Un reciente estudio publicado en la revista Geophysical Journal International sobre el terremoto superficial de magnitud Mw 6.4 ocurrido cerca de la ciudad argentina de San Juan en 2021, entrega nuevas pistas para comprender el comportamiento de la Falla San Ramón y otras fallas activas de la zona andina. El perfeccionamiento en la captura y análisis de datos de la tecnología satelital InSAR fue clave para llegar a estos resultados.
Los investigadores del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Pablo León-Ibáñez y Francisco Delgado, analizaron este sismo empleando geodesia satelital para caracterizar fallas activas de la corteza en la zona cordillerana de los Andes. El trabajo aporta nueva evidencia sobre cómo se deforma la corteza en profundidad y cómo estos procesos pueden relacionarse con fallas potencialmente peligrosas para grandes centros urbanos como Santiago.

El punto de partida de este estudio fue el sismo cortical Mw 6.4 ocurrido el 18 de enero de 2021 en la ciudad de San Juan, en la zona central andina de Argentina. Se trató de un evento poco frecuente y de gran magnitud, con una ruptura sísmica de profundidad menor que 20 km, que dejó una huella de deformación superficial detectable desde el espacio.
“Cuando uno piensa en grandes terremotos recientes en Chile, piensa en Maule 2010, Iquique 2014 o Illapel 2015, pero en los últimos años se ha tomado conciencia de que también ocurren terremotos no pequeños a los pies de la cordillera”, explica Francisco Delgado, geólogo e investigador del Programa Riesgo Sísmico de la U. de Chile.
Un ejemplo de ello es el terremoto de Las Melosas, ocurrido el 4 de septiembre de 1958 en la zona cordillerana de la Región Metropolitana, cuya ruptura sísmica forma parte de un sistema de fallas geológicas activas en el que se incluye la Falla San Ramón, considerada una fuente de peligro sísmico potencial para la ciudad de Santiago. Según el académico, la zona de San Juan es geomorfológicamente similar y el sismo argentino podría ser análogo a un terremoto que ocurra en la falla chilena.
“Si bien cada vez se refina más el conocimiento sobre este fenómeno, no hay ninguna experiencia práctica de cómo es un terremoto en ese tipo de falla en cercanía a zonas urbanas. Donde sí tenemos evidencia concreta de fallas que al moverse producen un terremoto es al otro lado de la cordillera, en particular en las provincias de San Juan y Mendoza en Argentina, que son las zonas más sísmicamente activas de nuestros vecinos”, sostiene.
En detalle, las investigaciones detectaron una falla de estructura oblicua, inclinada hacia el noroeste, con un foco sísmico a unos 20 km de profundidad, cuyo proceso de ruptura no llegó a la superficie, pero que dejó una expresión de deformación superficial del orden de 4 cm. Estos datos permiten considerar que las fallas no necesariamente muestran ruptura en superficie, sino que también pueden ser falla ciegas que rompen la parte profunda de la corteza.
Esto tiene gran importancia para la comprensión de la amenaza sísmica: existen fallas activas sin expresión clara en el paisaje, difíciles de identificar y de cartografiar en terreno, y sin embargo capaces de generar terremotos significativos cerca de grandes ciudades.

“Nuestros resultados complementan estimaciones previas, lo que demuestra que el terremoto respalda una conexión directa entre la precordillera en deformación activa y las fallas reactivadas del basamento de la corteza. Además, los dos grandes terremotos transpresivos de la corteza media ocurridos en la zona durante el último siglo sugieren que la reactivación se produjo bajo un coeficiente de fricción estática notablemente bajo, estimado de forma conservadora menor a 0,3”, consigna el texto.
La importancia de la observación satelital
Para obtener estos datos fue clave el uso no convencional de la técnica InSAR (Radar Interferométrico de Apertura Sintética), empleada para cartografiar la deformación del terreno mediante imágenes satelitales de alta precisión.
Las condiciones climáticas locales y regionales del día del terremoto no eran óptimas para medir la deformación “desde arriba”. Por ello, el equipo debió aplicar un enfoque metodológico específico para reconstruir la señal de deformación por encima del nivel de ruido inducido por la tropósfera. Esto se logró a través de series temporales del satélite Sentinel-1 y el ajuste de funciones especiales: un enfoque habitual en series de tiempo GNSS, pero poco común en aplicaciones de InSAR.

“Tuvimos que aplicar una técnica especial de procesamiento para poder aislar ese ruido troposférico y medir efectivamente la señal de la ruptura sísmica en la falla. Durante dos años, Pablo León, estudiante del Doctorado en Geología, trabajó analizando miles de interferogramas, por lo que también es una invitación a otros estudiantes a usar esta tecnología, que puede ser muy importante para el estudio de los terremotos en la misma Cordillera de los Andes”, explica el académico del Departamento de Geología.
A la luz de esta investigación, las conclusiones de Francisco Delgado son claras: “No solo hay que estudiar en Chile, porque las fallas ni los terremotos siguen límites geográficos. Hay que mirar más allá del país donde estamos parados”. El sismo de San Juan se convierte así en un laboratorio natural que entrega pistas valiosas para comprender mejor el comportamiento de fallas activas como la Falla San Ramón y fortalecer la evaluación del riesgo sísmico en la Región Metropolitana.