En el marco de la agenda de vinculación con el medio internacional impulsada por la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile junto a la Embajada de Colombia en Chile -que durante el año pasado permitió la visita del investigador y artista colombiano Mateo Perea-, la Casa de Bello recibió esta vez a la lideresa indígena Alba Cecilia Palechor quien visitó el campus Juan Gómez Millas para compartir su experiencia en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
El compromiso de la diplomática colombiana la ha consolidado como un referente clave en el activismo y la protección de los derechos humanos de las comunidades indígenas de Colombia. Como lideresa yanakuna en Yumbo, y en su función de autoridad tradicional, ha ejercido un rol fundamental en la defensa de los territorios ancestrales, la preservación de las tradiciones culturales y la promoción de los derechos colectivos de su pueblo.
Su trabajo no se limita al ámbito comunitario, Palechor también desempeña un papel clave como gestora cultural del Municipio de Yumbo, donde impulsa programas e iniciativas que promueven la visibilidad, el respeto y la integración de los pueblos originarios en los espacios públicos, institucionales y de toma de decisiones.
El despojo territorial, la presión extractivista, la violencia armada y la marginación institucional siguen siendo amenazas constantes para las comunidades indígenas. A esto se suman las dificultades estructurales que enfrentan para preservar y transmitir sus lenguas, conocimientos tradicionales, prácticas ancestrales y formas propias de organización social.
Desde su experiencia como autoridad tradicional, diplomática indígena y lideresa social, Alba Cecilia Palechor ha levantado una voz crítica y propositiva frente a estas realidades. En la siguiente entrevista, reflexiona en profundidad sobre los desafíos actuales que enfrentan los pueblos ancestrales en Colombia, particularmente en relación con la amenaza del desplazamiento forzado, la defensa del territorio y la lucha por preservar su autonomía cultural frente a un modelo de desarrollo que, muchas veces, los excluye.
- ¿Qué la motivó a vincularse como gestora cultural de las comunidades indígenas?
Al ver que mis comunidades estaban siendo atropelladas y estigmatizadas, comencé un trabajo de liderazgo en el municipio de Yumbo. Cuando comenzó el conflicto armado interno en el departamento del Cauca, muchísimas familias fueron desplazadas por la violencia de esa época.
Al llegar a Yumbo, nos enfrentamos a una realidad totalmente diferente. Comenzamos a experimentar discriminación y exclusión. No nos consideraban para trabajar porque hablábamos, nos veíamos y vestíamos diferente.
Allí comenzó nuestra lucha por organizarnos como cabildo indígena. Desde 2015 hasta la fecha hemos logrado importantes avances: fuimos reconocidos por el Ministerio del Interior de Colombia, obtuvimos una resolución como víctimas del conflicto armado y actualmente luchamos por la protección del medio ambiente en el territorio.
Es una tarea muy dura, pero estamos haciendo todos los esfuerzos posibles para salvaguardar el poquito de agua que aún posee el municipio. Hemos formado un equipo fuerte y una estructura política bien consolidada. Hoy sobrevivimos en Yumbo, aunque no seamos originarios de ese territorio. Resistimos con nuestras tradiciones, no queremos perderlas, y anhelamos que nuestros hijos continúen con ese legado.
- ¿Los pueblos originarios se han visto desplazados por las empresas multinacionales?
Claro que sí. En Yumbo no solo se desplaza a las comunidades indígenas, también a los campesinos. Es un municipio pequeño y está dominado por empresas de cartones.
Estas empresas necesitan el territorio para sembrar grandes extensiones de pino y eucalipto, y eso nos ha dejado sin agua. Ellos nos arrinconan, y si no nos vamos, nos amenazan. Tenemos que resistir de alguna forma, pero es muy duro. Las multinacionales y la cultura occidental solo piensan en generar dinero, no en proteger los recursos naturales que garantizan la vida del ser humano.
- Desde su experiencia como gestora cultural, ¿qué importancia tiene la colaboración entre comunidades indígenas de América Latina?
Es fundamental que se generen lazos de unidad entre los pueblos de América Latina, que tejamos juntos la palabra.
Desde el 2015 organizamos en Yumbo nuestra fiesta sagrada del Inti Raymi, la fiesta al sol. Allí le agradecemos por los frutos, la comida, la salud y la vida. Es un espacio de espiritualidad y reafirmación cultural muy importante para nosotros.
- ¿Existen redes internacionales o regionales con las que esté articulando actualmente?
Sí, en temas de derechos humanos nos estamos articulando con redes de Querétaro, México. También participamos activamente en el estallido social de 2021 en Colombia. La situación era muy difícil, la gente ya estaba cansada de tanta represión. Yo creo que el mundo entero se enteró de lo que vivimos.
En ese momento, muchas personas murieron. Nosotros, desde los derechos humanos, nos organizamos para proteger a los jóvenes del municipio. Por ese trabajo intenso durante dos meses, recibí reconocimientos a nivel nacional e internacional como defensora de derechos humanos en Colombia.
- ¿Qué significa para usted representar a su comunidad como autoridad tradicional Yanakuna?
Significa muchísimo. Soy yanakuna y representar a mi comunidad es una virtud que Dios me dio. Lucho todos los días por ellos, sin esperar nada a cambio.
Hoy, incluso tengo amenazas de muerte, pero no le tengo miedo a morir. Lo que me daría miedo sería rendirme, dejarme vencer por el miedo y abandonar esta lucha.
Mi sueño es que los niños, los que vienen detrás, se conviertan también en líderes indígenas. Que no se avergüencen de su cultura. Que sigan protegiendo nuestras medicinas, nuestra música, nuestras comidas, nuestros tejidos. Esa es mi lucha constante.
- ¿De qué forma el conflicto armado ha afectado específicamente al pueblo Yanakuna y a otras comunidades?
El conflicto armado nos ha afectado muy profundamente. Las comunidades indígenas hemos sido las más golpeadas por la guerra, sin importar si vienen de multinacionales, grupos armados, paramilitares o el mismo ejército.
Siempre estamos en el centro del conflicto y eso nos ha generado despojo, desplazamiento y pérdida de nuestra cultura. Al llegar a las ciudades, muchas veces no conseguimos empleo. Nuestros hijos pierden sus raíces, adoptan otros aprendizajes y eso cambia toda nuestra identidad.
En Colombia todavía no existe una política clara y comprometida con la protección de las culturas indígenas. Sin embargo, con el gobierno actual hemos tenido avances importantes. El presidente ha sido sabio y humilde para escucharnos. Hoy contamos con un decreto sobre educación propia, uno sobre salud intercultural y otro ambiental para la protección de nuestros territorios. Todo eso lo consideramos una ganancia significativa.
- Usted ha sido una defensora activa de los derechos humanos en Colombia. ¿Qué significa levantar la voz desde un pueblo ancestral en un país marcado por el conflicto armado?
Significa arriesgar la vida. Significa entregar amor por los demás, sin pensar en lo que pueda pasarte. Significa tener la fuerza para seguir, a pesar de todas las circunstancias.
- ¿Cómo se articula hoy la defensa del territorio con la exigencia de reparación, justicia y no repetición para las víctimas indígenas?
Ese proceso ha sido lento en Colombia. Hay normas, pero muchas veces están escritas solo en papel, no se les ha dado la importancia necesaria. Actualmente estamos en camino de seguir en la lucha, de seguir insistiendo en las mesas con el gobierno nacional para que esto sea efectivo.
- ¿Qué similitudes o diferencias identifica entre la situación de los pueblos indígenas en Colombia y en Chile respecto a la pérdida de territorio y derechos?
Con todo respeto por las diferencias políticas de cada país, creo que los pueblos mapuche también sufren mucho: desplazamientos, discriminación y desarraigo. Las empresas que llegan también quieren explotar los recursos de sus territorios.
Nosotros, como pueblos indígenas, compartimos un mismo sentir: el amor por nuestras tierras. Para muchos, es preferible morir antes que permitir que destruyan sus territorios.
He visto en las noticias cómo hay desapariciones y encarcelamientos solo por resistir. Entonces, creo que tanto en Colombia como en Chile, los pueblos indígenas enfrentamos desafíos muy similares.
- Finalmente, ¿qué mensaje dejaría a las nuevas generaciones sobre la importancia de defender los derechos de los pueblos indígenas, incluso en contextos adversos?
A los jóvenes les diría que la lucha debe continuar. El único camino que tenemos es ser fuertes. Si somos fuertes, nadie nos detendrá. Y no debemos tener miedo de hacer lo que creemos justo.
Creo que todos tenemos un Dios en el que confiamos, y él nos protegerá. Mientras la causa sea justa y esté del lado de los más necesitados, es importante seguir adelante. La lucha por nuestros pueblos y nuestras culturas vale cada esfuerzo.