La ceremonia se desarrolló ante una masiva concurrencia, compuesta por autoridades del Poder Judicial, de la Diplomacia, las Relaciones Exteriores, abogados de la Plaza, académicos, además de familiares y cercanos a los galardonados.
El Premio Facultad de Derecho –que se entrega por segundo año- rinde homenaje a quienes han dedicado su vida a la mantención y exaltación de los valores que inspiran a la Facultad: la democracia, los derechos humanos, la enseñanza del Derecho y la consolidación de la paz.
Este consiste en una medalla de plata, grabada con el escudo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y el nombre del premiado. Además, recibieron un diploma y una copia de la ficha de ingreso a la Facultad, con la respectiva foto: Valdovinos a los 16 años y Grossman a los 20 años.
“Reconocer y valorar a las personas es algo particularmente importante en las instituciones que tienen la responsabilidad de entregar valores, formación humana y principios a la juventud. Este es un premio que considera la trayectoria, una vida, un camino recorrido”, dijo el Decano Pablo Ruiz-Tagle.
Al presentar a la exministra Valdovinos, señaló:
“Una mujer menuda, de trato fino y voz suave a la que le gusta la música y es conocida por su carácter amistoso y afable –como es descrita en el libro La Búsqueda (2022) de Daniela Mohor y Cristóbal Jimeno-, fue infatigable en su dedicación al esclarecimiento de la verdad y la determinación de los crímenes cometidos contra chilenos, así como su compromiso con la importancia de la memoria como método para alcanzar la paz en democracia. Estos son motivos suficientes para merecer este reconocimiento”.
Sobre Claudio Grossman destacó, su amplia labor profesional y académica a nivel nacional e internacional: “La importancia que el profesor Grossman da a la educación y la educación pública para la construcción de una mejor democracia y una mayor protección de los derechos es parte del ideario de nuestra facultad y de la Universidad de Chile. Esto es muy importante de señalar en una institución de educación pública como esta Facultad”, dijo el Decano.
Amanda Valdovinos y su búsqueda de la verdad
En su discurso de agradecimiento, la exmagistrada, recordó especialmente a su abuelo Carlos Valdovinos, profesor de la catedra de Derecho Penal e integrante de la Corte Suprema. “Fue gestor de la admiración de nieta a abuelo por una justicia con dignidad, acorde a los grandes cambios que daban cuenta de la incorporación de la mujer al estudio del derecho, la magistratura y la política”.
Contó que, como adolescente, regresó a Santiago desde Valdivia en 1959, donde su padre ejercía como ingeniero agrónomo. Su abuelo entonces estaba ciego a raíz de una enfermedad.
“Pese a que mis intereses estaban en la biología y el ballet clásico; la lectura diaria a que me obligué para con él y su concepción sobre la historia, la literatura y la política, me llevaron a explorar su extraordinaria biblioteca”, recuerda.
Ella tenía entonces 15 años.
El siguiente año decidió ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, para llegar algún día a ser jueza.
Sus inicios como magistrada fueron por un reemplazo en Curanilahue, donde vivía con su familia desde que su marido, fuera destinado como médico de zona. Luego se mudó al norte, conoció y aprendió a querer el desierto.
“En el desierto aún están las huellas de una caravana que silenció risas, música, vida. Somos los jueces los llamados a reparar los desgarros sufridos por las víctimas, en una búsqueda sin descanso de la verdad”, reflexionó.
Valoró las investigaciones por violaciones a los derechos humanos que llevaron, entre otros los ministros Adolfo Bañados (Hornos de Lonquén), Carlos Cerda (Comando Conjunto), José Cánovas Robles (Caso Degollados).
Hito importante en su carrera fue su rol de ministra en visita (2001) para la verificación de uno de los datos proporcionados por la Mesa de Diálogo.
“A 8 km al Este de la ruta 77, frente a la NASA, hacia la pre cordillera, en una caverna: 20 cadáveres sin identificar... En estricta reserva mantuve otros antecedentes, como el que daba cuenta: a 5 km del recinto de campaña, frente a la NASA, en una caverna: 20 cráneos, verano de 1975. Esto habla de la temprana fecha estimativa de inicio de actividades ilícitas y la posterior impunidad, toda vez que tras el estudio del lugar y los procesos iniciados en la justicia ordinaria y militar, se habrían perpetrado delitos desde el 11 de septiembre de 1973”, finaliza la cita.
Derecho y la caza de brujas
El jurista Claudio Grossman partió su intervención, agradeciendo por la educación y formación recibida en la Escuela de Pío Nono.
“Debería agradecer por lo que ha significado pasar por estas aulas. Eso tiene que ver con la calidad de la educación que nos impartieron en esta Facultad y que ha sido fundamental para las contribuciones que hemos intentado hacer en la vida”, partió diciendo.
Con una destacada carrera internacional, ha impartido clases en distintas universidades entre las que figura la Facultad de Derecho de la Universidad Americana de Washington, donde llegó a ser decano del Washington College of Law, la Universidad de Twente y la propia Universidad de Chile, entre otras casas de estudio.
Como experto en organismos internacionales ha formado parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y del Comité de Naciones Unidas contra la Tortura. Fue coagente en la delimitación marítima contra Perú, y luego coagente y agente de Chile en el litigio de Bolivia contra Chile en la obligación de negociar acceso al Océano Pacifico.
Especialmente, recordó sus dos periodos como presidente del Centro de Estudiantes de Derecho y como allí aprendió la importancia de negociar, impulsar gestiones y de conversar con todos los sectores. “Destrezas que me han servido para la vida profesional”, agregó.
Fue el primer Relator Especial de la Comisión Interamericana de Drechos Humanos (CIDH) sobre los Derechos de las Mujeres, así como Relator Especial sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Participó en casos emblemáticos de derechos humanos y en avances en los sistemas jurídicos universal e interamericano, incluyendo la adopción de la Observación General 3 de la Convención contra la Tortura sobre reparaciones, decisiones contra la discriminación, libertad de expresión, violación como tortura, entregas extraordinarias, desapariciones, poblaciones indígenas, amnistías y reparaciones.
“El Derecho tiene que ver con la capacidad de entender que todas las personas tienen ciertas garantías, hay algo de razón en todas las posturas. Hay mucho de interpretación en el Derecho”, señaló.
Y para ello ejemplificó con la “prueba del peso”, citando la balanza de Oudewater, en la ciudad del mismo nombre en Países Bajos, donde el jurista vivió por muchos años.
El origen de esta balanza, dice la historia, está en la caza de brujas en la Edad Media. Y el razonamiento para la existencia de esta prueba, lo explica el profesor Grossman: “Un grupo de juristas dijo: sabemos que las brujas existen; también que pesan menos de lo que su apariencia indica, porque como todos saben, ellas vuelan (también pueden flotar en el agua). Entonces crearon una balanza para pesarlas, si una mujer u hombres eran ligeros no había dudas de que eran brujos. Llegaron decenas de personas a pesarse y todas marcaban mucho peso, entones esas personas obtuvieron un certificado de que no eran brujas o brujos. Y todo solucionado. Eso tiene que ver con la capacidad que ofrece el Derecho: la interpretación”.
La intervención del profesor Grossman terminó con la lectura –en voz del Decano Ruiz-Tagle- de una carta escrita por la madre del jurista (Berta Guiloff) a una sobrina, que él prefirió no leer por la emoción que le producen esas palabras redactadas en julio de 1979. En ella plasma su alegría cuando la niña le pide un libro y muestra sus deseos de leer y aprender.