En un panel integrado por la directora de Relaciones Internacionales del plantel, Alicia Salomone y la directora ejecutiva de la Iniciativa Franco- Chilena de Altos Estudios, Marisol Facuse, el académico francés llegó hasta la Casa de Bello para ofrecer una charla abierta al público, centrada en promover el diálogo entre las ciencias sociales y las prácticas musicales.
En ese marco, la visita del profesor Laborde se enmarcó en un proyecto de Redes Internacionales del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia, que reúne a 10 universidades del mundo entre las cuales se encuentra la Universidad de Chile. Dicho proyecto investiga los efectos de la música en la vida colectiva, considerando los repertorios musicales, la diversidad musical, entendiendo la música como un vector de inclusión social. Sobre esto y más, ahondó en la siguiente entrevista para Visitantes.
¿Qué rol tiene la música en casos de migración forzada?
Para ser totalmente claro, esta manera de considerar la migración y los migrantes revela muchos de estos fantasmas preconcebidos, porque en general se lanzan números que son muy impresionantes, pero que en realidad no son nada. Si digo que hay un millón de sirios y afganos que llegan a Alemania en el año 2015 parece ser enorme, pero representa el 1% de la población, lo que es nada.
Están estos prejuicios preconcebidos, cuantitativos, pero hay muchos temas cualitativos. Entre las estrategias de sobrevivencia de los migrantes, en las formas de adaptación desde el país de acogida o al menos desde el país al que se llega, si bien no de acogida, con la interacción con las personas que están en los mesones de atención o en las prácticas de hospitalidad, cómo las personas acogen a los migrantes, cómo se movilizan para alimentarlos, otorgarles salud, permitirle los traslados.
Entonces, eso establece una separación entre el discurso de los medios de comunicación y las prácticas reales de hospitalidad, que es lo que el sociólogo James Holyfield, llamó el policy gap para mostrar la falsedad, lo que hay ahí de falso entre los discursos políticos y las prácticas de las personas.
¿Cómo actúa la música en esos casos?
Soy antropólogo, especializado en el estudio de la música y de eso no me interesa tanto saber si está bien o no interpretada, sino que me interesan las relaciones entre las personas, la música como un hecho social.
Y es con ese antecedente que me fui a los campos de migrantes para ver el rol que juega la música en esas situaciones tan extremas. Entonces, a través de documentos que pude recopilar o que realicé yo mismo, veo cómo en qué momento los migrantes en esas situaciones forzadas, realizan y hacen música.
¿Cuándo hacen música?
Al comienzo hacen música porque tienen miedo de la travesía, con esta excitación de la travesía, y también hacen música cuando son salvados de un naufragio y entonces generan esta música para agradecer a personas, dioses. También, realizan música para los que saben hacer música, para agradecer a la gente que los acoge.
Lo que me interesa realmente de esto en hacer música, es la acción, no escuchar música desde el teléfono y de manera última me interesa estudiar cómo la música se integra y se transforma en una herramienta de inserción social en la migración. La música tiene tanta fuerza dentro de nosotros, es ontológica, por lo que tal vez tenemos allí una herramienta para estudiar.
Entonces, la conclusión es que la música es una herramienta para entender las interacciones sociales, pero también puede ser una herramienta para generar relaciones sociales. Es la esperanza que permite vivir.
¿Por qué es importante la música?
Es cierto que cuando hablo con gente joven se tiene a veces dificultad para entrar en comunicación, pero cuando se empieza a hablar de música o dar el nombre de gente conocida, inmediatamente se ponen a hablar de música.
Entonces, desde el punto de vista ontológico, pienso que es algo muy subjetivo, pero que tenemos todos en nosotros. La música es un vehículo directo hacia la emoción. Y la emoción es lo que dicta nuestras conductas sociales.
¿Qué mensaje enviaría a las nuevas generaciones?
Es un mensaje muy difícil de entregar. No soy ideólogo ni profeta. Soy simplemente un antropólogo y ya es bastante. Lo que podemos constatar es que estamos en el año cero de las migraciones, es decir, que los procesos migratorios están en sus inicios, solamente están comenzando y hay un calentamiento global climático que sólo puede engendrar movimientos poblacionales. Si tenemos miedo, perdemos de antemano.
Los medios de comunicación y las políticas deben tomar conciencia que ha de generarse un discurso crítico y no de miedo. Entonces, le diría dos cosas a la juventud. La primera, es confiar en las instituciones políticas y tener consciencia de que se las puede cambiar o adaptar, según las circunstancias, en un sentido que resulte positivo y no en un sentido que cause temor.
El segundo punto es que necesitamos imaginación, que las formas de vida que tendremos en 50 años, ni siquiera alcanzamos a concebirlas actualmente. Entonces, la juventud es el motor que debe inventar nuevas formas de vivir en conjunto y que no estamos forzados a renunciar a lo que somos nosotros mismos para vivir con los demás. Sólo hay que imaginar posibilidades de estar en conjunto.