Un largo viaje por la historia reciente de la educación es lo que es posible encontrar en esta conversación con Beatrice Ávalos, Premio Nacional de Educación 2013; Profesora Titular del Instituto de Estudios Avanzados en Educación, que hoy alberga al CIAE, donde es investigadora, y de la Facultad de Ciencias Sociales,
La profesora de Historia y Geografía fue reconocida recientemente por la comunidad de la U. de Chile con la Condecoración al Mérito Amanda Labarca 2024, distinción que recibirá oficialmente este viernes 14 de marzo.
En esta oportunidad, la pedagoga e investigadora repasa su trayectoria, sus viajes, sus investigaciones y sus memorias asociadas a la docencia y a su propia experiencia como alumna, sobre la que recalca la importancia de la motivación que pueden entregar los profesores.
Esta ruta pasa por su viaje formativo de doctorado en Estados Unidos, su paso como académica de la U. Católica, donde fue parte del grupo fundador del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación, PIIE. Luego por Europa y Oceanía, su retorno a Chile para trabajar en el Ministerio de Educación y su llegada a la Casa de Bello, donde hasta la fecha se encuentra desarrollando investigación.
La ceremonia de entrega se desarrollará el viernes 14 de marzo a las 12:00 horas en el Salón de Honor de Casa Central. Las inscripciones para ser parte de este evento se encuentran en este formulario.
- ¿Cómo describiría el momento en el que recibe la condecoración?
Me siento honrada, porque estoy en un momento de mi trayectoria profesional en el que -como se dice- siento que culmina mi trayectoria en la Universidad de Chile. Me siento orgullosa de que la Universidad me haya privilegiado y decidido darme este premio, que valora mi esfuerzo por contribuir a la educación y la universidad. Así que para mí este reconocimiento ha sido no sólo muy gratificador, sino que también muy inesperado, pero me sentí muy bien.
- ¿Cuáles son hoy sus tareas en CIAE?
Yo hago investigación. Terminamos una investigación sobre motivación para entrar a la formación inicial, colaboro en un estudio sobre cómo los profesores del sistema están recibiendo o manejando la inteligencia artificial, y comienzo un estudio corto sobre la relación mentor-docente principiante en el proceso de inducción. Este último resultó debido a que, inesperadamente, un colega en Estados Unidos, que está preparando un libro sobre inducción, me preguntó si podía contribuir un capítulo basado en investigación sobre el tema. Y le dije que sí. Me conecté con el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP) para ver cómo podíamos estudiar a los profesores y profesoras jóvenes, y ellos me dieron acceso a la base de datos sobre mentorías.
- Es difícil irse simbólicamente y concretamente de la U…
Claro, porque surgen nuevas cosas, y mientras tenga fuerza y capacidad para hacerlo, trataré de hacerlas.
- Cuando se anunció que usted recibía este reconocimiento, se relevó, entre otras cosas, su contribución a la formación de profesores. ¿Cómo describiría su aporte en ese ámbito?
A partir de una revisión internacional de investigación sobre efectividad docente, me interesó profundizar más en los temas de formación docente, lo que se expresó en un primer artículo de una revista nueva en ese tiempo, dedicada a los docentes (Teaching and Teacher Education). Ahora, mis estudios sobre formación docente se han focalizado principalmente en políticas. Aunque lo más estimulante para mí fue la oportunidad que me dio el Ministro de Educación de la época de dirigir lo que se conoció como el proyecto FFID (mejoramiento de los programas de formación inicial docente) entre 1997 y 2002.
El año 74 me fui del país, gracias a una invitación de la Universidad del País de Gales en Reino Unido. Ahí conocí cómo era la formación de profesores, muy distinta a Chile, porque era una formación de posgrado. Comencé dando clases en el pregrado, un bachillerato en Humanidades, a un grupo de estudiantes interesados en seguir después un programa para ser profesores. Luego, me casé y me trasladé a la Universidad de Nueva Guinea, porque cuando llegó al gobierno Margaret Thatcher, la vida se hizo muy difícil para las universidades, especialmente a la nuestra. Así que decidimos asumir un cargo importante de profesora de cátedra y directora de la Facultad de Educación en ese país. Ahí tuve la oportunidad de estudiar la formación docente en un país en desarrollo y de gran diversidad cultural. Después, un día en 1994, recibí un llamado del entonces ministro de Educación, Ernesto Schiefelbein, un amigo con el que había trabajado cuando creamos el PIIE en la U. Católica, y me dijo “ya es tiempo que vuelvas a Chile”. Yo estaba terminando un contrato, entonces dije “ok, vuelvo a Chile”.
- Y llegó en el contexto del retorno a la democracia, con ese saco de experiencias, que no era menor.
Claro, había adquirido mucha experiencia, porque, además de eso, entre medio, pasé dos años en Canadá como parte de un proyecto global del International Development Research Center (Centro Internacional de Desarrollo Educacional), donde realizamos con un colega del Banco Mundial la primera revisión internacional de investigación sobre efectividad de los/las docentes. Eso me permitió viajar a la India y a Senegal. Así adquirí una experiencia, en la que sigo interesada hasta hoy día sobre políticas educacionales comparadas.
Al volver a Chile, pude participar en la línea de trabajo sobre docentes del programa MECE-Media, que era parte del programa del Mineduc para recuperar la Educación: el Programa de Mejoramiento de la Equidad y la Calidad de la Educación dirigido por Cristián Cox. Más tarde, como dije antes, pude coordinar el programa FFID. Esa fue una experiencia muy interesante dirigida a mejorar en 17 universidades sus programas de formación docente. Quizás lo más logrado allí fue introducir una forma de práctica docente desde el inicio de la carrera, porque antes se hacía solo al final.
- Sus viajes parten antes, en los años '60, con una beca Fulbright. ¿Cómo fue eso?
Fui una de las primeras personas que recibió beca Fulbright para ir a estudiar en Estados Unidos. Me la dieron para estudiar un magíster en Saint Louis, y cuando estaba terminando el primer año, me llamó el vicerrector académico de la universidad y me dijo: “¿a usted no le gustaría seguir un doctorado?”. Eso significaba que me reconocían para el doctorado los cursos que yo había hecho sin completar la tesis, porque no era obligatorio para un doctorado tener un magister como ahora. Como la Fulbright no aceptó renovar mi beca, la universidad me dio una beca para la matrícula, pero tenía que conseguir la plata para vivir. Me dieron la información sobre una organización de mujeres que me entrevistó y me dieron la beca de mantención.
- ¿Conserva algunos de esos documentos de trabajo de esa época? ¿Tiene un archivo?
No, lo que tengo es el libro producto de la tesis, que la misma universidad me aconsejó publicar, poniéndome en contacto con una editorial en Nueva York. Allí pasé seis meses convirtiendo la tesis en libro y viviendo en una pensión cerca de la Universidad de Columbia. Ese libro se publicó en inglés, pero cuando volví a Chile me contrató la Universidad Católica y el decano decidió que lo tradujéramos y publicásemos acá. El libró se tituló “Nuevos Hombres para Nuevos Tiempos”. Si lo hubiese publicado ahora no le habría puesto ese nombre, sino “Hombres y mujeres para nuevos tiempos”, pero antes, la palabra hombre se usaba como genérica.
- Quiero que sigamos viajando en el tiempo para ir al origen, si es que hay un origen. ¿Cómo es que usted llega a la educación?, ¿fue por su familia?
No, no fue así, porque en mi familia mi padre quería que yo fuera ingeniera o algo relacionado. Yo estudié en el Liceo 7 de Niñas, era buena alumna y me fue bien en el equivalente en la PAES de ese tiempo que era el bachillerato. Tuve un puntaje con el que podría haber entrado a cualquier carrera de mi interés, pero no tenía idea. Me acuerdo que estaba en la cola el día que había que ir a buscar los certificados y me puse a conversar con un joven delante mío. Me dijo: “¿por qué no vienes conmigo en la tarde a la Católica? Mi tío, el vicerrector, nos puede recibir para hablar”. Llegamos a la oficina y el tío me dijo que por qué no estudiaba pedagogía. No era una cosa que hubiera pensado, pero no me pareció una mala idea, así que entré a estudiar en una escuela de educación bien frágil en la época, que tenía algunos buenos profesores que eran los mismos que estaban en el Pedagógico de la U de Chile. Y ahí me di cuenta de que había que mejorar la educación y con el tiempo decidí hacer mi tesis en Educación y no en Historia.
-Y viéndolo en esa perspectiva, ¿cómo recuerda su relación con los docentes en su época escolar?
Yo tuve un par de profesores que fueron muy importantes. En el Liceo, una profesora de Educación Física, la señora Perla, y una muy buena profesora de Historia. Mientras estaba estudiando Pedagogía, necesitaba hacer prácticas y mi profesora de Historia me aceptó en uno de sus cursos; y no sólo eso, me invitó a su casa, me dio materiales. A ella la recuerdo por su entusiasmo, su interés y por la retroalimentación que me dio.
La profesora de Educación Física creía mucho en nosotras. Por ejemplo, una vez me hizo competir en natación con Eliana Bush, que todavía es nadadora, y obviamente perdí. Con esto quiero decir que era una profesora que te empujaba a salir, a moverte. Creo que el tener profesores que te entusiasman es muy importante.
- ¿Cómo es que llegó a la U. de Chile?
A mediados de los 2000 me llamaron nuevamente del Mineduc para hacerme cargo por un breve periodo de la Unidad de Currículo de Evaluación. En paralelo me integré a una investigación internacional sobre formación docente en matemáticas (TEDS-M), aplicándola en Chile desde el Ministerio. Pero, un día llegó a mi oficina Rafael Correa (primer director del CIAE) y me dice: “vengo a preguntarte si podrías irte al CIAE”. Yo conocía a Carmen Sotomayor (investigadora del CIAE y ex directora del Instituto de Estudios Avanzados en Educación) y Cristian Bellei (investigador del CIAE y uno de sus fundadores), porque habían trabajado en el Ministerio. Ellos necesitaban a alguien que tuviera trayectoria para ganarse un proyecto Núcleo Milenio. Así, llegué al CIAE, donde juntos pensamos, desarrollamos y ganamos un proyecto centrado en docentes que consistió en una encuesta nacional, preguntándoles por su formación, su experiencia. Es el único estudio de esa magnitud hasta la fecha, que yo sepa, porque pudimos encuestar a docentes de Arica a Magallanes en la época posterior a la revolución de los pingüinos, un interesante contexto. Publicamos un libro sobre sus resultados.
- Uno de sus esfuerzos más reciente es el Doctorado en Educación de la U. de Chile. ¿Qué enfoque aporta a la sociedad este programa?
Esta es quizás la más importante tarea de mi última etapa en la Universidad, y realmente estoy agradecida por la oportunidad de haberlo dirigido en el comienzo. Fue un trabajo desarrollado entre cuatro unidades: el CIAE, y las facultades de Ciencias Sociales, Ciencias y Filosofía y Humanidades. No estuve en las discusiones iniciales del doctorado, pero antes me había pedido ayuda la querida Jenny Assael, para evaluar. las tesis de doctorado en Psicología vinculadas a educación. Cuando empezó el doctorado en educación, la directora de posgrado de Ciencias Sociales me propuso para dirigir el programa.
- ¿Cuáles son los temas que están rondando al campo educativo en relación a la Inteligencia Artificial?
Acá en CIAE, por ejemplo, Roberto Araya es uno de los precursores en este tema. Yo he comenzado a meterme un poco en el tema porque me doy cuenta de que esto va a cambiar la educación; nuestra vida ya está cambiando. Y trabaja de cerca conmigo una postdoctorante que sí tiene buenos conocimientos sobre el tema así que estamos planificando un estudio de encuesta a docentes sobre la I.A.
-¿Qué otras inquietudes temáticas tiene actualmente?
Sigue, desde el comienzo, mi preocupación por las políticas educativas y los logros sesgados por clase social que seguimos teniendo.
- ¿Qué mensaje le dejaría a la comunidad U. de Chile, específicamente al CIAE?
Primero yo creo que la existencia del premio es buena, y sobre todo que es un premio que no se da necesariamente a educadores, entonces es un honor cuando llega a nosotros porque no siempre la educación es reconocida. Así puedo decirles a los y las colegas del CIAE que podría ser cualquiera de ustedes mañana.
Alguien me regaló un libro sobre Amanda Labarca, y lo interesante son las tantas cosas que hizo y cómo se movió como mujer. Creo que eso es un mensaje importante.
Me siento orgullosa de ser profesora. Creo que debemos poner siempre por delante la importancia de la educación y lo que no está bien y se puede mejorar. Yo creo en eso. Puede que los resultados de las reformas demoren en su impacto. Puede que no todos los Servicios Locales de Educación Pública funcionen bien al comienzo, pero es necesario ver sus avances. En el mundo de la educación no hay que rendirse.