Petorca, comuna de la Región de Valparaíso, es uno de los símbolos de la escasez hídrica que ha afectado al país. Su población está viviendo desde 2016 con 50 litros de agua al día por habitante, abastecidos a través de camiones aljibe, porque la disponibilidad en el río Petorca no alcanza para cubrir las necesidades de la población y la industria.
De acuerdo al estudio de "Actualización del Balance Hídrico", realizado por investigadores de diversas disciplinas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile y de la Universidad Católica para la Dirección General de Aguas (DGA), el caudal en una de las estaciones de medición de esta localidad ha bajado cerca de un 50 por ciento, desde los 2,6 m3/s promedio que se registraron en dicha estación para el periodo 1985-2015 a tan sólo 1,3 m3/s promedio en el lapso 2001-2018. Esta crítica situación, que se replica con variaciones en otras cuencas del norte y centro de Chile, ha sido provocada por la demanda de usuarios de agua, cambios en el uso de suelo y variaciones climáticas, afirman los investigadores detrás de la investigación.
El trabajo, que permitió estimar el caudal de las cuencas del norte y centro del país, comenzó el 2016 con un cambio en la metodología empleada anteriormente para analizar la situación de los caudales. El nuevo sistema permite además realizar proyecciones para los próximos años, considerando los escenarios de cambio climático, lo que busca ayudar a mejorar las políticas públicas frente a la escasez hídrica.
“Uno de los aspectos importantes de este proyecto es que ha permitido ocupar un modelo de simulación espacialmente distribuido que permite obtener resultados de caudales pasados y proyectar valores futuros que debieran ser considerados para efectos de los diseños de obras futuras. Hoy en día, por ejemplo, se están proyectando embalses pensando en que se acumule el recurso hídrico, pero no se debería analizar con los datos pasados, sino con las series futuras”, sostiene Ximena Vargas, hidróloga y académica del Departamento de Ingeniería Civil de la FCFM, que lideró el estudio.
No todo es cambio climático
Aunque es difícil realizar una comparación directa con las cifras registradas para 1987 (debido al cambio en la metodología), según el estudio, en las últimas tres décadas, los caudales de las cuencas del Aconcagua, Maipo, Rapel, Mataquito y Maule han disminuido entre 13 y 37 por ciento. Más al norte, la variación es aún más difícil de constatar, debido a que el balance anterior no disponía de toda la información necesaria para hacerlo.
En casi todas las cuencas se registra una disminución en la precipitación promedio de un 29 por ciento. Sin embargo, eso no explica todo el cambio en las cuencas. “Si uno analiza lo que está pasando desde el año 1985 al 2015, se va sintiendo poco a poco el efecto que tiene la disminución de las precipitaciones, pero hay otros factores, como el cambio de uso del suelo, que no hemos analizado”, dice Ximena Vargas.
“Sabemos que, en términos de precipitaciones, por ejemplo, lo que vemos un año en particular, diez años o incluso tendencias de 40 años, es sólo en parte cambio climático antrópico. Independiente de su origen, el descenso de precipitaciones en las últimas décadas ha sido súper crítico en regiones que están en un límite en que la demanda se acerca mucho a la disponibilidad de agua, principalmente en las regiones de transición del árido a las zonas templadas (La Ligua, Petorca, Aconcagua). En esta crisis entran varios factores en juego. Además del cambio climático y de la variabilidad natural de la precipitación, también está el tema de que la industria agrícola se ha expandido mucho y tiene un consumo de agua muy grande, aunque todavía nos faltan estudios que cuantifiquen bien todos estos problemas”, plantea Juan Pablo Boisier, climatólogo de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.
“Como los derechos de agua -por la legislación actual- son heredables y no son expropiables hasta ahora, la demanda es un número fijo, que puede crecer, pero la oferta natural no depende de la ley, sino de lo que precipite y de cuánto poder evaporante tiene la atmósfera. Entonces, si tu oferta pasa de 100 a 50, eso significa que tienes la mitad de agua para repartir entre las mismas personas; y hay usuarios que siguen yendo a la DGA a pedir derechos. Si tenemos una demanda creciente de agua y una proyección natural hacia una menor disponibilidad, el impacto será muy severo”, sostiene Miguel Lagos, hidrólogo y profesor del Departamento de Ingeniería Civil e investigador del Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC) de la FCFM de la U. de Chile.
Un futuro más seco
En casi la totalidad de las cuencas más importantes de las macrozonas estudiadas está disminuyendo el caudal de los ríos, tendencia que, se proyecta, continuará en el futuro. “Se utilizó información proveniente de modelos climáticos regionalizados al territorio y cuencas nacionales. Lo que muestran esas simulaciones coincide con el diagnóstico que tenemos mirando directamente en los modelos globales: en términos de precipitación, hay una tendencia a la baja hacia la zona centro-sur del país”, señala Boisier.
Se utilizaron cuatro modelos climáticos globales, uno de los que proyectó que las precipitaciones podrían aumentar en algunas zonas. Los otros tres coinciden en que, a nivel general, las precipitaciones anuales disminuyen y las temperaturas aumentan, lo que significa que la escorrentía disminuye y el periodo de máximo caudal puede cambiar.
“Si analizamos los caudales medios mensuales que ocurrían en la época de deshielo, se desfasan un poco hacia el invierno, principalmente por el efecto que tienen las precipitaciones en zonas más altas: ya no cae nieve, sino que precipitación líquida por efecto del aumento de temperatura. Entonces tenemos mayor volumen de agua que escurre en época de lluvia y eso genera que, aunque no cambie la precipitación, tengamos menos acumulación de nieve y menos volumen para el periodo de deshielo”, explica Vargas.
El modelo que entrega el cambio más severo es CSIRO, que proyecta en algunas cuencas casi 50 por ciento menos de agua para el periodo 2030-2060. “Eso es bastante. Modelos más optimistas arrojan en torno al 20 por ciento de disminución”, enfatiza Lagos.
Próximamente, la Universidad de Chile dará a conocer dos nuevos informes (2019 y 2020) de Balance Hídrico centrados en el centro y sur del país, estudios con los que se podrá tener un balance consolidado del pasado y presente de la situación hídrica a nivel nacional, así como proyecciones a futuro. Esta investigación ha sido apoyada además por la infraestructura de supercómputo del NLHPC.