Chile alberga una riqueza de paisajes difícil de igualar. Si piensas en él, quizás te acuerdes inmediatamente de su profundo mar azul, de su majestuosa cordillera, del desierto más árido del mundo, de sus valles, campos y ríos. Y dentro de estos elementos que protagonizan nuestra geografía, existen unas estructuras que lo recorren de inicio a fin: los imponentes volcanes. Pero, ¿cómo nacen estos gigantes en nuestro país? Lo explica Daniel Díaz, académico del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile:
“En general y en nuestro planeta, los volcanes se forman por la llegada hasta la superficie de magma. El magma está compuesto por rocas que están a mucha temperatura, muchas veces en estado fundido total o parcialmente fundido. Y al tener una menor densidad, tienden a subir en la estructura de la tierra desde la parte interior hacia la superficie. Y lo hacen generalmente por medio de erupciones. Entonces, los volcanes son estructuras geológicas que se forman en erupciones sucesivas. Y si uno ve también un poco más allá de la Tierra, el sistema solar, hay volcanes también en otros planetas, donde el volcán más grande del sistema solar -al menos que se conoce- está en Marte”, explica el también investigador del Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico - Ckelar.
Chile es una tierra de volcanes. Sus fronteras están dentro del llamado Círculo de Fuego del Pacífico, considerado el arco volcánico más productivo del mundo durante las últimas décadas. Pero, ¿te imaginas cuántos volcanes existen en nuestro país? ¿Quizás 50, 100 o 200? La cifra es sorprendente: más de 2000 volcanes conviven en nuestro territorio, de los cuales 90 son potencialmente activos.
Entre ellos destacan el Volcán Llaima, el Volcán Calbuco, el Volcán Chaitén, el Complejo Volcánico Puyehue-Cordón Caulle y el famoso Volcán Villarrica, considerado como el más activo de Chile. A estos se suman volcanes que se encuentran al norte del país, como el Volcán Láscar, el Volcán Parinacota y el Volcán Irruputuncu, ubicados en la frontera con Bolivia.
En Chile, la institución encargada del monitoreo de actividad es el Servicio Nacional de Geología y Minería, quienes realizan un ranking de riesgo de volcanes en base a la población que vive alrededor de un volcán, la historia de dichos volcanes, sus últimas erupciones, y otros factores. Sin embargo, el profesor Díaz señala que, en ocasiones, hay volcanes que aparecen un poco desplazados de las primeras posiciones del ranking, porque no los conocemos tan bien.
“Y no es fácil compararlos. Los volcanes pueden tener un historial eruptivo de 500.000 años. Y nosotros hemos visto solamente los últimos 50 o 100 años, o si somos generosos tal vez los últimos 500 años desde que tenemos registro escrito por los españoles o registro oral de nuestros pueblos originarios. Pero hay poco registro claro, y entonces después de cierta cantidad de siglos hacia atrás empezamos a perder la noción de los datos, de las erupciones y de cómo estos volcanes tienen procesos eruptivos de escala geológica. Al final, un volcán que se erupcionó hace 10.000 años es un volcán activo hoy también”.
Cosmovisión mapuche y su percepción de los volcanes
Tal como señala el profesor Díaz, las comunidades que han vivido décadas o incluso siglos alrededor de los volcanes son claves para nutrir su pasado geológico y los cambios que han experimentado. Particularmente dentro del pueblo mapuche, muchos de sus relatos hacen alusión a fenómenos de volcanismo de la zona centro-sur de Chile, donde los volcanes representan lugares sagrados habitados por espíritus poderosos.
“Los significados van cambiando según el lugar, pero en común se les considera como casas de seres. Y estos seres, los pillan, cuando intentan salir de los volcanes, generan estas erupciones. Los volcanes son lugares de nacimiento de las almas de las personas, sus püllü nacerían de los volcanes y se depositarían en el cuerpo de un recién nacido. Y luego esta alma, cuando la persona muere, vuelve a los volcanes. Dependiendo si la persona fue buena, esta alma se va a convertir en nieve, luego va a ser agua que va a ser bebida por los vivos. Ahora, si la persona durante su vida fue mala, va a ser roca del volcán que luego va a ser erosionada y va a entrar en el olvido de los tiempos. Son lugares donde las almas buscan llegar al cielo, pero como no logran llegar al cielo, en su llanto generan la lluvia. La lluvia va lavando los volcanes y los va erosionando”.
Así explica Cristian Bastías Curivil, geólogo egresado del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. En su tesis de pregrado, Cristian quería entender su raíz indígena a través de la geología. Para eso, decidió albergarse en el paradigma de la Geomitología, ciencia que facilita la confluencia de los estudios de la Geología y la Meteorología con el mundo de las Ciencias Sociales.
Esto permite comprender que los mitos y leyendas de un pueblo -como el mapuche- surgen como respuestas culturales frente a los desastres naturales, generando y a la vez retroalimentando la visión de mundo o Cosmovisión, puntualiza Cristian. Sin embargo, no son relatos exclusivos en torno al volcanismo, más bien, los fenómenos naturales se explican de forma conjunta.
Como geólogo, a Cristian le llamaba mucho la atención que algunas ideas e historias mapuche no estaban muy alejadas de cómo se entienden y explican los fenómenos volcánicos hoy. Es así como recuerda un escrito de Martín Gusinde, sacerdote y antropólogo alemán que buscó rescatar la memoria del pueblo mapuche, selk'nam, yámanas y kawéskar a partir de registros etnográficos. En la historia -expuesta en el Museo Precolombino de Santiago- un hombre de Cholchol, comuna ubicada en la Región de La Araucanía, le comentó que el origen de los maremotos se conectaba con la erupción de los volcanes.
“Los volcanes, cuando erupcionan y derriten la nieve, lo que baja es una ola. Y en el caso del mar, esta persona decía que era de forma similar, porque en el mar habían hielos, y cuando había una erupción bajo el mar, estos hielos se quebraban, empezaban a flotar y al flotar empezaban a levantar columnas de agua. Empezaban a levantar olas. Y esto es muy similar a una versión de Trentren Vilu y Caicai Vilu, dos serpientes mitológicas de la cultura mapuche, que se asocian a estos fenómenos. Entonces, la idea no está tan alejada desde cómo se estudia en geología o en otras ciencias de la tierra. Efectivamente lo que baja cuando hay una erupción volcánica y se derrite la nieve es una ola. Tampoco está muy alejado de cómo se generan los tsunamis. Para ello, efectivamente hay un rompimiento de la corteza y genera olas. Esta persona lo explicaba como hielos que se levantaban del fondo marino. Y esta idea tampoco es tan extraña, porque a 2000 o 3000 metros bajo el mar se pudren las algas marinas, generando metano. Esto se aglomera y da un aspecto similar al hielo. Entonces, todas estas ideas que tenía eran extrañamente similares a lo que se enseña hoy día con la geología u otras ciencias de la Tierra”, especifica Cristian Curivil.
Volcanes como sinónimo de vida y riqueza natural
Pero los volcanes no son solo símbolo de destrucción y peligro, como en muchas ocasiones se suele acentuar. También son sinónimos de cultura y riqueza natural. Un ejemplo lo podemos ver en el ámbito minero, donde el vulcanismo es el responsable de enriquecer la parte superior de la corteza, generando yacimientos de oro, plata, azufre, hierro y cobre.
Además, ¿sabías que la degradación de materiales volcánicos tiene efectos nutritivos y fertilizantes para el suelo? Un caso que observó de cerca el académico Daniel Díaz tras la erupción del Volcán Calbuco en 2015, quien fue testigo de cómo, tras capas de cenizas, nacía una naturaleza de grandes dimensiones. Y más allá de las fuentes termales que atraen al turismo, los volcanes albergan un tremendo potencial de fuente geotérmica como energía renovable, que según el profesor Díaz, estamos desaprovechando.
“No hay ningún país del mundo que se abastezca, creo yo, únicamente de geotermia, pero hay países como Nueva Zelanda, Indonesia, México o Estados Unidos que incluyen a la geotermia dentro de su matriz con un porcentaje no menor, entre el 10% y el 20% de la matriz energética en países con un potencial geotérmico menor que el nuestro. Tenemos muchas zonas que son potencialmente interesantes para hacer geotermia. En Chile está la única central geotérmica de generación eléctrica de Sudamérica. Pero podría haber mucho más. Además, con geotermia puedes tener una producción 24/7 sin importar lo que pase alrededor. Hace un pozo geotermal y siempre vas a estar sacando por muchos años una cierta producción eléctrica que no depende del viento, no depende del sol, no depende de la temporada, no depende si es invierno, si es verano, etc. Entonces tiene beneficios que nosotros no hemos sabido incluir correctamente dentro de la matriz energética que tenemos, pero tenemos un potencial super grande ahí que estamos desaprovechando”, profundiza el profesor.
Si quieres saber más al respecto, te invitamos a revisar el capítulo 181 de Universidad de Chile Podcast. Ya disponible en Spotify, Tantaku, Apple Podcast y YouTube.