Intervención en el Seminario "Diálogo Social: Condiciones Sociales y Políticas" del Rector de la Universidad de Chile, profesor Luis A. Riveros, Tema: "Reflexiones desde la Universidad".
Intervenir en tercer lugar me da ventaja que ya la mayoría de las cosas se han mencionado. Me da también la ventaja, quizás, de ordenar un poco los temas desde la óptica que se me ha pedido adoptar, que es la visión universitaria. Por lo tanto, y para estar dentro del marco de tiempo asignado, me voy a referir a cuatro aspectos:
El primero se refiere al concepto de Diálogo Social. Segundo, a los obstáculos para la ocurrencia de un Diálogo Social. Tercero, a las condiciones que se requieren para un adecuado Diálogo Social. Y, finalmente al rol de la Universidad en dicho Diálogo.
Mi primer comentario, es que ésta constituye una muy buena oportunidad de reflexión en una sociedad como la nuestra, en que desgraciadamente se reflexiona, se conversa y se discute poco, sobre temas que tienen tanta relevancia para el conjunto. Hemos, de alguna manera, asumido que alguien toma las decisiones por nosotros y creo que eso es, evidentemente, un factor debilitador de la democracia. Por lo tanto, cuando se piensa sobre qué es el Diálogo Social, creo que la mejor forma de entenderlo es como un conjunto de mecanismos, de instrumentos que permiten establecer diagnósticos y buscar caminos de consenso. Vías comunes que permitan definir qué acciones, en qué plazos y en qué condiciones permitirán alcanzar un conjunto de objetivos determinados. Creo que eso es muy importante y quiero, a ese respecto, poner como ejemplo a la propia Universidad, porque, como más de alguien lo ha dicho, la Universidad de Chile constituye una especie de corte representativo de nuestra sociedad. En cierta manera, una Universidad como ésta tiene los problemas muy similares a las decisiones y retos que enfrenta la sociedad chilena.
Y esta Universidad, debe tomar decisiones respecto a su futuro. Se podría decir "para eso elegimos directores, decanos y rector". Pero no es satisfactorio pensar que estos cuerpos directivos o autoridades tomen decisiones que el resto deba acatar. Naturalmente, cuando se elige a las autoridades, ello se hace dentro de marcos muy generales, tales como "hagamos mejor a la Universidad de Chile", "hagamos crecer a la Universidad", "fortalezcamos nuestro rol académico". Los cómo, los cuándo son a este respecto muy importantes, lo cual requiere de un permanente diálogo hacia adentro, que no es fácil. ¿Por qué no es fácil? En primer lugar porque no se trata de reunir a toda una comunidad universitaria para decidir qué vamos a hacer en determinadas áreas; son temas, además, complejos, y que requieren una gran cantidad de información. Por otro lado, no es fácil proceder de este modo porque, como nuestra sociedad, también la Universidad se organiza en compartimentos, está el compartimento de los cientistas versus los humanistas, aquel de las ciencias más duras versus las más blandas; está también el compartimento de los estamentos donde hay funcionarios, académicos, estudiantes, hay aquí, del mismo modo, académicos jerarquizados en distintas categorías. De manera que nuestra organización, nuestra realidad universitaria es muy representativa de una sociedad muy compleja en que las decisiones respecto a qué se debe hacer, en qué plazos y cómo, no revisten necesariamente la conflictiva simpleza de los mecanismos autoritarios en que hay una persona o un grupo que decide y el resto acata; en nuestro caso, la conflictividad se desprende, simplemente, de la propia diversidad.
Hay universidades que funcionan de modo más autoritario: son los propietarios los que toman las decisiones respecto a qué se va a hacer, si más arte o más ciencia o más pregrado o más postgrados o más extensión y menos docencia. Decisiones que hay que tomar siempre porque el marco de recursos es limitado. Naturalmente, nos gustaría hacer más ciencia, más arte, más de todo, pero aquí hay costos y esos costos tienen que distribuirse, tal y como los beneficios académicos, en nuestro caso, que también deben distribuirse. Por ello, las decisiones en una Universidad Pública, pensante y diversa son más complejas y, quizás, también más lentas.
Entonces el tema del diálogo es un tema crucial en una universidad, por lo menos en una universidad que quiere, efectivamente, entender su democracia como una forma en que se discuten los temas colectivamente. Decisiones, por otro lado, que no pueden llevar tampoco al inmovilismo que conllevan claustros permanentes, votaciones sucesivas para decidir qué hacer y cuándo. Sin embargo, aquí el mecanismo de diálogo para mantener la información y la participación es un elemento decisivo, es la única manera en que una universidad como esta puede tener un camino común, para que los cientistas y los humanistas, los artistas y los economistas entiendan que están en un camino que, de alguna manera, les garantiza la búsqueda de algunos objetivos comunes. Como digo, es un proceso complejo, que está permanentemente realizándose. Por eso cuando Juan Somavía decía "es un lindo objetivo este de tener Diálogo Social", el mismo representa problemas permanentes sobre las formas, sobre las instrumentación, sobre la información que se requiere. Sostengo que un elemento representativo de aquello es esta Universidad que incluso para decidir sobre sus lineamientos estratégicos, requiere discusión, requiere participación en instancias que no son fáciles de organizar ni conducir.
Constituye, por lo tanto, un reto permanente y muy especialmente para una Universidad como ésta, el tener estos mecanismos de diálogo y de participación difíciles de implementar permanentemente. Porque las preguntas cambian, como van cambiando los retos externos, y las condiciones internas tal y como para nuestra sociedad las preguntas cambian así como los retos externos. Para nosotros es un elemento fundamental para sostener lo que llamamos la democracia interna. Aquí la sustentabilidad de la autoridad está ligada a su capacidad para dirigir y para poder implementar y además convencer respecto de cuáles son los caminos que debe seguir la Universidad. Como digo, eso no siempre es bien entendido; es más fácil, posiblemente, en una Universidad en que alguien toma las decisiones y simplemente hay acatamiento de ellas en virtud de los organismos establecidos -tal y como nos imponemos el desafío de ser una entidad crítica y pensante- Pero aquí los organismos están definidos como participativos por definición y eso crea una gran cantidad de complejidades.
¿Qué obstáculos hay? Naturalmente que el obstáculo primero, creo que el principal, es el de la inequidad. Ese obstáculo está en este ejemplo, que se me ha ocurrido dar sobre nuestra vida universitaria. Prevalecen aquí inequidades desde muchos puntos de vista: desde facultades que tienen mayores posibilidades de acceder a buenos financiamientos vías sus potenciales de investigación y ventas de servicios, y otras que no; desde algunas que tienen tamaños mayores debido no sólo a su historia sino a las necesidades de, tener estructuras que son mucho más complejas que otras que, por sus tareas, necesitan estructuras más simples. Y por lo tanto, una cuestión que requiere de mucha sabiduría desde el punto de vista de la gestión política de una universidad es mantener, precisamente, las opciones abiertas para una participación equitativa, independientemente de estos factores que, innegablemente, son estructurales e introducen inequidad.
Y me hago la siguiente reflexión entonces, respondiendo a la pregunta sobre los obstáculos que prevalecen para el Diálogo, ¿cuál es el primer obstáculo que se encuentra en nuestro país para tener un Diálogo Social en condiciones de equidad y eficiencia? Creo que uno fundamental es el tema de la equidad. Se puede simplemente mirar los indicadores de distribución de ingreso en Chile, que nos dicen que la diferencia entre pobres y ricos es de 1 a 17 o de 1 a 16. Podemos discutir sobre la cifra, en lo específico, pero evidentemente, que la misma se ubica dentro de las situaciones más inequitativas en el mundo y, bastante lejos de la situación de mayor equidad que viven aquellas economías con las cuales nos gusta compararnos en vista a nuestro resultado económico más reciente.
La interrogante inevitable es ¿qué condiciones efectivamente tenemos en una sociedad con ese grado de desigualdad para tener Diálogo Social? Un Diálogo Social productivo, donde los actores tengan, de acuerdo a sus visiones y condiciones, el peso que corresponde en las eventuales decisiones. Creo que ese es un problema grave. Pero un problema aún más grave, posiblemente, es que no ha habido cambios importantes en esto a pesar de los avances existentes en materias sociales: disminución de la pobreza, más recursos para algunas de las áreas sociales fundamentales del país, salud y educación. Pero estos indicadores en términos de estas brechas, no han cambiado en los últimos 15 años y eso plantea el crucial reto político de cómo, efectivamente, uno puede promover diálogo y participación que sustente a la democracia en condiciones en que existen estos grados de inequidad que, tienden más bien a disgregar y provocar sensaciones de enfrentamiento, más que una búsqueda de encuentros. Eso se puede observar a nivel de la estructura regional, de la estructura ocupacional, desde el punto de vista de la organización de nuestras ciudades, encontrándose este sentimiento de profunda desigualdad, que pienso que es un obstáculo importantísimo para poder llevar a cabo un Diálogo Social que, efectivamente, signifique un sustento de los mecanismos democráticos.
Hay reformas que han caminado en dirección de construir mayor equidad. Voy a señalar que la más importante no ha caminado, que es justamente, la más restauradora de equidad al final del camino: la educación. Pero creo que todas esas reformas son bienvenidas y, a este respecto, me parece que el diálogo laboral es un elemento importantísimo en todo esto. No es el único, porque el diálogo laboral se restringe al esquema de empresas y este esquema es parte importante pero no del todo representativo del mercado laboral, especialmente en países como el nuestro en que el autoempleo y las empresas pequeñas y medianas proveen parte muy importante de la ocupación total. Pero son reformas que, por sus señales son importantes, porque aquí hay otro elemento que es decisivo y que el Ministro ha mencionado, el tema de las confianzas.
Nuestra sociedad y doy una opinión como observador de la Historia de Chile, a la cual me dediqué durante muchos años, es una sociedad que está dominada permanentemente por las desconfianzas. Si uno mira la historia nacional en su perspectiva de largo plazo, en la búsqueda de lo que algunos historiadores llaman los elementos de la larga duración histórica, considero que uno de los elementos destacables que siempre ha estado presente es el tema de la credibilidad y las desconfianzas subyacentes a nuestras debilidades como sociedad para poder organizar mecanismos que efectivamente promuevan participación, diálogo y búsqueda de caminos comunes. Así como dicen que el chileno es por naturaleza desconfiado, pienso que eso llevado al terreno de las políticas, al terreno del diálogo, al terreno de las decisiones, se ha convertido en un elemento que, con el tiempo es una tremenda dificultad para llevar a cabo el diálogo transparente que probablemente nuestra sociedad siempre ha demandado.
Suscribo lo que dice Juan Somavía, en términos que este tema del diálogo laboral, que yo creo que es una parte importante, pero no todo lo que nos debe preocupar en el contexto del diálogo social, tiene mucho que ver con el reto de la productividad y la competitividad. Pero pienso que aquí, por los temas que voy a mencionar al final, es muy importante el concepto de la dimensión humana. Si algo malo nos ha pasado como sociedad, en los últimos 20-30 años, es la progresiva deshumanización de nuestras relaciones: las laborales, las educacionales, las familiares, etc. Somos una sociedad que camina, progresivamente, hacia un mundo más deshumanizado y creo, que eso atenta contra la competitividad y la productividad. Como, más en general, contra una sociedad más integrada. O sea, esto de los salarios de eficiencia que se empiezan a hacer famosos como mecanismos para entender las relaciones laborales de las empresas grandes en el mundo industrial, tiene mucho que ver, con un grado de atención a la dimensión humana al interior de la empresa. En cierta manera los procesos de reingeniería deberían prestar gran atención a esa dimensión humana en que importa, lo que siente y lo que piensa la persona que está en cualquier nivel, aunque se trate del más inferior de la empresa.
Por lo tanto planteo que estas desconfianzas crecientes, producto de nuestra historia, producto de nuestras sensaciones, producto de que no hemos sido capaces de ir cambiando nuestra visión de la sociedad, se ha ido transformando en un obstáculo, para que ni siquiera el diálogo a nivel de la empresa, que como digo, es una parte del diálogo en su totalidad, funcione de la manera transparente, adecuada al objeto de crear acuerdos que permitan hacer caminar las cosas en una dirección consensuada.
¿Qué requiere un buen diálogo? Creo que hay dos condiciones. En primer lugar: información. Información para saber qué estamos hablando, para saber cuáles son los temas, para saber cuáles son las ideas sobre esos temas y, para que esa información exista a nivel de la sociedad. Ello necesita medios de comunicación, lo cual requiere que reconozcamos que en Chile, no tenemos una estructura propicia de medios de comunicación. Hay una crisis desde el punto de vista comunicacional que es muy importante, no sólo por los enormes sesgos que tiene la propiedad, la difusión de la comunicación, sino además, por la organización misma y por el estilo comunicacional que es preocupante. Ahí hay un tema que es muy importante y, de nuevo, cuando nosotros llevamos a cabo discusiones en la Universidad, que muchas veces son complejas, el tema de la información es vital, para saber qué precisamente estamos hablando. Porque de otro modo los temas quedan como en la superficie, determinando que temas como "proyecto-país" o "proyecto-universidad", constituyan generalidades que, no aceptan discusiones en los términos específicos. Por lo tanto, allí hay una condición importantísima: somos o no somos capaces de mejorar, de crear, de desarrollar medios de comunicación, más de verdad, con estilo amplio y profundo, o más orientado, justamente, a estos elementos de participación de los que estoy hablando.
La segunda condición para un buen diálogo es que se requieren elementos canalizadores, conductores, generadores de ideas respecto a los temas sobre los cuales tenemos que dialogar. En una sociedad se debiera esperar que los partidos políticos fueran generadores de ideas, proponentes y canalizadores, grandes orientadores de la opinión respecto a los temas sobre los cuales tenemos que dialogar y sobre los cuales deberemos, eventualmente decidir. Reconozcámoslo también: creo que en Chile no tenemos partidos políticos, por lo menos en ese sentido. Ahora, la ventaja de ser Rector de la Universidad de Chile es que puede decir estas cosas, porque es la opinión más absolutamente desinteresada y por sobre intereses específicos. En Chile hemos dejado de tener partidos conductores de ideas y contamos más bien con organizaciones destinadas al manejo del poder, a las cuestiones comunicacionales, al posicionamiento en aspectos puntuales. Si se piensa en "qué, efectivamente, hay de nuevo", "que de nuevo proponen", cuáles son los parámetros para una discusión abierta sobre los problemas profundos de nuestra sociedad, me parece que la conclusión es que no contamos con partidos políticos. O, podríamos concluir, se cuenta con algunos elementos primarios para el desarrollo posible de partidos políticos, sostengo que ese es un tema que tenemos que discutir al comienzo de todo esto, porque me parece que el tema diálogo requiere, precisamente, tener actores muy convencidos de ideas, de propuestas, de visiones, más allá de las generalidades, porque en las generalidades siempre todos vamos a estar de acuerdo. Un diálogo precisa de conducción, de liderazgo en las ideas y propuestas, y nuestra realidad partidista se ha alejado de ello. Tampoco, estoy postulando volver a ideologismos fuertes e irreductibles que en cualquier caso no son capaces de producir el diálogo que necesitamos para encontrar caminos comunes para nuestros graves problemas sociales, económicos y políticos.
Así, pues, estoy convencido que en estas dos condiciones importantes para el desarrollo del Diálogo Social --información y partidos políticos-- tenemos un déficit muy importante como sociedad. Este es, un tema urgente, uno de los elementos vitales de discusión hoy.
Como conclusión, ¿qué rol debe tener en esto la Universidad? Porque lo que se me ha pedido es, delinear una visión sobre el Diálogo Social desde la Universidad. Creo que, la Universidad debe constituir una instancia crítica. No creo en las universidades que venden "productos" una forma reduccionista del ser universitario que en estos días se nos ha hecho tan inherente, una visión economicista y mercantilista que promueve baja calidad y gran énfasis cortoplacista. Pero, en el fondo, una Universidad debe ser un ente pensante de la sociedad y para ser un ente pensante, debe ser un ente crítico, no un ente replicante de los problemas o de las visiones al interior de ellos. En segundo lugar, debe ser la universidad una instancia de encuentro, por eso favorecemos este tipo de cosas, porque éste es un lugar donde no sólo se puede, sino que se debe, venir con el cerebro "desabrochado", como decían los franceses a fines de la década de los '60, a discutir los temas con honestidad. Creo que es muy importante que la Universidad en general, ésta en particular, se preocupe de esta necesidad de crear diálogo y de convertir esto en instancia de encuentro, donde la Corporación tenga una visión crítica y promueva la discusión amplia. Por eso me he sentido encantado de acceder a la invitación del Prof. Eduardo Morales, porque la Universidad no puede ser una instancia que arriende el local para que tengan lugar este tipo de reuniones. Por el contrario, la Universidad debe tener una visión sobre la sociedad, sobre sus problemas, y ser también capaz de canalizar propuestas sobre estos problemas y estas visiones.
La Universidad debe ser una instancia productora de ideas. El tema es el nuevo conocimiento, como mencionaba Juan Somavía, y aquí enfrentamos problemas, porque en estas áreas es donde están nuestras mayores debilidades desde el punto de vista de financiamiento de la investigación. La investigación, tiene muchas más potencialidades en las áreas duras, en la biología, en la física de los materiales, en el modelamiento matemático, en lo teórico, pero mucho menos en la sociología, en los temas de la ciencia política, de la economía social, en la historia social, política y económica que, por contar con menos apoyo constituyen desarrollos que dependen mucho más de la voluntad de los investigadores. Ahí hay un grado importante de inequidad en el sistema que no hemos podido corregir. Requiere, maneras distintas de organizar los sistemas de financiamiento, de investigación nacional. Pero independientemente de eso, sin embargo, creo que la Universidad debe ser justamente una productora de ideas. Por eso nosotros, en esta Casa, no creemos en esas universidades puramente docentes, porque no hay manera de tener universidades críticas, universidades que pongan a las personas en las fronteras del conocimiento si son universidades que repiten el conocimiento y no crean para poder formar el nuevo capital humano.
Finalmente, creo que la Universidad debe tener un rol muy importante, sobre todo esta Universidad, en el tema educacional en general. Como educador, tengo la sensación de que nos hemos acostumbrado a formar niños y jóvenes con un alto grado de capacidad para repetir cosas, con una tecnología pedagógica que es, fundamentalmente, desde el profesor hacia los alumnos. Por lo tanto, la instancia de diálogo no se crea justamente donde debe empezar a crearse, que es en el aula básica y media. Es por eso que cuando se acepta a estos jóvenes que andan buscando hoy información, que son de los mejores puntajes se encuentra que su comunicación no refleja sus capacidades intelectuales, porque no han tenido una educación que estimule la capacidad comunicacional, independiente esto de las graves taras que genera el hecho que la Educación Cívica haya desaparecido de los programas en los colegios.
Entonces, la pregunta es si no debiéramos repensar algunos temas que tienen que ver con el futuro en la capacidad de creación de diálogo social, como es el tema del diseño de la educación. Tenemos muchos alegatos respecto al tema de la educación, sobre financiamiento, sobre su estructura, la dependencia de las municipalidades, una serie de problemas que tenemos que discutir y que creo que no hemos discutido en forma exhaustiva. Eso es, una señal de falta de diálogo que hay en Chile para tomar decisiones respecto de algunos temas sobre los cuales sabemos que tenemos que tomar decisiones e introducir cambios. Creo que éste es uno fundamental: como estamos enseñando, precisamente, para que nuestra sociedad tenga un cambio en la actitud respecto a la necesidad de entendimiento y del diálogo para resolver.
De manera que me parece que la Universidad tiene una misión muy importante en construir este rol, profundamente creativo de la educación. Sí, hay una precondición importantísima para que nuestra sociedad cree las puertas abiertas para un mundo de mayor diálogo, de mayor transparencia, creo que ello tiene mucho que ver con la educación de nuestros niños y de nuestros jóvenes, en donde hay carencias vitales para formarlos en la perspectiva que una sociedad amplia y verdadera es una sociedad donde se expresan las ideas libremente. Ese me parece el mensaje último y más trascendente que emana de esta reunión.