Una muerte se siente de manera intensa cuando el fallecido es alguien cercano, esa sensación de cercanía es la que logró Humberto Maturana en cada persona que lo conoció o se aproximó a sus ideas sobre el origen de la vida, la deriva natural, la biología del conocer, el lenguaje como constructo social de la realidad y la naturaleza de la convivencia humana, entre otras. La profundidad y coherencia de su pensamiento nutrió de sentido el trabajo de numerosas generaciones de investigadores de diversas disciplinas, pero sus reflexiones también trascendieron a toda la sociedad incluso como paradigma espiritual, tal como lo hizo con el Dalái Lama.
Este sentimiento de pérdida que ha generado la partida de Humberto Maturana entre tantas personas contrasta con el amplio y valioso legado que el Maestro deja a la humanidad, una herencia que merece ser celebrada, enfatiza su discípulo y colega en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Jorge Mpodozis. El académico destaca que “hay una inspiración y una emoción que el profesor Maturana despertó en muchas personas. Lo que muchos oyeron de él los tocó en un sentido humano, y eso es súper valioso”. Parte de este legado será abordado en el homenaje póstumo que la Universidad de Chile realizará este jueves 13 de mayo a uno de sus más insignes representantes, evento que será transmitido por el Facebook Live y el Youtube de nuestro plantel.
El doctor en Ciencias Biológicas y especialista en Fisiología y Neurobiología, que compartió más de 45 años con Humberto Maturana, desde que fue “mechón” en la carrera de Biología, enfatiza la trascendencia alcanzada por su reflexión humanista. “La humanidad tiene un lugar y lo mejor de lo humano tiene un lugar legítimo, ese es el discurso último de Maturana, y eso a la gente le hace sentido, por eso hay tanta gente que lamenta su partida. La gente quiere oír que es legítima su existencia, que el afecto, la cordialidad y el respeto tienen un valor. Esa fue su preocupación como un humanista. Cómo eso no le va a llegar a tantas personas que se sienten abandonadas espiritualmente hoy…”.
Autopoiesis, evolución y neurociencia
Comenta, por otra parte, que si bien sus encuentros en el último tiempo fueron más para celebrar la amistad e intercambiar afectos, la biología siguió siendo tema de sus conversaciones, particularmente un estudio desarrollado por el profesor Mpodozis junto al también académico de la Facultad de Ciencias, Alexander Vargas. Este trabajo sobre epigénesis, en el que se propone una nueva dinámica evolutiva de las especies, mantuvo inquieto intelectualmente a Humberto Maturana hasta sus últimos días. “Estuvimos más de 30 años conversando sobre esto. Es un tema que a él le apasionaba, que tiene que ver con los fenómenos históricos en biología, la evolución”, señala.
Verónica Palma, directora del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias, plantea que el mayor legado del Maestro radica en que “extendió las fronteras de la biología para explorar e indagar los principios y las más importantes preguntas sobre la vida y el sentido que le damos a ella. Esta pregunta sobre la vida misma, que nace de la biología y la organización de un ser vivo, es lo que finalmente trasciende y pasa a ser una pregunta que cuestiona cómo se constituye la organización de un sistema social”. La neurobióloga explica que a partir de este trabajo logró crear un vínculo excepcional entre lo que se conoce como ciencias duras y las humanidades, unificando el conocimiento.
La académica enfatiza que el concepto de autopoiesis de Maturana marcó un antes y un después en biología. “Este concepto finalmente es muy simple. Sostiene que nos estamos autogenerando nosotros mismos constantemente y que la unidad fundamental de la vida es la célula. A mí me marcó. Fue muy revolucionario para su época, y vino a raíz de todos los experimentos que hizo hacia finales de la década del ‘60, y luego también con Francisco Varela. La primera unidad de investigación que realicé en mi doctorado en la Facultad de Medicina de la U. de Chile la quise hacer en el laboratorio del Dr. Maturana. Ahí trabajé en lateralización cerebral de palomas y pude ver el tremendo aporte que hizo Maturana con su trabajo inicial y después sus discípulos, gente que ha sido muy destacada”.
“Fue un científico excepcional y un maestro que formó a muchas generaciones y marcó la manera como hacemos ciencia en Chile”, afirma la profesora Palma, quien se acercó al maestro Maturana mientras era estudiante de pregrado en la Universidad Católica. “Aún tengo ‘El Árbol del Conocimiento’ en mi velador. Ese libro lo compré en el año ‘92 y me marcó para que yo quisiera seguir por la ruta de la neurociencia. Yo hice el diplomado de la Biología del Conocer, que en ese entonces dictaba el profesor Maturana junto al Dr. Jorge Mpodozis y al Dr. Juan Carlos Letelier. A mí me maravilló la ventana que él me abrió a cómo entender la profundidad humana de la neurociencia”.
El último trabajo de la dupla que conformaron Humberto Maturana y Francisco Varela fue en la tesis de magíster del académico de la Facultad de Medicina y neurocientífico Pedro Maldonado, titulada “El sistema visual frontal y lateral en aves”. La investigación, publicada en 1998, identifica las particularidades del mundo visual de estos animales para reafirmar la idea de que el mundo físico que conocemos es construido por nuestros cerebros. “Esta idea del cerebro como un sistema cerrado está recién redescubriéndose en neurociencia, y aunque no es algo que Maturana persiguió, sí ha sido parte de lo que yo y otros herederos hemos tomado como tema central en nuestras investigaciones”, comenta.
El profesor Maldonado asegura que Humberto Maturana es como un padre científico para él y que ha dedicado toda su vida a tratar de entender cómo a través del sistema visual podemos aprender sobre el funcionamiento del cerebro. En esta línea, destaca el enorme impacto mundial de su concepto de autopoiesis, pero agrega que otro aporte fundamental, aunque menos escrito, tiene relación con la temprana propuesta que hizo junto a Francisco Varela sobre el cerebro como un órgano que no es capaz de capturar la realidad de manera cierta. “La neurociencia lentamente ha ido estableciendo que efectivamente nuestra percepción surge de la actividad interna del cerebro y no es necesariamente un reflejo fiel del mundo físico”, asegura.
Esta idea ha tenido enormes ramificaciones, afirma Pedro Maldonado. Desde ahí, señala, “comprendió que cada persona tiene acceso a una realidad particular, y si como seres humanos somos animales sociales y aceptamos que la realidad de otras personas es tan legítima como la propia, hay una consecuencia inevitable de que para poder convivir se requiere una aceptación de la realidad del otro. Entonces, desde una reflexión y descubrimiento de la biología y la neurociencia surge toda una reflexión filosófica que tiene impacto en lo social, que está basada en el convencimiento de que el cerebro de cada uno de nosotros no tiene una verdad absoluta, sino que una verdad subjetiva”.
Los planteamientos de Humberto Maturana en neurociencia, sostiene, “son rupturistas y muy revolucionarios, y estoy seguro que seguirán teniendo impacto en los próximos 20 años, no tengo ninguna duda”. Por otra parte, agrega que “normalmente pensamos en la ciencia como una actividad que requiere de instrumentos sofisticados, y lo que Maturana nos ha mostrado es que un enorme aporte científico también se hace desde la reflexión y desde la ciencia y biología teórica. Aunque no es obvio, es claro que Chile puede hacer aportes muy importantes desde la biología teórica y espero que Maturana no sea el último científico en hacerlo”.
Sociopoiesis, psicoterapia y educación
La trascendencia del Maestro y su obra tuvo relevancia global y alcances insospechados más allá de la biología, en disciplinas como la filosofía, la cibernética, la sociología, la psicología, la educación y el lenguaje, solo por mencionar algunas. El verdadero paradigma construido por Maturana, de esta forma, se sostiene de manera autopoiética y ha abierto nuevos canales de sentido con otras áreas del conocimiento que lo consolidan quizás como el mayor epistemólogo de nuestra breve historia como país.
La noción de sistemas permitió explorar la aplicabilidad de la teoría de la autopoiesis en diversos campos disciplinarios, especialmente en las ciencias sociales y humanas, sostiene el antropólogo y académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Marcelo Arnold. Esta referencia a sistemas autopoiéticos, diseñada desde el campo de la biología, fue adoptada por una sociología especializada en abordar el carácter sui generis de la sociedad, tarea que fue iniciada por el sociólogo alemán Niklas Luhmann.
En esta línea, el profesor Arnold acuñó la noción de sistemas sociopoiéticos, dejando así destacada la especificidad de sus aplicaciones. "Con mi propuesta trataba de indicar que la sociedad, en tanto fenómeno social, no es reducible a componentes biológicos o psíquicos. De tal modo, retomaba una tradición sociológica y antropológica más que centenaria. Obviamente, en esta suerte de 'reconversión' de la teoría de la autopoiesis quedó prácticamente intacta la arquitectura desarrollada por Maturana, la cual solamente se aisló de sus referencias biológicas".
El impacto de su obra sobrepasa las fronteras de la ciencia, en tanto es posible encontrar en ella un sistema filosófico, asegura, "pues abarca tanto una suerte de cosmología, una teoría del conocimiento muy rigurosa y un componente ético-político que tiene por centro al ser humano. En todos estos dominios sus distinciones son muy prometedoras, tanto para tiempos normales como también para los 'especiales' que ahora estamos viviendo". Agrega, además, que la teoría de la autopoiesis es uno de los pocos casos donde la investigación local se ha proyectado en el horizonte del sistema global de la ciencia y enfatiza que sus alcances no están del todo explorados. "Creo que aún se requiere trabajar sus aplicaciones y alcances en otros muchos campos. Probablemente lo que se pierda en 'pureza' conceptual será compensado con mejores comprensiones y explicaciones de fenómenos complejos".
Claudio Zamorano, psicólogo y académico de la Facultad de Ciencias Sociales, relata que tuvo la oportunidad de tener a Humberto Maturana como profesor en la década de los '90, tanto en pregrado como en postgrado, una experiencia que califica de "alucinante". De su trabajo, valora especialmente su contribución a romper con la división entre cuerpo y mente que estaba en la tradición de la Psicología que él estudio. "Su obra rompe con esa dualidad y nos permite pensar en lo que llamamos mundo de lo mental, enraizado en una manera en que los seres humanos en particular estamos hechos y como nuestro actuar, nuestra manera de movernos, de desenvolvernos en el mundo, genera un mundo mental. Son partes de un mismo proceso".
Por otra parte, enfatiza su relevancia para la psicología en términos epistemológicos, particularmente en la idea de que no existen verdades únicas y que la realidad surge del lenguaje. En ese sentido, "fue muy audaz, un adelantado, y nos invitó a hacernos cargo de las distinciones que uno hacía en la relación con todo el mundo y en concreto con los pacientes de co-construir realidades en común, de no buscar argumentos para convencer, sino compartir experiencias que nos permitieran construir espacios de convivencia y de colaboración. Las ideas de Maturana dejaron de estar tan pendientes de cómo las familias son, sino mas bien cómo las familias narran a partir de su experiencia".
Los últimos tiempos de su trabajo estuvo muy centrado en el tema ético bajo lo que el llamó como un pensamiento matríztico, indica Claudio Zamorano. "Él ya hablaba en los años '90 sobre esto, pero hoy suena tan actual... Hablar sobre cómo las relaciones patriarcales se constituyen como relaciones de poder y sometimiento, de dominación de la naturaleza y del otro, y cómo el paso a una cultura matríztica permitiría una relación más de colaboración y de respeto con el otro". Estos aportes, agrega, pueden contribuir mucho al pensamiento ecológico y político, sobre todo post revolución feminista, que nos ha traido el cuestionamiento a la cultura patriarcal.
Desde otro frente, el académico del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la U. de Chile, Paulo Barraza, apunta que Humberto Maturana redefine o re-interpreta conceptos clásicos en la educación, "como el concepto mismo de aprendizaje, y lo define de manera completamente distinta. Tradicionalmente -y esa mirada perdura hasta ahora- se mira a la educación, bajo la lógica computacional de traspaso y almacenamiento de información". En este sentido, releva que "él tenía una mirada circular de los fenómenos relacionales y eso lo trasladó a la educación. Él proponía que el educar se produce todo el tiempo, porque el educar surge en la convivencia recurrente en el tiempo entre niños y niñas, entre adultos y niños. En esa convivencia, recurrente en el tiempo, se van modificando mutuamente. Y en esa interacción emerge el aprendizaje".
Maturana rompe con la mirada tradicionalista del traspaso de la información, del que viene a “llenar” de conocimiento la cabeza de un estudiante, como si fuera un disco duro, plantea el profesor Barraza, quien recuerda una frase del Maestro en la que afirma que "Uno tiene que actuar lo que desea". Para el académico, esta sentencia implica que "si yo quiero formar estudiantes colaborativos, cooperadores, dialogantes, tengo que comportarme así en la escuela. El concepto es coherencia".
De esta forma, destaca tres aspectos clave del pensamiento de Humberto Maturana para el sistema educativo del país: "Hay que saber cuál es el adulto que queremos que sean cuando salga de la escuela. Por ejemplo: queremos formar seres empáticos, solidarios o queremos formar personas competitivas. A partir de ahí, empezar a modificar las maneras de comportarnos dentro de la escuela de tal modo de que logremos modelar a los niños desde las conductas para que sean como queremos que sean; y en tercer lugar, formar a los profesores en esa dinámica de respeto y aceptación al otro".