Desde el año 2019, la Unidad de Apoyo a la Diversidad Funcional de la Oficina de Equidad e Inclusión (OEI) realiza el "Proceso de Caracterización de Estudiantes con Discapacidad". Año a año, este instrumento busca complementar con más detalle la información recabada por los instrumentos institucionales (FOCES y Matrícula) que consultan sobre esta materia a las y los alumnos de nuestro plantel, con el fin de impulsar acciones en todos los ámbitos que permitan atenuar o derribar las barreras para el acceso efectivo, la participación con identidad y la incidencia del estudiantado.
Este cuarto proceso, que caracterizó a estudiantes nuevos y antiguos, detectó que actualmente la Universidad de Chile acoge a 663 alumnas y alumnos en situación de discapacidad, destacando que este 2022 se matricularon 156 estudiantes, duplicando la cifra del año anterior. Arrojó, además, que 104 de ellos requieren adecuaciones para su quehacer universitario.
La caracterización se divide en cuatro etapas: preparación de datos, toma de contacto, análisis de información y entrega de resultados, siendo la última de ellas una de las más importantes, ya que es cuando se socializa la información con las distintas unidades académicas y encargados de equidad para fortalecer el trabajo que realizan con cada uno de sus estudiantes.
Así lo corrobora Horacio de Torres Bustos, coordinador del Área de Equidad e Inclusión Educativa de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO): "Antes que la OEI hiciera este diagnóstico, estábamos bien perdidos con relación a qué estudiantes con discapacidad teníamos más allá de las vías de admisión especial. Por eso, para nosotros el proceso de caracterización es un tremendo avance en la visibilización de estudiantes con discapacidad al interior de la Universidad, ya que esto, además, nos ha permitido mejorar la anticipación con la que podemos llegar, pero también nos pone nuevos desafíos, porque somos una facultad que tiene hartos estudiantes con discapacidad en comparación a otras, y somos una unidad pequeña, con menos recursos y menos equipos de acompañamiento, por lo que tenemos que mover lo poco que tenemos para cumplir con nuestro principal objetivo: que los estudiantes no tengan ningún tipo de barrera más allá de sus propias capacidades para poder aprender".
Según el Informe del Proceso de Caracterización, la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas son los dos territorios que tienen más estudiantes con discapacidad, ambos con 72 alumnos y alumnas; mientras que la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza y la Facultad de Odontología son las unidades que tienen la menor cantidad de estudiantes: 5 y 12, respectivamente.
El coordinador del Área de Equidad e Inclusión Educativa de FACSO cuenta que "no ha sido fácil este camino", pero que se han focalizado en dos tareas claves: la transcripción de clases para estudiantes con hipoacusia y la adecuación de material bibliográfico y de clases para estudiantes con discapacidad visual. "Mientras tanto, estamos formando a los profesores en un proceso incipiente, pero tenemos estos dos procesos que, de alguna manera, soportan esta brecha que existe entre la cultura institucional, la forma en que se hacen las clases, la forma en que se enfrenta el profesor al aula y las necesidades de los estudiantes, especialmente de las personas con diversidad funcional".
Un compromiso esencial
De acuerdo a los datos entregados y a los tipos de discapacidad, en la Universidad existen siete categorías de diversidad funcional en los 663 estudiantes de nuestra comunidad: psicosocial o psíquica (48%), espectro autista (21%), física o motora (12%), sensorial auditiva (7%), sensorial visual (6%), cognitiva (4%) y dificultades específicas del aprendizaje (2%). De dicho universo, 470 alumnos y alumnas manifiestan requerir apoyos y/o adecuaciones para participar en igualdad de condiciones en las actividades universitarias.
Rocío Quezada, terapeuta ocupacional de la Unidad de Apoyo a la Diversidad Funcional, destaca que si uno cruza los datos "muchos estudiantes declararon tener más de una discapacidad. Por ejemplo, el caso de los estudiantes del espectro autista, que también manifestaron una discapacidad psicosocial, y eso es muy importante porque refleja la realidad que enfrentan las personas con discapacidad tanto en la Universidad como a nivel nacional".
Dicha información se hace aún más relevante en la actualidad, ya que la Universidad ha decidido, por medio del Sistema de Ingreso para Estudiantes en Situación de Discapacidad (SIESD), abrir dos cupos en todas las carreras de pregrado para el año académico 2023, lo que amplía considerablemente la disposición de ingresos que existía hasta la fecha, pasando de 21 a 58 carreras.
Para la Rectora Rosa Devés, esta labor marca el rumbo que tenemos que tener como Universidad Pública: "En el marco del compromiso con la profundización de la equidad e inclusión, es fundamental avanzar en los procesos de caracterización de las y los estudiantes, ya que dichos procesos nos entregan evidencias para acompañar su desarrollo integral y responder a sus necesidades específicas. Esta responsabilidad es todavía mayor cuando estamos comprometidos en ampliar el Sistema de Ingreso para Estudiantes en Situación de Discapacidad (SIESD), porque la respuesta efectiva a la inclusión requiere de un enfoque sistémico y colaborativo por parte de la institución. Agradecemos a los equipos que trabajan a nivel central y local para el mejoramiento de nuestros procesos educativos, resguardando los derechos de todas y todos".
En este mejoramiento de los procesos educativos, la participación de la comunidad universitaria en su conjunto se hace fundamental, como ha ocurrido en la Facultad de Artes, espacio que recibe proporcionalmente la mayor cantidad de estudiantes con discapacidad dentro de toda la institución.
Su directora de Bienestar, Dolores Osorio, cuenta que debido a los escasos recursos que tiene la Facultad, decidieron, "a pulso y buena voluntad", consolidar un equipo de trabajo interdisciplinario y colaborativo junto a la Dirección de Asuntos Estudiantiles, trabajadores sociales, sicólogos, la Escuela de Pregrado y la Escuela de Etapa Básica, "en un modelo de intervención que consiste en apoyar a los estudiantes en un panorama completo: desde lo académico, a lo económico y psicológico, desde una mirada más integral".
Sin embargo, es clara en decir que con eso "no basta", agregando que por la falta de recursos le solicitó al decano que colocaran una persona con dedicación exclusiva para esta materia, que articule a tiempo completo el trabajo en equidad e inclusión: "La buena voluntad y ser un profesional riguroso no es suficiente. Tenemos que avanzar en infraestructura, en consolidación de equipos y formación de académicos y académicas, porque tenemos que cumplir con la política que establece la Universidad".
Javiera Mahan, estudiante de cuarto año de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables e integrante de la Coordinadora de Estudiantes con Diversidad Funcional de la UChile (Cedifuch), quien también participó como monitora en el contacto con sus compañeros para que completaran el formulario del Proceso de Caracterización, concuerda con la funcionaria: "Además de la infraestructura, otro de los aspectos más relevantes que identificamos como Cedifuch tiene que ver con los aspectos pedagógicos y la entrega de la información, así como también en los tipos de evaluaciones, porque podemos ver que en gran parte de las unidades académicas existe una reticencia a comprender que existen distintas maneras de aprender, y ahí hace falta un cambio de perspectiva de los distintos equipos docentes de las diferentes facultades, porque que las personas aprendamos de manera diferente no significa que seamos personas con menores capacidades o que no vamos a estar al nivel estándar que supuestamente deberíamos tener las y los estudiantes de las Universidad de Chile".
Para Luis Vera Fuente-Alba, coordinador de la Unidad de Apoyo a la Diversidad Funcional, es prioritario avanzar en la implementación de la Política de Inclusión y Discapacidad en la Perspectiva de la Diversidad Funcional, aprobada en 2019. "La Política se promulgó el mismo año que iniciamos el Proceso de Caracterización y hoy, casi 4 años después, tenemos aún grandes desafíos pendientes en su implementación. Necesitamos avanzar en difundir la política y socializarla con la comunidad, y sobre todo con el estudiantado con discapacidad, para que las personas sepan que tienen derechos y que como institución debemos responder", agregando que se debe trabajar urgentemente en pos del objetivo específico número uno de la Política: "Instalar y consolidar dentro de la Universidad la inclusión plena de las personas en situación de discapacidad como una prioridad institucional".