Inauguración del Encuentro "Ciudadanía Democrática, Educación Filosófica y Cultural de la Paz en América Latina y el Caribe"

Nuestra tierra ha sido tantas veces herida y remecida, que quizás al meditarlo no debemos sino reconocer en ello la existencia de una constante, lo que Ferdinand Braudel -el insigne historiador- denominara un factor de larga duración. Pero han sido en nuestra Latinoamérica factores de dolor, de contraste, las más de las veces, con formas más civilizadas de vivir y poder integrarnos efectivamente al resto del mundo. Nuestro continente emergió en la historia mundial en medio de sangre y fuego -en medio de un sistema de pacificación y de evangelización que se constituyó en severa destrucción de lo que había logrado por siglos una rica organización humana, una verdadera civilización. Pero ha sido siempre, y desde entonces, nuestra historia una cadena extensa de sufrimiento, de violencia, de enfrentamiento, como si el sino de nuestro nacimiento a la luz mundial nos siguiera por muchos siglos. Como si el cambio, necesario e inevitable, no tuviera como venir a nosotros sin trauma y sin una estela interminable de fracaso.

Nuestra historia oculta mucho dolor. Y también oculta, en forma quizás contradictoria, un desarrollo de la inteligencia, y de las expresiones superiores del espíritu como una herencia de lo que también fuimos antes del ingreso a la historia occidental. Pero están allí las bases de nuestra sociedad desde tiempos coloniales, las desigualdades, las profundas contradicciones que han determinado en el tiempo la angustiosa restricción para progresar más y ser más libres, más justos. Nuestra América ha vivido, y en gran parte por mano extranjera, períodos de brutales enfrentamientos, de significativas rupturas institucionales, que han ido convirtiendo a la paz en un fenómeno transitorio, casi casual, muchas veces, o de conveniencia tantas otras. La paz no ha constituido para nosotros el estado permanente, el carácter estructural, el factor de largo plazo. Por el contrario, ha predominado la lógica de la guerra y de la violencia -se ha segregado a la inteligencia; se ha buscado en ella a los enemigos mortales de un progreso malentendido. Y se ha visto en la construcción de un espíritu ciudadano amplio, el peligro que acecha a los intereses de unos y otros, que con fuerza querellante amilanan y avanzan dejando tras de sí una herencia de odio y de fuego.

La Universidad es el centro de la inteligencia y de la razón. Esta Universidad lo es por tradición, por mandato, por composición, por voluntad y por futuro. Por eso me parece tan significativo que esta jornada de reflexión tenga lugar en esta Casa más que centenaria. Se trata de analizar cuales preguntas debe responder la educación -en términos generales- para abordar el problema de la paz y de la ciudadanía democrática como forma de vida permanente, y no de excepción. Se trata de mirar a la formación de las nuevas generaciones para que miren estos problemas sin el egoísmo con que lo hemos hecho en el pasado, y haciéndonos más responsables del dolor que no es solo de quines lo experimentan directamente, sino del conjunto humano que extrapola de allí conductas que conducen a proteger, y por ese camino a aislar, a racionalizar la violencia como método de ataque y de defensa, y el conculcar los derechos como una forma de responder sistemáticamente a la lógica destructiva del enfrentamiento.

La educación filosófica y el desarrollo de la cultura tienen un significativo papel que jugar en el mejoramiento de nuestras sociedades. Tienen que cumplir en forma preferencial con el rol de la razón y de la educación como método de perfeccionamiento. Cuántos hay que nos han dicho que desean educarnos, cuando en verdad quieren imponernos. Cuántos hay que nos han dicho que desean con nosotros iniciar la búsqueda, cuando en verdad nos aseguran solo oscuridad y ceguera. ¿Qué han pensado los filósofos sobre las graves contradicciones de buscar sin luz; y sobre el cegar para cree en un destino predeterminado, sin ánimo constructivo, y sobre el inducir en la sociedad humana la lógica del enfrentamiento.

La paz es un valor. El mismo debe profundizarse y cuidarse a través de una educación verdadera, amplia, profunda y humanista. El hombre antes que nada, el hombre como el objeto último de todo, y no solo como el medio que permita alcanzar nada. Y esa paz, es también participación, es también ciudadanía, es también cultura y enriquecimiento. Factores todos que permiten que nuestras sociedades maduren y progresen al ritmo que permiten sus recursos pero también los indispensables acuerdos y equilibrios que permitan superar las graves contradicciones vitales.

Una discusión apasionante. Una discusión viva, que debe tener lugar en nuestra Universidad. De ellas deben brotar luces y preguntas que denoten progreso y una contribución para entender estas graves problemáticas sobre las que usualmente no meditamos, porque estamos muy ocupados en resolver los problemas de la lógica moderna, que es a la vez menos sensible a mirar la profundidad. La Universidad debe entender el alma colectiva, debe contribuir a pensar sobre el hombre y sus desafíos, debe atreverse a tocar los temas "intocables", o contraproducentes con lógicas serviles. Debe ser una discusión amplia, una discusión permanente, de donde no debe surgir sino luz transparente e ideas que impacten a nuestro medio, y nos haga avanzar por líneas diferentes.

Saludo con gran entusiasmo esta reunión. Son jornadas que despiertan la sensación que la Universidad está viva. Que aún hay un espíritu que mira a la reflexión como un valor constructivo, en el marco del rol nacional de esta vieja y nueva Universidad. Somos líderes y queremos ser futuro. Esta jornada indica que estamos en el camino correcto. Liberar los espíritus y las mentes para pensar en libertad sobre la libertad y que queremos efectivamente construir. Pensar con inteligencia sobre la inteligencia.

Hay fronteras en nuestra comprensión de los fenómenos sociales que aún no se han movido con certeza y claridad para ir permitiendo un mejor conocimiento, más amplio y fecundo. Esta reunión deberá procurar el mover esas fronteras en forma significativa. El significado de paz y ciudadanía requiere pensar en fenómenos que responder a los graves desequilibrios estructurales que han inhibido al humanismo, destruido la verdadera libertad de pensamiento, y conducido a un mundo indeseable y oscuro. Esta reunión debe relegar la superficialidad y el slogan, la banalidad de unos y otros que utilizan los conceptos de paz y ciudadanía como valores propios pero finalmente instrumentales a sus fines más inconfesables. Esta reunión debe procurar cumplir con la tarea universitaria de crear y diseminar conocimiento, para que podamos también soñar en una verdadera democracia capaz de potenciar al hombre y de relegar al olvido los sistemas que imponen las formas de sentir y destruyen la libertad de expresión y de pensar. Esta reunión debe, en fin, ser profundamente universitaria, y llamarnos la atención sobre esto problemas tan significativos, y de inmensurable importancia a las puertas del siglo nuevo.

Gracias por permitirme estar aquí. Gracias por permitir que la semana de celebraciones con motivo de los 156 años de la Universidad de Chile, se pueda iniciar con esta inauguración de un debate de tanta trascendencia.

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