoría de la universidad con sabiduría, prudencia y profundo convencimiento acerca del propósito último de su gestión, el cual era el de reafirmar la preeminencia académica de la Universidad de Chile en el sistema educativo nacional. Cuando ella constituía la super intendencia de educación pública, fue como educador un conductor firme, convencido acerca de los grandes propósitos que envuelve la visión nacional de la educación, cuyo origen se remonta precisamente a mediados del siglo XIX. Como profesor del Instituto Nacional, don Diego descollaba por su ilustración, aunque un tanto retraído por la naturaleza de estudioso, ejercía una poderosa influencia en sus alumnos. Esta obra es también un homenaje al profesor universitario, a la entrega seria y responsable del que busca para entregar, que se ha convencido que a la universidad se viene a recibir y se sale para dar hacia los demás.

Esta obra fue escrita en gran parte en días difíciles para Chile, enfrentado a la disputa por las tierras del norte, al intento de arrebatar a Chile sus derechos por una suerte de intriga diplomática y de negocios. El mismo Barros Arana fue tan duramente juzgado por la posteridad debido a su rol como ministro plenipotenciario en la disputa por las tierras de la Patagonia. Su obra y su legado han sido siempre un signo aceptado por los conflictos externos que afectaron a Chile en un período arduo de delimitación de los límites territoriales. Curiosamente, la presentación oficial de la reedición de su obra tiene lugar también en estos días, en que nuevamente somos testigos de un intento por provocarnos con otras naciones con el mismo encubierto procedimiento de otrora, con el mismo tipo de implicancias directas e indirectas. Chile ha mantenido, sin embargo, la misma firmeza para responder, basado en la razón que le asiste en base al derecho internacional, tiene el mismo apoyo ciudadano total y comprometido con que se jugó ayer en la defensa de la soberanía nacional, tiene la misma credibilidad internacional como país serio que nunca ha tratado de crear conflictos, para dar escape a sus conflictos internos. Creo que Barros Arana se ha de sentir muy afortunado de que su obra se reedite en días en que los valores nacionales de ayer y de siempre se reafirman bajo la prueba de constituir la nuestra una nación única, integrada y cuya fortaleza esté en el profundo sentimiento de unidad nacional que caracteriza su población.

Yo quiero felicitar a Editorial Universitaria, por este esfuerzo que trata de hacer llegar a todos la historia nacional, en sus fuentes más importantes, así contribuyendo a la tarea de educar mejor y de reforzar siempre el espíritu de la nacionalidad y sus valores. Quiero agradecer al Consejo Nacional del libro y de la lectura y a la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos por su apoyo. Nos alegramos de esta publicación, porque con ella se da una señal respecto al valor que tiene el publicar obras que no necesariamente son grandes valores en la lógica del mercado, pero si lo son en términos del espíritu y de los valores más importantes que edifican a una nación. Nos satisface, porque señala que nuestra Editorial Universitaria ha logrado remontar con éxito los minutos difíciles que ha tenido que vivir como producto de decisiones equivocadas en la evaluación de los riesgos y las proyecciones del trabajo editorial. Mi saludo a su directorio y al empeño que todos sus funcionarios pusieron para el largo trabajo de preparación de estos tomos, especialmente al profesor Sagredo y a don Eduardo Castro, como así mismo para mantener ellos una alta producción editorial en los días difíciles que se han vivido. Y a usted señor Presidente, una vez más mi agradecimiento por visitarnos en ésta que es la casa de Chile y es particularmente su casa. Muchas gracias.

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