Entrevista: migración, arte y academia

Mauricio Barría: “Hay que entender que el arte también es una producción de conocimiento”

Entrevista a Mauricio Barría

En la siguiente entrevista, el doctor en Filosofía y dramaturgo, Mauricio Barría, explica a través de su trayectoria personal y profesional, cómo es posible enlazar proyectos artísticos con fenómenos sociales vigentes. Entregando conceptos como “conocimientos sensibles” y el recibimiento de un “otro” dentro de una sociedad ya consolidada, Barría también reflexiona respecto de las políticas de extensión y vinculación con el medio de la Universidad de Chile.

¿Cómo se inicia tu vinculación con el tema de migración y en qué medida te fuiste involucrando?

Empecé a trabajar en temas de migración y racismo a partir de un trabajo del 2016. Fue un proyecto radiofónico, que está dentro de lo que uno podría llamar docuficción, y se llamó “Radioteatros sobre migrantes". Lo realizamos junto con Raúl Rodríguez, que en ese tiempo estaba en la Radio JGM. Con él venía trabajando hace rato en proyectos de este tipo. Era el último año que la iniciativa Juan Gómez Millas abría un concurso de creación artística y estaba la oportunidad de enviar un proyecto.

Ese año, el propósito era generar un proyecto interdisciplinario. Entonces, con Raúl pensamos hacerlo en arte radiofónico y la idea era trabajar con la temática de la migración, que en ese momento estaba empezando a ser un tema efervescente, no con la fuerza de hoy, pero sí comenzaba a ser muy importante.

¿Cómo visualizabas estas dimensiones de la migración en el arte?

En esa oportunidad hice un trabajo que se llamó “Radiomigrante” e intentaba hacer una reflexión que invitara a pensar al radioyente en torno al fenómeno de la migración. En ese momento imaginaba el fenómeno de migración en tres grandes actos: El tener que dejar un lugar: la mayoría de los migrantes no se va porque quiere, se va porque necesita irse. El llegar a un lugar que te recibe y muchas veces no te recibe bien: en ese tiempo, la cantidad de migrantes no era tanta como ahora y, por lo tanto, también las restricciones legales no eran tan fuertes como ahora.

Entonces, en este caso, lo que nosotros documentábamos era la recepción en términos de cómo los chilenos aceptaban o no la presencia de un otro, más que la cuestión legal propiamente tal. Y terminaba esta pequeña obra con la pregunta de si volvería. Y lo que era interesante es que la mayoría, o al final todos, decían: “queremos volver”, pero nadie volvía.

Todo fenómeno migratorio tiene esa misma estructura dramática, por decirlo así. Alguien se va porque necesita irse. Nunca es bien recibido en un principio y siempre tiene la idea de irse y, por lo tanto, siempre está viviendo sin fundar; hasta que se da cuenta que no pueden y que ya es demasiado tarde volver. Entonces, hay una serie de situaciones que a mí me interesaba rescatar.

Años más tarde, comenzaste tu trabajo con el pueblo afrodescendiente…

Un par de años después ya no se trató de trabajar en torno a la migración, sino que sobre el pueblo afrodescendiente de Arica y Parinacota. Era un proyecto de mucha mayor envergadura, con más recursos y que pretendía ser algo más complejo. A diferencia del anterior en el que trabajamos con migrantes, pero la dramaturgia era una ficción nuestra, en este trabajo nosotros íbamos a trabajar con las comunidades.

Fue un trabajo muy distinto, muy fuerte en términos de investigación y en donde el proceso mismo nos fue dando las luces respecto a en qué tenía que convertirse. Entonces, el otro trabajo tiene un carácter más autoral en un sentido propio. En este otro caso, el trabajo no podía tener un componente de ficción por la situación que habíamos vivido con ellas del pueblo afrodescendiente, que habían sido de una extrema generosidad.

¿Cómo resultó trabajar en este proyecto mientras se llevaba a cabo esta lucha?

Nosotros estábamos en el momento mismo en que ellas estaban peleando por su reconocimiento como pueblo tribal. Y, de hecho, cuando nosotros estábamos en el proceso del montaje, es que ellos y ellas reciben el reconocimiento. Entonces todo estaba ahí, ebullendo. En ese sentido, nosotros sentimos y pensamos que teníamos una responsabilidad. Una responsabilidad que no era solo artística, sino también una responsabilidad social y política.

Fue un proyecto largo en su ejecución y después en todo el proceso de producción, vino la pandemia y de alguna manera la pandemia detuvo todo. El trabajo artístico se volcó, se volteó o se volvió un poco raro también porque en el campo de la migración, había urgencias tremendas. Todo lo que estaba sucediendo, si era terrible para las personas “normales", comillas, para las personas en situación de migración era horrible, el no tener papeles, no poder pedir permiso para salir porque no tenían los papeles. 

En esa línea ¿cómo surge el trabajo con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos?

Surgió esta posibilidad de un proyecto con el Museo. En principio, al proyecto me invitó María Emilia Tijoux en su calidad de directora entonces de la Cátedra de Migraciones contemporáneas, por los trabajos sonoros que yo estaba realizando. Y en ese sentido partió un proyecto que suponía una relación un poco más permanente, pero con la pandemia se complicó todo.

El proyecto se denomina “Más que nunca” y creo que funciona muy bien, en términos de lo que se propone, más que artístico en un sentido estricto es un proyecto social que busca concientizar sobre la temática de la migración y el racismo que casi siempre le va asociado. Por cierto, es un proyecto directamente vinculado a la Cátedra de Racismos y Migraciones contemporáneas.

¿En qué consistió el trabajo levantado en este proyecto?

Consistió en levantar testimonio de 20 migrantes, hombres, mujeres y disidencias -hay una variedad de género interesante- en torno a un guion de preguntas determinado. Este guion estaba propuesto por el Museo, pues se vinculaba a otro proyecto similar que habían realizado con miembros de los pueblos originarios.

Se suponía que las entrevistas serían hechas en vivo, teniendo control de la edición desde un comienzo, sin embargo vino la pandemia y la decisión fue continuar utilizando plataformas virtuales para grabar los testimonios. Eso tiene grandes ventajas y algunas desventajas en términos de calidad o de homogeneidad de imagen. Pero al final entendimos que era un trabajo más bien de difusión, más que de arte, y en ese sentido, mi contribución fue ayudar a realizar las entrevistas, y realizar la edición de los contenidos y más. Hay un rescate, pero creo que lo más potente es todo el material que quedó que es un material con el que podemos hacer otras cosas posteriormente, y tal vez, venga algo interesante de poder revelar en algún momento.

Considerando el aporte que tuviste como académico integrante de la cátedra y como persona de las artes desde tu área de trabajo, ¿Por qué crees que es importante que ese tipo de instancias se sigan realizando?

Creo que cuando hablamos de arte, de lo que estamos hablando no es solo de una clase de práctica expresiva. Del mismo modo, como un sociólogo, un antropólogo, un abogado o un médico es importante que integre una Cátedra porque abre un arco problemático desde una perspectiva, el arte no es diferente.

Esta es una cuestión de extensión, por lo tanto, es una cuestión de vinculación con un campo de problema. Y desde la Universidad, lo que hace la Universidad es, ante todo, producción de conocimiento y la producción de conocimiento se puede hacer comunitariamente.

Entonces, hay que entender que el arte también es una producción de conocimiento. Es una producción de conocimiento de otro tipo. Es una producción de lo que nosotros podríamos llamar conocimientos sensibles. O tal vez una palabra que nosotros usamos mucho más en la Facultad, a propósito del doctorado que estamos armando sobre el arte como pensamientos sensibles.

En este sentido, hay una nueva entrada al problema cuando miro el problema de la migración y del racismo desde una perspectiva de un pensamiento sensible. Desde la manera en que alguien desde el arte puede pensar y producir conocimiento en la obra.

¿Por qué crees que es importante que la Universidad de Chile se vincule con estos temas de migración?

La idea de tener cátedras es una muy buena estrategia, pienso, para organizar una política de Extensión Universitaria. Cuando entendemos que la Extensión Universitaria tiene que ver también en cómo la Universidad se involucra en los problemas álgidos de una sociedad. En ese sentido, es súper consistente que exista una Cátedra de Derechos Humanos, -que entendemos que los derechos humanos no son solamente el problema de la memoria, se siguen vulnerando hoy día-. Hay una Cátedra como la de Amanda Labarca que atiende a las nuevas perspectivas que abre el feminismo. O una Cátedra Indígena o la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas, todas ellas apuntan a los nodos problemáticos de nuestra sociedad actual y en donde la Universidad debe estar.

Estas cátedras cumplen entonces una función de vincularnos con puntos nodales conflictivos en los cuales no todo el mundo va a estar de acuerdo, sobre los cuales hay muchas y lo que hace la Universidad es defender que haya esas muchas perspectivas distintas. La Universidad, promueve el pensamiento sobre el concepto. Comprende que las cosas son un problema y plantea cuáles son las mejores preguntas, no cuáles son las mejores soluciones. 

¿Por qué crees que es importante que la Cátedra Racismos y Migraciones Contemporáneas siga estando involucrada, vigente y presente en la universidad?

Creo que la Cátedra obedece a una política de extensión y no a una idea particular, sino que a una manera de entender la extensión. Desde ese punto de vista, me parece interesante organizar, por lo menos, una parte de ese proceso de extensión, entender que hay puntos nodales complejos.

Tal vez lo que todavía falta es evaluar cómo las cátedras se convierten también en agentes de vinculación interna de la Universidad. En la práctica tengo interés de trabajar sobre migración porque me interesa, no trabajo en la migración porque esté en la Cátedra, trabajo en la migración porque es un tema artístico que me interesa. 

Creo que ahí falta todavía algo de cómo la cátedra le habla a la estructura de investigación, de modo que las estructuras de investigación y las lógicas de extensión puedan entrar en una relación fluida, que tiene que ver con nuestros cuerpos. Nosotros no tenemos un brazo de extensión y un brazo de investigación, ni un cuerpo, un pecho de creación. Nosotros somos un cuerpo, en una mente corporizada que estamos en todas las cosas. Y la cátedra puede ser un buen modelo de trabajo interdisciplinario. Puede mirarse ahí para la investigación y creación.