Tras la llegada de la primavera, varias localidades de la zona central de Chile han tenido que enfrentar una seguidilla de olas de calor que han concentrado en el mes de noviembre. El fenómeno no solo ha preocupado por sus efectos en nuestro diario vivir, también mantiene en alerta al mundo agrícola, que ha tenido que enfrentar la perdida de distintos cultivos por esta situación. Así lo señala Marco Garrido, profesor de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile y director del Centro de Estudios de Zonas Áridas de la Universidad de Chile, establecido en la Región de Coquimbo.
Al respecto, Garrido afirma que las olas de calor y su impacto en los cultivos es un problema que afecta a diferentes lugares del mundo desde hace ya varios años y que la zona central de Chile es uno de ellos. El aumento anómalo de las temperaturas se ha vuelto cada vez más recurrente, llegando a alcanzar algunos días una media aproximada de dos, cuatro e incluso seis grados sobre la temperatura normal.
Esta alza afecta una serie de procesos bioquímicos relacionados con el óptimo funcionamiento de los cultivos, que ven severos efectos en su producción. “Representa un desafío y una amenaza para los ecosistemas vegetales, entre ellos, los sistemas agrícolas”, advierte Garrido.
Uno de los cultivos más perjudicados por estas olas de calor son los correspondientes a frutas. Así lo plantea Reinaldo Campos, profesor de la misma unidad académica, quien precisamente se encuentra desarrollando una investigación sobre esta materia. Según plantea, tanto la fruta como las plantas soportan diferentes grados de estrés, lo que se complejiza aún más cuando se suman distintas variables de estrés. “Se van produciendo efectos que son complementarios y la sumatoria de los mismos va generando situaciones en que la fruta o las plantas en su conjunto tratan de resolver”, señala Campos.
Entre los efectos identificados en sus investigaciones, en las que evalúa los efectos de las altas temperaturas en uvas y cerezas, figuran modificaciones en la oxidación de la fruta o en la pigmentación de esta, algo que también ha sido evidenciado por distintos agricultores de la zona. “Hoy día, cuando tú conversas con los agricultores o con ingenieros, en general, ellos te empiezan a señalar de síntomas en los cultivos que antes no veías con tanta facilidad” relata.
Del mismo modo, el profesor Campos también destaca que esto no solo es apreciable en el fruto, sino también en la hoja, que incluso puede llegar a quemarse. “Para que un fruto tenga todas las características que se requieren, tiene que tener hojas saludables, porque al final del día lo que está cosechando una planta son luz, agua y nutrientes. Si todo va bien, recién vamos a tener un producto que en algunos casos es fruta y en otros casos también son hojas”, explica el académico.
Formas de proteger los cultivos
De todas formas, existen distintas medidas que se pueden implementar para combatir este problema. De acuerdo a Rodrigo Callejas, académico del Departamento de Producción Agrícola de la Facultad de Ciencias Agronómicas, entre las más comunes se encuentra la instalación de mallas protectoras, que -entre otras cosas- permite que las plantas vayan acostumbrando parte de su función recibiendo la menor cantidad de radiación posible y a una menor temperatura.
“Cuando están las plantas trabajando, tratan de bajar la temperatura interna a través de la evaporación o la transpiración. Con los estomas, están transpirando para regular la temperatura. Por ello, tiene que haber un sistema continuo hasta el suelo que permita tomar el agua, porque si la planta tiene un mal sistema radical, va a colapsar”, detalla Callejas.
Otra de las posibles acciones que se pueden implementar es la creación de sistemas radicales de suelo más eficientes, que permitan que las raíces crezcan y eventualmente puedan asimilar el alza de temperaturas. Al respecto, destaca la importancia de trabajar en la generación de mejores sistemas de raíces, pensados en el contexto del cambio climático. “Si la planta tiene un mal sistema radical, tú le puedes echar toda el agua que quieras, pero la planta no lo va a poder tomar”, afirma Callejas.
Sin embargo, no solo es a nivel de suelo que se pueden implementar estos cambios. Marco Garrido añade que también se han desarrollados protectores solares para uso agrícola, destacando -por ejemplo- el polvo de caolinita y otros productos tipo talco. “Estos aumentan la refracción de la radiación y al reflejar mayor radiación evitan el sobrecalentamiento”, indica. Es así como estas alternativas no solo tienen un efecto paliativo, sino que también van anticipando lo que será a futuro el desarrollo de la agricultura en un contexto de cambio climático.