Discurso del Rector de la Universidad de Chile en el Panel - Foro Construyendo La Paz en los Albores del Tercer Milenio: Una mirada desde distintas perspectivas espirituales y filosóficas.
Las obligaciones académicas y Directivas me han impedido el acompañarlos -como hubiese sido mi sincero deseo- en la inauguración de esta importante reunión, que en forma tan profunda ratifica la vocación de distintas organizaciones en orden a destacar la paz como un valor y como una manera de prolongar en nuestros jóvenes la necesidad de construir una sociedad más humana y más solidaria. Quiero saludar la presencia de ustedes en esta ocasión, y declarar a nombre de la Universidad de Chile, la satisfacción que sentimos por que nos hayan permitido abrir nuestros claustros para reflexionar sobre la paz y sobre las implicancias que ella tiene como una forma de vida constructiva, y de mayor proyección vital hacia el milenio que se inicia. Son ustedes bienvenidos en esta Casa más que centenaria, que a lo largo de su dilatada tradición, ha contribuido como un lugar de encuentro y de pensamiento sobre los temas de país, y no se escapa el que nos ocupa en esta jornada como elementos básico y contribuido a la formación de un ambiente de mayor comprensión y tolerancia.
La Universidad es un espacio de reflexión. Más allá de la formación profesional, y de las responsabilidades docentes y de investigación, en una Universidad se debe buscar la verdad a través del trabajo de creación intelectual y del examen compartido sobre los temas seleccionados de acuerdo a la misión institucional. En esta Casa, la misión Universitaria es concebida como la creación y diseminación del conocimiento para el desarrollo integral de nuestra Patria. La Universidad de Chile se identifica con una tarea nacional, en orden a que sean los problemas de país, las interrogantes que dominan a nuestra sociedad y a su evolución, los temas que en forma sistemática han de constituir el parámetro de referencia para una labor de creación de pensamiento y de edificación de orientaciones, que surge de nuestra excelencia académica y de la labor compartida y diversa de los claustros. La Universidad de Chile se debe a Chile, y esa afirmación no es una simple frase publicitaria, sino la manifestación de una vocación de servicio al país, de voluntad de tarea nacional y de vinculación con las fuerzas vivas de la Nación, con sus problemas y sus prioridades.
Es evidente que una Universidad, como ha sido concebida en el pasado, y como la entendemos actualmente, fruto de una legitima renovación en nuestra organización y en el acto de re-asumir nuestro rol Nacional, no se corresponde ni con las ideas ni con las políticas que dominan hoy a la Educación Superior. Se plantea superficialmente que las Universidades deben estar acotadas a la tarea de formación profesional y las actividades de docencia, en general. La investigación -que parece no sólo alejarse cada vez más de la Universidad, sino que se promueven políticas efectivas en tal dirección- es cada vez más concebida como una cuestión instrumental, puntual, suceptible de financiamiento ocasional, discontinuo y ligado a personas. Por el contrario, la reflexión que nos anima como tarea universitaria permanente, exige constancia, adecuado financiamiento, y evaluación de resultados y de impacto; no todas las instituciones de Enseñanza Superior pueden, por la pura formación de un decreto o de una declaración, convertirse en Universidades, ya que estas son fruto del reconocimiento de pares, de la maduración de un proyecto, y de la producción sistemática de conocimiento útil a los objetivos de la sociedad. Una política Universitaria verdadera debe definir prioridades y procurar a las instituciones de excelencia el financiamiento que le permita producir para el entorno social, el ingrediente necesario para la superación permanente y el desarrollo integralmente entendido.
Sin ninguna duda, el tema de la paz como elemento articulador de la sociedad que deseamos, es un desafío de país, y merece más meditación a nivel de las Universidades en condiciones de ofrecer creación e investigación. La paz se altera cuando aflora y se desarrolla la intolerancia, y esta es fruto de la ignorancia y de la inseguridad en los credos propios; hay que enseñar la tolerancia como una forma de vida, que se construye por medio del perfeccionamiento individual y de la búsqueda de la verdad como una forma de vida. La paz se destruye cuando se mantienen injusticias permanentes que discriminan a algunos que, a pesar de sus esfuerzos están recluidos en un ambiente de pocas oportunidades, pobreza secular, y la derivada utilización que de sus angustias hacen aquellos que quieren explotar el descontento con el fin de destruir la paz. La paz también se afecta cuando a los jóvenes no se les brinda los espacios suficientes para manifestar sus deseos, sus sueños, sus ansias, sus afanes de construir un mundo mejor; dejarles soñar es una manera de educar, de orientar y de afirmar nuestras propias voluntades, y de construir una paz sustentable intergeneracionalmente.
Aquí estamos ratificando una convicción sobre tolerancia, igualdad y educación. Son éstos tres elementos vitales para edificar una sociedad humana, digna y más solidaria. Pero cuanto hay que hacer para avanzar decididamente por esas avenidas!! Todos los días hay ejemplos de violencia abierta o encubierta; de una forma sistemática de destruir nuestra convivencia; de una manera a veces soterrada de engañarnos, cuando las manifestaciones de violencia superan con creces las obvias y se proyectan en forma insidiosa en los mecanismos y fisonomías de vida que a veces llegamos a aceptar como "naturales".
No puede existir paz si no se manifiesta un claro camino de mejoramiento de nuestro medio ambiente; si no se revela una sociedad que se convenza sobre la necesidad de igualdad de oportunidades y de condición. No puede haber paz si negamos con nuestra actitud la aceptación de los puntos de vista divergentes, y de sus implicancias en términos de oportunidades para el verdadero encuentro. No puede haber paz sin una buena Educación para todos, ni en ausencia de una sociedad que promueva valores fundamentales de solidaridad y humanismo. La paz no se puede construir con discursos, sino con propuestas activas para accionar los mecanismos necesarios en los ámbitos más claves de nuestra sociedad.
Esta reunión es relevante. La Universidad de Chile la respalda con entusiasmo y compromiso, frente a un tema de país con tantas perspectivas de transformarse en una verdadera fortaleza para el progreso social, no podemos quedar indiferentes y debemos contribuir con nuestra reflexión, nuestra adhesión, nuestra vocación secular por la Educación amplia, tolerante, laica y de calidad.
Deseo un gran éxito a este esfuerzo maravilloso, que se realiza al finalizar un siglo de grandes amarguras y de enormes frustraciones, pero que levanta retos de importancia para superarnos hacia el futuro, frente a la necesidad de construir una sociedad mejor en que la verdadera libertad esté primero en nuestras conciencias y en nuestros corazones, e intentemos construir el espacio de respeto que nos merecemos para darle verdadera significación al concepto de humanidad, y a la realidad comprometida de chilenos.
Muchas gracias por su presencia en nuestra Casa. Nos sentimos complacidos, y deseamos que este sea un paso significativo para construir el futuro que tenemos derecho a soñar.