Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Distinción Académica de Profesor Emérito al distinguido Profesor Nibaldo Bahamondes Navarro.

(Transcripción)

 

Es como las columnas que sostienen este Salón de Honor. Su estructura permanece sobre ellas, sólidas, para marcar de alguna manera la presencia de la Institución en el corazón del país. Así son nuestros profesores eméritos: las columnas que sostienen el valor de nuestra tradición, de nuestro trabajo universitario. Y no es este, Nibaldo, un homenaje que se hace para despedir, es, por el contrario, un homenaje que se hace para consolidar una relación de muchos años. Nosotros queremos que nuestros profesores eméritos sigan en la universidad, que estén por siempre en la universidad, porque se trata de su ejemplo, se trata de una vida dedicada con pasión al trabajo universitario, y se trata de retener el valor que eso tiene para las siguientes generaciones. Una verdadera universidad no es, como muchos creen, una entidad que funciona con un taxímetro para todo lo que hace. Una universidad también es, y más que nada, esa proyección intergeneracional, esa proyección en el tiempo de un trabajo que parte en ciertas condiciones y que termina en otras, porque han cambiado las cosas, porque han cambiado las tecnologías, pero no ha cambiado el corazón de los académicos dedicados con fuerza y con compromiso. Es por eso que la universidad es la que agradece y no el Profesor Emérito quien viene a agradecer a la universidad por la entrega de esta distinción. Esta distinción significa un agradecimiento de la universidad a quien ha dedicado una vida entera al trabajo comprometido por la institución y al trabajo comprometido por la educación, que es tan importante, que es tan valiosa y que está desgraciadamente tan olvidada y tan dejada de lado. Por eso hoy día que constituimos esta nueva columna, en este edificio que es la tradición de la universidad. Es el momento de decir gracias por la contribución, por el esfuerzo, por ese compromiso del muchacho que vino de Chiloé, que se educó con nosotros, que entregó su vida a la institución y que, por tanto, seguirá con nosotros, que es lo importante y es lo valioso.

Yo conocí a Nibaldo Bahamondes, hace quizás unos 34 años, cuando con Grete Mostny1 acariciábamos un proyecto que era una locura. Yo, como un joven profesor deseaba crear un museo de ciencia y tecnología y Grete Mostny me presentó a una de las personas que constituía el pilar de aquel viejo y querido museo de la ballena, que era Nibaldo Bahamondes. Me impresionó su energía, me impresionó su realismo, me impresionó su capacidad de entender rápidamente las ideas, de desmenuzarlas y ponerlas en un terreno concreto y franco. Nunca se me olvidaron las conversaciones que varios tuvimos con él, porque él nos permitió que esos sueños aterrizaran, aunque a veces aterrizaban de una manera bastante estruendosa y otras aterrizaban suavemente, porque estaba la mano de él que guiaba para poder entender mejor que los sueños se construyen con paciencia, con tiempo y con esfuerzo, y no de un día para otro. Mostraba ahí una cualidad que a mí me parece que hoy día es para destacar: la cualidad del profesor, del maestro, de aquél que - a diferencia de lo que hoy día nos acostumbra un sistema en que a todo le pone precio pero no identifica el valor de nada- entregaba más allá de los compromisos formales; un maestro que dedicaba su tiempo, su vida, su familia, a educar a otros. Es, por lo tanto, un ejemplo valioso en esta institución donde tratamos que la acción formativa siga siendo un valor y no meramente una transacción de mercado. Yo creo que hay muchas razones para agradecerle a Nibaldo su contribución a la universidad, pero quizás la más importante de todas es ser ese ser humano magnífico, generoso, amplio, simpático, amable, chilote en toda la extensión de la palabra, que se ha llenado de amigos, discípulos y admiradores.

Yo creo que es muy lastimoso que el Liceo de Ancud haya perdido un docente, pero creo que el valor social de haber tenido a Nibaldo Bahamondes todo el tiempo acá en la Universidad de Chile - y de seguir teniéndolo, es evidentemente una inversión que el país debiera aplaudir. Nibaldo Bahamondes ha estado con nosotros 64 años y seguirá con nosotros todos los años que sean posibles, para poder acariciar mucho más de la persona que ha hecho contribuciones tan importantes y que nos ha enseñado tanto acerca del valor del hombre y del valor del educador. Muchas gracias Nibaldo. Gracias.

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