Quienes hayan visitado antiguos edificios de instituciones estatales chilenas podrán haber percibido algunos elementos comunes, que conforman lugares con un carácter formal pero funcional. A nivel de estilo arquitectónico, algunos se podrían describir con características Art Decó, pero mucho más austero, otorgándole una baja obsolescencia y gran durabilidad, concepto que se extiende también a su mobiliario. De esta forma Rodrigo Vera, director del Instituto de Historia y Patrimonio de la Universidad de Chile, rescata la belleza del diseño estatal del siglo XX en su libro “Diseño y Estado”, publicado por la Editorial Metales Pesados.
En esta publicación, el académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile aborda la creación del Estado moderno chileno a través de los muebles y objetos que caracterizaron su burocracia, muchos de ellos presentes hasta hoy. “De alguna manera, el Estado quería asumir un papel y una expresión de un Estado moderno, pero sin dejar de expresar ese sentido de poder, porque estamos hablando de un emplazamiento urbano muy notorio, que -al mismo tiempo- da severidad”, explica Rodrigo Vera.
En muchos sentidos, este cambio y modernización sentó las bases del Estado contemporáneo. Así lo señala Paulina Vergara Saavedra, académica de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, quien plantea que este cambio viene de la mano de una enorme cantidad de funcionarios públicos que creían en el Estado benefactor de aquel entonces. “Es una tecnocracia que cree en el Estado, y ese es un factor extremadamente importante. Además, por la época, esta tecnocracia fue formada en la Universidad de Chile mayoritariamente (…) fundamentalmente abogados e ingenieros”, contextualiza la académica.
Como señala el arquitecto Rodrigo Vera, los muebles que habitaron este nuevo Estado tecnocrático eran del estilo norteamericano misión, haciendo el paralelismo con el gobierno estadounidense de Herbert Hoovert, gran inspiración del modelo chileno de burocracia. “Era un estilo ocupado por las misiones católicas en Baja California, muy vinculado al desarrollo, a esta idea del hágalo usted mismo. Por eso, era un mueble muy fácil de montar. Al mismo tiempo, eran muy sobrios y representaban también un sentido de austeridad y durabilidad, que el Estado también quería expresar”.
Paradójicamente, este estilo se adopta en Chile durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, una característica basada en la propia visión que este Presidente tenía del Estado. “Por ser un hombre con una formación más bien asociada a la seguridad, es un hombre que no cree tanto en la política, por lo que necesita de la técnica”, relata la profesora Paulina Vergara. Por esta razón, “se hace acompañar del abogado Pablo Ramírez, quien era de esas personas que creían que los cuerpos de profesionales podían ayudar a generar un Estado más fuerte y que pudiera responder a ciertas necesidades sociales”, agrega.
Ambos académicos rechazan el autoritarismo ejercido durante este periodo, pero rescatan el aspecto de orden institucional que legó este modelo. “Si las cosas no las nominan, no las conoces y no existen para la existencia racional de un mundo construido. Tú las cosas las tienes que conocer, saber nombrar y, al mismo tiempo, nomenclarlas, ordenarlas y sistematizarlas (…) Más allá de un régimen que fue dictatorial, se trata primero de una condición del racionalismo, de un pensamiento moderno”, sostiene Rodrigo Vera.
Un diseño que resiste al tiempo
Gran parte del mérito en lograr estandarizar la fabricación y distribución del mobiliario yace en la Dirección de Aprovisionamiento del Estado (DAE), que a través de su “Nomenclatura de Materiales” anualmente ofrecían -a manera de catálogo- los distintos artículos que podían solicitarse para las oficinas públicas. Estos artículos, como señala el profesor Vera, eran fabricados en Chile por talleres fiscales o privados nacionales. “Se detalla, por ejemplo, que la tinta ocupada de las instituciones públicas tenía que favorecer a la industria nacional, que tenía que ser tinta nacional (…) O sea, llegar al nivel justamente de hacer los estudios económicos como se hacía en esa época, y determinar que si la tinta chilena producía esta característica iba a ser mucho mejor producirla que importarla", destaca Vera.
Actualmente, muchos de estos muebles siguen presentes en instituciones públicas y son parte aún de distintas oficinas, por ejemplo, dentro de la Universidad de Chile. Este legado es lo que el académico buscaba destacar en su libro. “Mi abuelo fue un funcionario público, mis padres, mis tíos, tías fueron funcionarios públicos, y ahora yo soy funcionario público como académico. Creo que aquí se representa ese afecto de todas las personas que estuvieron toda una vida trabajando con este mobiliario cercano”, comenta el arquitecto.
Para Paulina Vergara, esta herencia debe ser valorada, pero puesta en la perspectiva de las necesidades actuales del Estado. “Es una sociedad al que el estándar no necesariamente le hace tanto sentido o que bien pide políticas que son más universales, que pueda tener también atención por ciertos grupos que ha dejado fuera. Estoy hablando de los pueblos indígenas, de la población LGTBIQ+, de las personas con discapacidad, que en este Estado del que hablábamos nunca tuvieron mucho espacio”, concluye la académica de la Facultad de Gobierno.
Si deseas saber más sobre el origen y particularidades del diseño chileno, te invitamos a escuchar el capítulo 134 de Universidad de Chile Podcast. Ya disponible en Spotify, Tantaku, Apple y Google Podcast.