India hizo historia como el primer país en aterrizar cerca del polo sur de la Luna con su módulo de aterrizaje Chandrayaan-3 este 23 de agosto. El polo sur de la Luna es el área donde las naciones se centran para futuras exploraciones. Los 13 lugares de aterrizaje candidatos de la NASA para el programa Artemis (programa para llevar nuevamente humanos a la Luna) se encuentran cerca del polo sur. India es uno de varios países que están desarrollando misiones en torno a la Luna. El polo sur de la Luna es de particular interés, ya que su superficie, marcada por cráteres, fosas y reservas de hielo antiguo, no ha sido visitada hasta ahora.
Los países están interesados en ir a la Luna por varias razones. Porque puede inspirar, poner a prueba los límites de las capacidades técnicas humanas y permitirnos descubrir más sobre nuestro sistema solar y el universo. La Luna también presenta una oportunidad única para participar en la cooperación y la competencia internacional de una manera pacífica, pero muy visible. El hecho de que algunas naciones –Estados Unidos, Rusia, China, India, Corea del Sur, Israel– e incluso entidades comerciales estén interesadas en asentarse en la Luna significa que hay muchas oportunidades para forjar nuevas asociaciones. Estas asociaciones pueden permitir a las naciones hacer más en el espacio al aunar recursos y alientan una cooperación más pacífica aquí en la Tierra al conectar a investigadores y organizaciones individuales.
En cierto modo, el interés actual por la Luna está impulsado por objetivos similares a los de la primera carrera espacial en la década de 1960: demostrar capacidades tecnológicas e inspirar a los jóvenes y al público en general. Sin embargo, esta vez no se trata solo de dos superpotencias compitiendo en una carrera. Ahora tenemos muchos participantes y, si bien todavía existe un elemento competitivo, también existe una oportunidad de cooperación y de forjar nuevas asociaciones internacionales para explorar el espacio. Y aunque se están repitiendo varias cosas, cada repetición tiene su particularidad. Por ejemplo, India quiere hacerlo a un bajo costo; Japón quiere lograr más precisión; Israel con menores tamaños, etc. Pero cada uno quiere ganar el conocimiento y la capacidad técnica para hacer lo que otros pudieron haber hecho ya, lo que en términos científicos favorece la verificación de lo aprendido y en términos tecnológicos la innovación. Si el desarrollo del celular hubiera parado en los primeros dispositivos aún usaríamos unos maletines como dispositivo de comunicación. La innovación apunta a hacer lo mismo o más con menos.
Además, con todos estos nuevos actores y los avances técnicos de los últimos 60 años, existe el potencial de participar en una exploración más sostenible. Esto podría incluir la construcción de bases lunares, el desarrollo de formas de utilizar los recursos lunares y, eventualmente, participar en actividades económicas en la Luna basadas en los recursos naturales o el turismo.
El logro de la India es el primero de su tipo y muy impresionante, pero vale la pena señalar que es una de las siete misiones que actualmente operan en la Luna y sus alrededores. Además del rover Chandrayaan-3, también está el Orbitador Lunar Pathfinder de Corea del Sur, que está estudiando la superficie de la Luna para identificar futuros lugares de alunizaje; la nave espacial CAPSTONE, y el Orbitador Reconnaissance de NASA que están estudiando la estabilidad de una órbita única alrededor de la Luna, y recopilando datos sobre la Luna (mapeando sitios para futuras misiones) respectivamente; aunque el rover indio Chandrayaan-2 se estrelló, el orbitador que lo acompañaba todavía está operativo. Los módulos de aterrizaje Chang’e-4 y Chang’e-5 de China que también siguen operando en la Luna.
Y otras naciones y entidades comerciales están trabajando para unirse, aunque por el momento no lo han podido lograr. La misión rusa Luna-25 se estrelló en la Luna tres días antes de que alunizara el Chandrayaan-3, pero el hecho de que Rusia desarrollará el rover y se acercara tanto sigue siendo un logro significativo. Lo mismo podría decirse del módulo de aterrizaje lunar construido por la empresa espacial privada japonesa ispace. El módulo de aterrizaje se estrelló en abril de este año. Pero una nueva misión liderada por Jaxa que busca probar una mayor precisión en el alunizaje de las misiones a la Luna partió su aventura hace unos pocos días. Previamente en 2019 el alunizador israelí Beresheet se estrelló también, pero estuvieron muy cerca de lograrlo y tienen una nueva misión en desarrollo con las lecciones aprendidas.
Por el momento aparecen dos potenciales caminos para la consolidación de la Luna como una base permanente: la explotación de algunos recursos minerales o la utilización científica del satélite natural. En ambas líneas Chile podría tener ventajas (conocimiento y experiencia). Pero lo que suelen ser oportunidades también pueden convertirse en riesgos. Por ejemplo, hoy por hoy Chile es reconocido como la capital de la astronomía por sus condiciones privilegiadas para llevarla a cabo. Pero esto es algo más bien “reciente”. Hasta mediados del siglo XX las mayores capacidades estaban en Estados Unidos y Europa. Por ejemplo, los observatorios californianos Mt. Wilson (1917) y Palomar (1948) hacían de California uno de los epicentros de la astronomía mundial. Pero ya en la segunda mitad del siglo, Chile irrumpió en la escena. AURA –la Asociación de Universidades para Investigación de Astronomía– firma el acuerdo para la construcción del Observatorio Tololo (en las vecindades de Vicuña) en 1962. Tololo se inauguró, finalmente, en 1967. Por otro lado, en 1965 el Observatorio Europeo Austral (ESO) firma un convenio con el estado de Chile para la construcción del Observatorio La Silla, a 150 km de La Serena. De ahí en adelante la infraestructura astronómica no ha parado de llegar al país. Moviendo el centro de gravedad de la astronomía desde California al Norte de Chile en aproximadamente 100 años.
Cuando se empezó a pensar en Chile, este era un verdadero desafío. Estaba en otro país alejado de los centros científicos y tecnológicos no solo internacionales, sino que nacionales también. Pero al final se logró dotar a estos lugares remotos, de las capacidades necesarias para alojar la astronomía de clase mundial. Lo que esto nos muestra es que la ciencia y los científicos son lo suficientemente tenaces para encontrar la forma de realizar sus tareas en los mejores lugares posibles más allá de las barreras.
Volviendo a la Luna, ya ha habido algunas demostraciones del interés astronómico de esta. En 1972, la misión Apolo 16 llevó un telescopio con un espectrómetro para hacer estudios en las frecuencias del UV, frecuencias que afortunadamente para la vida en nuestro planeta, no se pueden detectar desde la superficie terrestre pues las bloquea nuestra atmósfera. A pesar de que la Luna es un lugar bastante inaccesible y hostil hoy por hoy, se están dando pasos para tener experimentos científicos de más largo aliento ahí, como, por ejemplo, la misión astronómica FARSIDE (Farside Array for Radio Science Investigations of the Dark Ages and Exoplanets) de NASA. Esta es una misión de tipo rover para desplegar un radiotelescopio de baja frecuencia (200 kHz a 40 MHz) en la cara oculta de la Luna.
Estas frecuencias tampoco pueden ser detectadas desde la superficie de la Tierra pues son bloqueadas por el plasma ionosférico (gas de la alta atmósfera cargado eléctricamente) que rodea a nuestro planeta. Este radiotelescopio tendría como objetivo estudiar la “era oscura” del inicio del universo, así como las condiciones magnéticas de exoplanetas cercanos.
Es importante mencionar que Estados Unidos no es el único desarrollando esta idea. China está trabajando en una misión similar. Aunque, la radiación, la variación de temperatura, la escasez de recursos y las comunicaciones son varios desafíos que deberán superar los instrumentos que integren estas misiones, pero son temas que tarde o temprano se irán superando. Por ejemplo, recuerdo cuando en los observatorios cercanos al sitio de Chajnantor (lugar del observatorio ALMA) los discos duros mecánicos (de aguja) tenían problemas de presión (por la altura), cosa que hoy no es un problema gracias a la tecnología de estado sólido. Así, es posible que las ventajas de la Luna: la ausencia de atmósfera/ionosfera (que bloquea señales en la tierra) y de contaminación (lumínica y de radio), junto con la superación de las barreras para ubicarse ahí, terminen propiciando la observación astronómica en la Luna. A medida que se vayan superando estas barreras, podría verse una tendencia similar a la ocurrida en el desierto de Chile. Viéndose la Luna cada vez más atractiva y accesible, se atraerán más proyectos al lugar. Es posible que en una escala de 100 años se tenga otro polo astronómico (ojalá complementario a Chile). Pero lo interesante es si podemos aprovechar el lugar que hoy ocupa Chile en la astronomía para pensar estratégicamente en el futuro.
Hace un par de meses la misión israelita Beresheet-2 invitó a Chile a participar de esta. El Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile declinó la invitación. En mi humilde opinión de forma acertada. Pero más allá de los detalles del ofrecimiento específico, lo que el ofrecimiento nos mostró es que esta idea nos tomó por sorpresa. Como país no tenemos claro si queremos o no participar en este tipo de misiones, y si decidimos que nos interesa participar, en qué condiciones y qué esperamos de retorno. Usualmente los países más avanzados usan estas misiones como motores de innovación. Esperan que la tecnología se desarrolle en el país y no que se envíen recursos para que otros aprendan a hacer con nuestros recursos lo que podría darle ventajas tecnológicas a nuestra industria, más con misiones espaciales que tienden a ser vitrinas comunicacionales de resonancia global.
El programa espacial de Chile sigue aún basado principalmente en la compra de sistemas satelitales comerciales hechos en otros países, lo que no es per se un error, más pensando que son sistemas operacionales, pensados para apoyar otras actividades específicas en Chile, como la defensa. Pero las misiones científicas son algo distinto, son una mezcla de sistema comercial (con industria local) y desarrollo nuevo (universidades y centros de investigación) y que no es claro cuál será su utilidad inmediata fuera del retorno científico. Por ejemplo, ¿cuál es la ganancia del rover de India, actualmente operativo en la Luna?
En Chile esto podría ser visto como un lujo de país desarrollado, pero India no tiene índices de país desarrollado. ¿Será que los países y los pueblos se desarrollan desafiándose a cumplir algunas locuras y no al revés (que hacen locuras cuando son desarrollados)?
Así, el éxito de India y la oferta de Israel, nos invitan a reflexionar dónde queremos ir. Creo sinceramente que la comunidad astronómica nacional que incluye a los equipos que hacen instrumentación astronómica en el país deberían tomar una posición de liderazgo en estas materias y pensar si nos gustaría participar en misiones astronómicas a la Luna y si podríamos asociarnos a los actores que ya dan pasos en esta dirección, cosa de mantener y/o potenciar nuestra posición privilegiada en esta área, y en el proceso potenciar nuestra industria, que podría ayudarnos a tener una posición destacada en el área espacial que es una industria en sí misma que ha traído grandes aportes económicos a los países que la desarrollan.