El año 2018, Alenca Ghersi dio sus primeros pasos en el Cineclub Sala Sazié de la Cineteca de la Universidad de Chile, espacio donde realizó su práctica profesional, para luego integrarse de manera definitiva al equipo el año 2020 como mediadora.
Dedicada a la gestión cultural, el cine y la literatura, abordando temas sociales y de género, Ghersi releva el aporte de estos espacios de reflexión, principalmente en el contexto de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, hito para el cual Cine Club Sala Sazié ha preparado una programación especial: el ciclo “1973: el cine que nunca vimos”. La instancia, un espacio abierto al público, se realizará los martes 22, 29 de agosto y 12 de septiembre en la Casa Central de la Universidad de Chile.
La oferta cultural del ciclo contempla la exhibición de “Tríptico: Infierno, purgatorio, paraíso” (1973), de Domingo Robles, Enrique Berríos y Carlos Pinto; “Chile 1973: Los trabajadores no participan en el gobierno, son el gobierno” (1973), de Jan Kees de Rooy; y “Chile, el gran desafío” (193), de Álvaro Covacevich.
- ¿Qué ideas y objetivos vislumbraron a la hora de programar este ciclo?
Pensamos que era un buen aporte mostrar películas que no se hayan podido ver. Cuando se hace la conmemoración de cada 11 de septiembre se suelen dar películas que ya hemos visto, o que tenemos mucha oportunidad de ver, como “La Batalla de Chile" de Patricio Guzmán. Si bien son películas que ayudan a tener una visión de cómo estaba la situación en aquellos tiempos, existen muchos otros archivos que no se han visto, cosas que no hemos conocido y otros puntos de vista.
Hay una de las películas, llamada “Tríptico: Infierno, purgatorio, paraíso”, donde uno de los directores es Carlos Pinto, lo cual para nosotros podría ser algo súper curioso, porque hoy no nos imaginamos a Carlos Pinto como un director de películas en 1973. La película es experimental, y en ese lenguaje también habla de cómo estaba Chile en esa época a través del libro de Dante “La Divina Comedia”, mostrando los distintos infiernos de la situación del país en ese momento, representado a través de nuestra idiosincrasia.
Este tipo de cosas son súper interesantes de ver porque abren la discusión y nos ayudan a completar este escenario, donde hay muchas cosas que todavía nos falta saber y entender para seguir viviendo este proceso que es súper necesario.
- A 50 años del golpe de Estado, ¿de qué manera el cine puede ser un aporte?
El cine puede aportar de distintas formas. Lo bonito del arte en general, y específicamente del cine, es que te puede contar una historia con la que tú puedas empatizar, entender y reflexionar, sin que te estén directamente entregando un discurso. Ahí está el gran aporte que puede hacer el cine, sobre todo en el caso del documental: mostrarnos qué estaba pasando en ese momento, qué estaba sintiendo la gente, qué pensaban; porque es muy distinto verlo ahora a haberlo vivido. Es algo que se extrae de la película más que la literalidad de lo que puede estar hablando, sobre todo en un escenario que es súper negacionista.
Creo que allí el cine tiene un trabajo importante, que es el cómo nos acercamos a las personas que quieren simplemente olvidar y hacer que nada pasó. Porque esto de olvidar es algo que está a nivel país y no tenemos que dejar que siga avanzando, ya que nos afecta como sociedad en capas muy profundas.
- Y en el caso de la importancia de los cineclubes…
En el Cineclub siempre hablamos de no mostrar solo cosas para convencidos, porque en el fondo se queda entre nosotros. Hay que tratar de abrir el diálogo y acercar a esas personas que no les interesa el tema, porque de otra forma este pensamiento negacionista no va a dejar de ser tal. Hace poco vi una nota que decía que existen alrededor de 380 cineclubes en el país, es decir, la circulación a través de cineclubes le podría permitir a la comunidad acceder a otro tipo de cine.
Los cineclubes estaban en auge antes de la dictadura, y ahora que nuevamente volvieron son algo que es necesario fomentar y hacer crecer, sobre todo porque se forman desde la misma comunidad para la comunidad y no es necesario saber de cine para hablar de cine. Muchas de las consecuencias de la dictadura fue generar esta sociedad que es súper individualista. La gente no se reúne a conversar y no sabemos qué le está pasando al otro porque tenemos que verlas por nosotros mismos. Esas consecuencias que parecen pequeñitas van generando a gran escala algo que es mucho más grande, y es cómo funcionamos como sociedad. Creo que ahí está la raíz en donde el cine puede hacer un espacio que genere comunidad y se conversen estos temas. Esa es la misión más importante.
- ¿Cómo observas el futuro del cine chileno y el rol político que se puede jugar?
Primero, se debe conservar la memoria en términos súper concretos, de poder ver qué estaba pasando en ese momento. Los archivos que existen en nuestro país, como la Cineteca de la Universidad de Chile, la Cineteca Nacional o el Archivo de la Universidad Católica, tienen una misión fundamental, que es poder conservar ese patrimonio. En ese sentido, se necesita mucho apoyo para aportar en la conservación, en la restauración y en la búsqueda de los archivos.
Por otro lado, el cine que se está haciendo tendrá que acercarse a las comunidades. Actualmente, el cine chileno no es tan cercano, porque si no accedes a los circuitos comerciales y del mercado es muy difícil que tu película llegue a algún lugar y que alguien la vea. Entonces, creo que tiene que haber un aparataje completo que permita a las nuevas generaciones y también a las personas que no tienen tanto acceso a que sus películas sean vistas.
- ¿Cómo vinculas el ciclo "1973: el cine que nunca vimos" con el lema de este año de la Universidad de Chile "Educación para la democracia"?
La Casa Central de la Universidad de Chile está ubicada en un lugar súper estratégico de Santiago, pero al que no llega tanta gente porque piensan que no se puede entrar. Entonces, hacer un ciclo tan grande de conmemoración a los 50 años contribuye a que se democratice el acceso a una institución que está para entregar y democratizar la educación hacia el pueblo.
Los cineclubes tienen la función de educar a las audiencias y democratizar el cine, entonces, ahí se están generando dos cosas: se está democratizando el acceso al cine con películas nacionales que no se han visto y democratizando el acceso a la educación a través del cine en una institución como la Universidad de Chile, que tiene un significado simbólico a nivel país.