Palabras del Rector de la Universidad de Chile, Profesor Luis A. Riveros Cornejo, en el Acto de Celebración de los 50 años de la Declaración de los Derechos Humanos.

El ser de la universidad es el humanismo. No existe verdad mas importante, aunque a menudo olvidada en un mundo que tiende a concebir a la Universidad como una empresa, productora de individuos con determinadas capacidades y habilidades, en donde prima el concepto de insumo y de producto, y en donde los precios determinan que, como y cuánto hacer. La Universidad es, en esa visión, un ente no fundamentalmente distinto de una fábrica de calzado, en donde la producción de profesionales y conocimientos se hace a "pedido" y en donde la planeación de la actividad depende fundamentalmente de los incentivos financieros percibidos a través del mercado. Es también la Universidad en donde el hombre pasa a ocupar un lugar accesorio, convertido en un instrumento, en un mero medio para alcanzar los fines mas trascendentes -suponemos- que se asigna al valor material, que se asigna al valor material, que es a la vez el mas secundario del hacer universitario.

La Universidad deshumanizada se ha ido convirtiendo en el síndrome de los tiempos actuales. Es la Universidad instrumental y profesionalizante. Es la Universidad -empresa en sus mas burdas manifestaciones, postulada por muchos como la entelequia del modernismo y de la eficiencia. Es la Universidad que se privatiza para olvidar sus tareas sociales, dejando de lado su labor de crítica y de análisis reflexivo. Es la Universidad que abandona el campo público, el cual se deja solamente para los más pobres y menos calificados, como una cura a las conciencias por los problemas que se heredan de una educación malconformada desde los primeros niveles, y que es por ello mismo -y por los mecanismos financieros que ello envuelve- una Universidad Pública pero de escasa excelencia.

No creemos en esa universidad. Creemos en la Universidad del humanismo, ya que concebimos al hombre como objeto último del progreso y del hacer universitario, constituyendo el efectivo ser de su trabajo. Creemos en la Universidad Nacional, preocupada de los temas de país, reflexiva y crítica respecto de nuestra sociedad y de sus problemas mas acuciantes. Creemos en la Universidad Pública, en que brinda servicio público a la sociedad que le financia y le brinda los lineamientos de trabajo mas sustanciales, efectuado sobre la base de la mayor excelencia académica. Es decir, creemos en lo que ha sido la tradición, la fuerza, la historia de la Universidad de Chile durante la mayor parte de su existencia.

Es por ello que constituye un orgullo para el Rector el darles la bienvenida en esta Casa universitaria, mas que centenaria por tiempo real, pero también por un pasado brillante asociado con su influencia nacional y al desarrollo del país en todos los ámbitos. Es un orgullo, porque esta es la Casa del humanismo, como también de la reflexión sobre la sociedad chilena y sus problemas. Y cuando se trata de conmemorar los 50 años de la declaración de Derechos Humanos, las puertas de esta Casa se abren con alegría, con entusiasmo, porque estamos en un tema que reside en el centro mismo de nuestras preocupaciones y de nuestras tareas institucionales.

El respeto por el hombre y sus Derechos. La libre manifestación del pensar y del sentir. El respeto por los demás, el respeto por la vida y por la individualidad. Cuestiones todas tan fundamentales pero que no constituyen, desgraciadamente, la realidad generalizada en nuestro mundo. A las puertas del tercer Milenio, están todavía presentes la barbarie, la exclusión, la censura, el hambre y las persecuciones ideológicas o religiosas. La Tolerancia es todavía un ideal, incluso en países que se precian de desarrollados, pero donde persisten luchas regionales, raciales, religiosas o políticas, que destruyen el respeto por el hombre y ensucian el concepto de4 libertad con que tan bien se visten sus líderes políticos. Cunde en muchas partes la persecución y la dictadura, que en medio de la miseria y la falta de horizontes, se erigen como soluciones y postulados inexorables de tipo ideológico. Es aún el mundo en que se persigue de maneras a veces sutiles, a quienes no comparten el status religioso mayoritario o único, asimismo como el político o el circunstancial. El horro del asesinato político, de la tortura, del exilio y de la cárcel, constituye una vergüenza para la humanidad que, en otros terrenos, ha avanzado con tanta profundidad y extensión. La prédica de la violencia -que sólo acarrea más violencia y mas despojo- se une secuencialmente en la trama de las dictaduras, las opresiones, el sufrimiento de los pueblos. Todo ello junto a un fenomenal progreso técnico, a una nunca antes presenciada expansión del comercio internacional, a una globalización creciente, que abarca el campo político y de la cultura. Las grandes contradicciones de nuestros días: el pasado neolítico se combina con el futuro de progreso; por desgracia el primero tiene que ver con el hombre y sus limitantes.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos ha sido un hito de gran importancia, aunque su relevancia práctica ha estado enormemente restringida en l ámbito real de las sociedades. Durante su vigencia ocurrieron los horrores del Vietnam, las dictaduras militares y proletarias de distinta índole, la existencia de luchas de gobiernos contra grupos internos, o de diversos grupos al interior del país. ¿Qué ha sido lo práctico, lo importante como logro de los principios así declarados y sustentados por la mayor parte de los gobiernos de la Tierra? Han primado las visiones "pragmáticas", que descuidan el terreno de los derechos fundamentales de las personas en función de los intereses "superiores" comerciales y financieros; la explotación de niños en la producción de bienes de bajo costo es un ejemplo cotidiano, tal y como las empresas que en el mundo latinoamericano y asiático producen "barato" por la vía de una enorme explotación de los seres humanos. Los compradores son, curiosamente, aquellos que defenderían la normativa de los Derechos Humanos a brazo partido. ¿Por qué ese doble discurso?, ¿Qué podemos esperar, efectivamente, para los próximos años?

La hipocresía con que se han manejado estos principios en el terreno práctico debe irse superando en la medida en que exista mayor transparencia en la información. Del mismo modo, en la medida en que logremos fortalecer la formación ética en las personas por medio de una educación humanizada y humanizante. Asimismo, en la medida en que vayamos eliminando las injusticias sociales, y todo aquello que sirva de base a la instauración de sistemas que promueven las violaciones a los Derechos Humanos como una forma de alternativa o de solución a problemas preexistentes.

Celebrar este nuevo aniversario de la Declaración debe dejarnos, según yo creo, el sabor amargo de quien inspecciona el pasado y se da cuenta que no se ha cumplido satisfactoriamente. Que se ha defraudado a la humanidad, y que ha prevalecido una falta de cuidado sobre los preceptos fundamentales que dieron origen a la normativa internacional.

Pero también entrega luces positivas hacia el futuro. La necesidad de verdad y justicia siempre y en todas partes. La necesidad de códigos éticos firmes en torno al respeto por la vida y por las personas. La necesidad de progresar en cuanto al respeto integral por las personas. La necesidad de progresar en cuanto al respeto integral por las personas y la superación de los problemas endémicos de un mundo con grandes contradicciones, que no hemos aprendido a vivir compartidamente. Celebrar los 50 años de la Declaración de los Derechos Humanos es una nota de optimismo, de futuro, de esperanza, de fe en lo mejor de venir, a pesar de lo vergonzoso que nos resulte mirar descarnada y objetivamente a nuestro pasado.

La Universidad debe ser crítica y libre. Esta es la Casa donde se debe decir la verdad y donde no se tiene otro compromiso más que con ella, y con la necesidad de un progreso colectivo. Como Rector de la Universidad de Chile les doy nuevamente la bienvenida, y les llamo a que esta celebración se constituya en un acto de reflexión para mejorar lo que hemos hecho, y para poder mirar con sinceridad a los ojos a las nuevas generaciones, para decirles:

Hombre: aquí estamos, viniendo de un pasado peor. Por hoy, hoy te respetamos por lo que eres y significas. No habrá camino ético que nos lleve, nunca más, a violar el templo de tus creencias y de tu persona... Eres hombre porque constituyes respeto mutuo, base misma del progreso, valor profundo e inconmensurable de la raza humana.

Muchas gracias.

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