“En 2015 se cumplieron 90 años de trayectoria del Trabajo Social chileno y latinoamericano: casi un siglo de avances, retrocesos, solidaridades, luchas, derrotas y esperanzas (…)” con esta cita comienza la Introducción del libro "Trabajo Social en Chile: Un siglo de trayectoria", editado por Paula Vidal, académica de la carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile. El libro reúne trabajos de investigadores chilenos que abordan aproximaciones históricas, teóricas, políticas, formativas y temáticas relacionadas con el campo disciplinario y la sociedad contemporánea.
Durante su presentación, realizada el pasado 15 de junio en el Auditorio José Carrasco Tapia del Instituto de la Comunicación e Imagen de la U. de Chile, expusieron académicos y algunos de sus coautores como Manuel Canales, Adela Bork, Teresa Matus y Lucía Sepúlveda.
A comienzos del siglo XX comenzó a enseñarse una carrera que pretendía –y pretende– diagnosticar la situación social del país, en ese entonces, al alero de la medicina y la higiene pública. El Trabajo Social, a través de distintas investigaciones, fue dando cuenta de fenómenos sociales y revelando las condiciones en que habitaban los sectores más populares de la sociedad chilena.
La “Cuestión Social”: un problema de ayer y hoy
Uno de los fenómenos sociales que analiza el libro es como desde hace más de 90 años, junto con el surgimiento de la profesión, grupos sociales de la población se enfrentaban a una vida paupérrima, era la denominada “Cuestión Social”. Más tarde, esta población tuvo acceso a ciertas condiciones mínimas que mejoraron su bienestar, a través de mejoras en sus viviendas, trabajo y acceso a la salud, sin embargo, no eran suficientes.
Al mismo tiempo, en post de dar a conocer cómo se expresaba la cuestión social en esa población, el Trabajo Social requirió poner a disposición del Estado ciertos estudios científicos, es decir la profesión tuvo –y tiene– que aunar la investigación con la intervención, ya que para realizar acciones y propuestas concretas en políticas públicas requería –y requiere– primero de un diagnóstico exhaustivo sobre la realidad que pretende intervenir.
“Desde un principio, el Trabajo Social estuvo vinculado a las necesidades emergentes de los sectores populares, con el fin de mejorar sus formas de vida”, subraya Paula Vidal. Recalca que la profesión nació de la mano de la preocupación del Estado por intervenir en la “Cuestión Social” con políticas públicas concretas, por eso la relación ha sido muy estrecha y sostenida en el tiempo.
Según investigadores citados en el texto, a comienzos del siglo pasado la sociedad chilena estaba marcada por la dialéctica y tensión entre civilización y barbarie, siendo esta última aquella que se expresaba tanto en la miseria y pobreza en la ciudad, en la explotación y falta de derechos sociales que sufrían los trabajadores, como –desde el plano político– en la “tiranía” de los gobiernos, como consecuencias asociadas al emergente modo de producción capitalista en Chile.
Barbarie que se manifestaba, en definitiva, en la “Cuestión Social”, la que aún no está resuelta. “Algunos expertos dicen que lo vivimos es una “nueva Cuestión Social”, pensamiento al cual adscriben varios intelectuales y sociólogos. Por otro lado, existe otra teoría apoyada por la escuela brasilera, la cual yo también comparto, que señala que hoy existe una “Cuestión Social” pero con distintas manifestaciones”, comenta Vidal.
La situación de discriminación que afecta a las minorías sexuales o precariedad de cientos de inmigrantes son ejemplos de la permanencia de la “Cuestión Social”, así como también la desigualdad que mantiene los signos abismantes aún de pobreza. A pesar de que la pobreza extrema ha disminuido, la brecha salarial todavía no se reduce. Un estadio de “barbarie” que habla de las constantes disparidades no solo económicas, sino que también sociales y culturales develadas a la ciudadanía por los medios de comunicación.
“También es posible detectar una barbarie que se expresa en fenómenos regionales como la guerra, la permanente violencia, el narcotráfico, la trata de personas o vulneración de derechos de infancia; yo diría que hoy más que nunca nos enfrentamos a una sociedad donde, sin duda, la pobreza o los índices económicos para definir la pobreza y desigualdad no resuelven ni explican la complejidad que tenemos”, indica.
La falta de derechos sociales, económicos, políticos, ambientales y culturales, “nos obliga a repensar con nuevas herramientas e instrumentos cómo intervenir para que esta sociedad avance hacia un horizonte de mayor “civilización””, hace hincapié la editora del texto.
En contraposición, las luchas de la sociedad civil en distintos países muestran su resistencia ferviente a la discriminación y a la pérdida de los derechos sociales, ganados con las luchas que se dieron durante el siglo XX. Asimismo, la vuelta a la “politización de la sociedad”, la radicalización y profundización de la lucha por la democracia sustantiva -entendida como la posibilidad de que la ciudadanía participe y decida sobre cada uno de los temas que afecten directa o indirectamente su vida cotidiana- son signos de esperanza o muestras de “civilización”.