Limitar el aumento de la temperatura a no más de 1,5°C es el objetivo planteado en el Informe “Climate Change 2021: the Physical Science Basis”, primera entrega del sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). El documento indica que el planeta ya se ha calentado 1,1 °C, alza de temperatura que ya tiene consecuencias en todo el mundo, y cuyas proyecciones anticipan hacia el 2050 un aumento en las olas de calor, una disminución en las reservas de agua dulce y una subida en el nivel del mar, entre otros fenómenos.
El grado de certidumbre sobre los dramáticos escenarios a futuro, particularmente en relación al informe anterior, es uno de los aspectos que destaca el académico del Departamento de Geofísica de la U. de Chile y especialista en ciencias atmosféricas, Nicolás Huneeus. Destaca, además, que “los contaminantes climáticos de vida corta reciben un capítulo entero, y la relevancia de eso es que se incorpora por primera vez -de manera más explícita- esta relación entre contaminación y cambio climático, que antes se trataban de manera separada. Esto puede incentivar el diseño de políticas que apunten a mejorar la calidad del aire y que a la vez tengan impacto en la mitigación del cambio climático”.
Rodrigo Fuster, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de nuestro plantel e investigador del Centro Avanzado Para Tecnologías del Agua (CAPTA), comenta que un aspecto clave de este documento es que evidencia que “ya no hay tiempo para seguir dudando de si este fenómeno es responsabilidad del hombre o si el cambio climático existe o no. Los cambios que se muestran en el clima reciente son mucho más intensos, vienen ocurriendo de manera más rápida. Ya no son solo proyecciones, sino evidencia de lo que ya estamos viviendo en distintas zonas del planeta. Si a nivel planetario no somos capaces de tomar medidas drásticas ahora, cuestión que veo políticamente difícil, probablemente los cambios que vienen ocurriendo van a seguir acelerándose y no vamos a ser capaces de adaptarnos apropiadamente como civilización”.
Alerta global ante un futuro dramático
Estas proyecciones plantean la inquietud sobre la irreversibilidad del cambio climático, cómo nos impactará y qué podemos hacer ante escenarios como el que actualmente vivimos producto de la híper sequía. Las principales medidas de mitigación requieren del esfuerzo y una colaboración internacional, principalmente de los países más desarrollados, que son los principales emisores de los gases de efecto invernadero. Pilar Moraga, académica de la Facultad de Derecho de la U. de Chile e investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, advierte que pese a la gravedad de la situación, constatada por este informe, aún no hay transformaciones profundas. “Uno no ve que haya un cambio radical y transformador en las sociedades, y mientras eso no ocurra es muy complejo poder avanzar”, afirma.
Pese a esta mayor responsabilidad que tienen los países desarrollados, la académica sostiene que Chile, así como otros países del mundo subdesarrollado y en vías de desarrollo, tiene un rol que jugar. “En este punto crítico, en que ya vemos que no hay vuelta atrás en muchos temas, Chile sí puede hacer algo como país pequeño en dos sentidos. En la política exterior, Chile podría tomar una posición política de emergencia climática, y -en ese sentido- hacer que toda la política exterior sea coherente con las políticas climáticas”, comenta.
Nicolo Gligo, académico del Instituto de Asuntos Públicos (INAP) de la U. de Chile, Premio Nacional del Medio Ambiente 2001 y autor del libro "La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe", plantea que “tenemos que redireccionar nuestras prioridades ambientales fuera de la agenda de los países desarrollados y contaminantes. Nuestro gran problema no es la mitigación, sino la adaptación”. En esta línea, complementa que “el medioambiente tiene que ser un factor de desarrollo integral de las comunidades, esa debe ser nuestra prioridad en América Latina. En ese contexto, hay muchas cosas que se pueden hacer dentro de la región. Tenemos muchos ecosistemas compartidos donde podemos hacer una labor conjunta. Creo que ahí cabe hacer un trabajo en política exterior, en la sobrevivencia”.
En esta línea, Rodrigo Fuster, quien también integra el Laboratorio de Análisis Territorial de la U. de Chile, complementa que si bien somos un país pequeño, particularmente en relación a las emisiones. “No tenemos por qué serlo en relación a la influencia internacional, al menos a nivel regional. Pienso que Chile puede ser, por ejemplo, un proveedor importante de energía renovable, como la solar, para poder nutrir al resto de América del Sur, y con ello contribuir a que la región sea menos emisora. Tenemos una labor importante como país y en la Universidad hemos venido trabajando en la creación de conocimiento y tecnologías que han ayudado a transformar las maneras en que generamos energía. Si bien la adaptación es el gran desafío, y donde tenemos que actuar con mayor premura, no podemos dejar de lado la parte de la emisión”.
Nicolás Huneeus añade que “aunque nosotros seamos carbono neutrales poco vamos a influir en la trayectoria del sistema climático global. Son otros países o regiones los determinantes. Pero el mensaje importante es que no porque seamos un país pequeño podemos hacer lo que queramos. Chile tiene compromisos internacionales en materia de cumplimiento asociados al cambio climático, dentro de ellos está la descarbonización de la matriz energética. Este es un esfuerzo que todos tenemos que hacer y todos vamos a tener que contribuir a enfrentar este problema. A final de cuentas, esto va a exigir un cambio de paradigma en nuestra forma de existir como sociedad. Nuestra existencia está sustentada en el crecimiento, y este crecimiento en el consumo de recursos que son agotables”.
Chile y su inevitable proceso de adaptación
Para el profesor Gligo, el foco de Chile debe estar en el problema de la adaptación y en el manejo adecuado o sustentable de nuestros recursos naturales. “El problema fundamental de nuestro país es la administración de nuestros recursos naturales, que por intereses económicos y presiones de poderes fácticos se minimiza. Se minimiza la pérdida anual de 20 mil hectáreas de bosque nativo, se minimiza la pérdida de cientos de miles de hectáreas de suelos que pasan a grados de erosión grave o muy grave. Todo eso genera mucho CO2 a la atmósfera y no lo consideramos o lo relativizamos”.
En este ámbito, la profesora Moraga y el profesor Gligo enfatizan en la necesidad de un ordenamiento territorial donde las comunidades locales y los gobernadores puedan definir planes de manejo de los recursos naturales en base a evidencia científica que permitan una planificación integral. “No existe en este minuto un esfuerzo mayor por mirar hacia el futuro y tomar medidas hoy, y creo que eso es fundamental para la protección de la población. Esto se puede hacer a través de los instrumentos de planificación territorial. No debiera haber ninguno que no considere el cambio climático, y sabemos que estos instrumentos son sumamente antiguos, muchos no actualizados, y no están incorporando el riesgo en el territorio”, advierte Pilar Moraga.
El problema del agua resulta crucial en este proceso de adaptación. El profesor Fuster plantea que la respuesta en esta materia implica distintas medidas, algunas de ellas dirigidas a reducir la demanda de agua, mejorar la eficiencia de su uso y controlar -por ejemplo- la expansión de la superficie agrícola. También indica que otras acciones complementarias implican la reutilización de las aguas de las ciudades o la desalinización. Sin embargo, advierte que “otras formas de aumentar la oferta de agua siempre tienen que ser observadas con mucho cuidado y en el marco de un sistema hídrico”.
Pero el mayor problema asociado a la híper sequía que Chile experimenta hace más de una década y las proyecciones de menor precipitación tiene que ver con el marco jurídico que hoy regula los derechos de aprovechamiento de aguas. En este sentido, la nueva Constitución, plantean todos los académicos, resulta una oportunidad única para abordar el problema del cambio climático de manera transversal, particularmente el del agua.
Al respecto, Rodrigo Fuster enfatiza la importancia de que el agua quede garantizada como un derecho humano. “No puede seguir siendo el derecho de aprovechamiento de agua un derecho privado en la Constitución, y que impida tomar medidas en favor del bien común porque afectamos el derecho privado de alguien. Eso no tiene sentido. Se requiere modificar la conceptualización del agua como un derecho privado. Eso nos ha jugado en contra tanto para resolver conflictos como para enfrentar momentos críticos, como el que estamos viendo ahora, y también ha influido fuertemente en el deterioro de los ecosistemas que también dependen del agua.
Pilar Moraga, por su parte, sostiene que uno de los mayores problemas en este ámbito se debe a que “los titulares de derechos de aprovechamiento de agua y toda la legislación está enfocada en el uso productivo del agua. Tenemos una relación de apropiación con el agua y no se privilegia en nuestra legislación una mirada del interés público que tiene el agua en sí”. En este sentido, asegura que “la reforma al Código de Aguas es necesaria, pero completamente insuficiente. Es un piso mínimo con el que hay que avanzar por supuesto, pero no es suficiente para enfrentar el problema que tenemos hoy”. Por otra parte, adelanta que desde el CR2 se dará a conocer el 25 de agosto un informe de gobernanza climática de los elementos de la naturaleza, en el que realizan algunas propuestas en esta materia, incluso constitucionales.
Dominga y Ventanas: señales contradictorias
Pese a los discursos y a las acciones que ha impulsado el país en materia ambiental, la incapacidad de abordar el problema del agua de manera profunda, así como la reciente aprobación del proyecto minero Dominga o la reapertura de la termoeléctrica Ventanas I, reflejan una señal contradictoria sobre la voluntad, capacidad y decisión con que el Estado ha enfrentado este problema. “Frente a la sequía actual, la respuesta ha sido volver a poner en funcionamiento una planta termoeléctrica que ya había sido cerrada en este proceso de descarbonización. No puede ser que la reacción a la falta de energía hidroeléctrica producto de la sequía sea volver a echar a andar una termoeléctrica. La tarea del país es prioritariamente implementar medidas de adaptación, pero no podemos dejar de lado medidas de mitigación y la coherencia con los compromisos que ya se han adquirido en materia de cambio climático. Estos son retrocesos”, sostiene Rodrigo Fuster.
Pilar Moraga va más allá, quien indica que “lo de Ventanas es dramático porque no solo afecta en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero, sino que además a la población de la zona. Deja a la vista la debilidad del Estado de Chile de no poder comprometerse con una política climática de reducción de emisiones. Esto es consecuencia de la negligencia de una autoridad que no es capaz de proyectarse y asumir este contexto como uno de riesgo para la población chilena y para el mundo. Existía la evidencia de escenarios climáticos futuros que proyectaban esta situación, y por ende proyectaban las dificultades que podían tener las fuentes hidroeléctricas”.
“Esto de las zonas de sacrificio tiene que eliminarse de manera definitiva”, sentencia por su parte Nicolo Gligo, quien enfatiza la necesidad de manejar y proyectar de forma armónica nuestros ecosistemas. “No me cabe la menor duda de que la nueva Constitución nos ofrece una posibilidad enorme, pero debe centrarse -en primer lugar- en un ordenamiento territorial que sea vinculante y ordenado”. Por otra parte, plantea que hay que trabajar en la educación de las comunidades “sin pensar directamente en el cambio climático, sino cómo adaptarse y cómo cooperar para tener un buen vivir para no generar ansiedad. Porque el peligro de la ansiedad es que después de ella viene la frustración y después de la frustración no hacemos nada, porque esto lo está provocando China, Estados Unidos y los europeos. El problema fundamental son nuestros recursos naturales, nuestra calidad de vida y la armonía de la sociedad con su entorno”.
Finalmente, Nicolás Huneeus que comenta que “con lo de Ventanas y Dominga, uno se hace la pregunta de hacia dónde se va a inclinar la balanza a final de cuentas. Este es el dilema de nuestros tiempos, cómo crecemos o cómo nos mantenemos siendo sustentables y no destruyendo el medio en el que vivimos. A nivel de país, eso se traduce en cómo hacer para que podamos mantener un crecimiento para que podamos mantener un sistema de vida que permita una buena calidad de vida a todos los ciudadanos, y a la vez el cuidado del medio ambiente”. Espera, de esta forma, que la nueva Constitución refleje “la necesidad que hay de ser sustentables y vivir de una forma que no estemos dañando permanentemente el ecosistema o el medio ambiente. El tema más delicado seguramente será el del agua. Pero es una discusión que tenemos que dar, y si no lo hacemos ahora tendremos que hacerlo en un futuro muy cercano. No podemos patear la pelota para 10 o 15 años más, al menos no en cuanto al agua”.